Capítulo 8

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Para Federico era un momento aterrador, la mujer que deseó a tanto tiempo declarando su amor, no quería que el beso se terminara porque no quería empezar una plática romántica, pero ella si quería desahogarse,

- Mi amor te juro que por unos instantes pensé que rechazaría mis besos - pasó su brazos por el cuello de Federico, se puso de puntitas - me siento tan feliz, porque sé que me amas, tus besos me dicen que me amas

- Cristina... - ella lo miraba con expectativa, los ojos de Federico estaban más verdes, brillando de amor por ella- ¿Qué es lo que quieres de mi?

- Te quiero a ti - volvió a besarlo - tu me vas a decir cómo será de ahora adelante, si quieres, digo a esa gente que soy tuya, que soy la mujer de Federico Rivero.

Federico era tan evasivo en esas cuestiones de amor, no estaba preparado para un compromiso en serio, nunca lo estuvo, a no ser en aquella vez hace años cuando propuso matrimonio a cristina. Ahora era un hombre distinto, posesivo pero sin amarras. Él sabía que no sería fácil dar a ella ese amor, plácido y romántico, él era pasional, rudo, dominador, no más se imaginaba domado por una mujer, no a esa edad; entonces pensó que La mejor manera de no entrar en esas cuestiones, era entregarse al placer, de esa vez con algo especial, estaban declaradamente enamorados.

Federico volvió a besarla y la cargó hacia la cama, empezó hacerle el amor, su corazón dabas brincos, trató de amarla con delicadeza, intentaba serlo, como jamás lo habían hecho, el cuerpo de cristina estaba muy sensible, le daban ganas de gritar pero los ahogaba en la boca de Federico, sabía que su hija escucharía su entrega y eso no era conveniente. Cristina notaba que su cuerpo correspondía a las caricias de él de una manera distinta, más intensa, eso le gustaba, no sabía que estaba pasando pero esa noche todo estaba siendo más intenso, todos sus sentidos estaban entregues a Federico y a la habilidad de sus manos que al pasear por cada rincón sin pudor, notaba el cuerpo de su amada más lleno, los pechos más duros y las caderas más anchas, la disfrutaba de todas las maneras, sabia de lo más sabrosa. Se amaron en todo el sentido de la palabra, no era solamente piel, era también alma.

Algunas horas después, Federico despertó a cristina, no podía hacer como siempre, dejarla durmiendo e irse sin más, no sería digno. La besó y ella estaba radiante.

- Es un sueño que me despiertes antes de irse, no sabes cuantas veces me puse frustrada en no verte a mi lado cuando me despertaba - Federico la miró y la abrazó fuerte.

- Me encantas cristina - volvió a Besarla - estabas tan entregue, tan mía.

- Eso porque tú también lo estabas, te diste la oportunidad de ser mío. Quiero que seamos así siempre, uno del otro.

- Lo que pasó hoy es algo tan especial, que quiero guardar para siempre esa sensación - dijo con un tono de despedida - cristina sentó para mirarlo a la cara y él por reflejo hizo lo mismo.

- ¿Qué sensación Federico? ¿ porque lo dices así? Estamos juntos, te dije que te amo.

- Esa sensación de entrega... - tomó la barbilla de cristina con suavidad - cristina, eres tan especial, yo... - los ojos de ella empezaron a cristalizar por las lagrimas que venían - yo quiero que seas feliz.

- Yo quiero ser feliz contigo - lo besó, Federico sintió las lagrimas. En ese momento él buscó.

- No sé si puedo... me tengo que ir, en otro momento hablamos, está amaneciendo, no quiero que me vean - se estaba vistiendo.

- ¿Y yo, que hago? Vas a seguir torturándome por el pasado, lo sé.

- No... claro que no. Por el momento dejaremos las cosas como están, en secreto.

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