Capítulo Vigésimo Quinto

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Después de besarse unos minutos, Victoriano acarició la mejilla de Inés con suavidad.

- Mi Cielo... - le susurró y ella sonrió al sentir que su corazón se hinchaba de amor.

- Dijiste que veríamos el atardecer. - Él continuó acariciándola, abriendo uno a uno los botones de su blusa rosa.

- Aún falta mucho para el atardecer - dijo con voz ronca y sus labios rozaron el naciente de sus pechos, ella se arqueó. Él la despojó completamente de la blusa y dejó al descubierto un brassier de encaje rosa, pasó su mano por los pezones cubiertos y ya erectos por el placer que sus caricias le producían. Inés gimió y se retorció de placer, lo agarró con fuerza de la camisa y le susurró sobre los labios.

- ¿Desde cuándo me amas Victoriano? - él se detuvo y la miró a los ojos, esos ojos verdes que no escondían su amor.

- Te amo desde siempre - confesó con un nudo en la garganta. Inés le pasó la mano por el cabello, desordenándolo. - ¿Por qué nunca me lo dijiste?

- No creí que... Eras muy joven. - Encogió los hombros - ahora me doy cuenta que debí haber luchado por nosotros.

- Yo te amé desde que te conocí... Y fui una tonta al pedirte que te alejaras de mí. Cuando realmente deseaba que me amaras.

- Cuando existe amor, nunca es tarde. - El suspiró y la miró con ternura - La distancia nos hizo comprender que éste era nuestro lugar, uno al lado del otro; para siempre.

- ¿Sin obstáculos?

- Ninguno. - prometió él, sellando el acuerdo con un beso, entonces Inés respiró hondo y lanzó su petición.

- Quiero el divorcio... - Victoriano se tensó y se levantó rápidamente.

- ¿Qué dijiste? - la miró con el ceño fruncido - ¿Qué juego es éste, Inés?

- No es ningún juego Victoriano. - dijo ella buscando su blusa. Sabía que su reacción no sería la más apacible.

- Entonces explícate - Ella notó como él respiraba con agitación

- No quiero este matrimonio. - dijo sencillamente

- Acabas de decirme que amas desde que me conociste.

- Así es.

- Entonces no puedo comprender.

- Nos casamos por una obligación.

- No es cierto. No de mi parte.

- Pues creo que si. - dijo ella razonablemente - Si nos divorciamos...

- No voy a divorciarme Inés. - amenazó él y ella entrecerro los ojos cuando la interrumpió

- Entonces no hay acuerdo de vida. - Él resopló frustrado.

- Mujer, me estás volviendo loco. - Dijo pasándose las manos por el cabello.

- Un divorcio por una vida juntos, no entiendo como eso puede volverte loco.

- No quiero vivir contigo sin que seas mi esposa.

- ¿No te parece puritano eso? - bromeó ella y él la miró con enojo. - Me amas, pero no lo suficiente para estar conmigo en cualquier situación.

- No así - dijo con obstinación y la tomó de los brazos después de soltar con fuerza el aire. - Te quiero para mi. Me dirás posesivo, y cualquier cantidad de adjetivos, pero no puedo ir por la vida pensando que te irás, o que me pedirás que me vaya. No te daré el divorcio Inés, menos con un hijo nuestro en camino.

Decisión de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora