Capítulo 1: "Al trabajo"

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Los días de otoño ya se iban y el invierno poco a poco comenzaba a llegar. Según las noticias, no iba a ser tan duro, solo un poco de llovizna y algunas noches y amanecidas frías de vez en cuando.

Apagaste el televisor mientras dabas el último sorbo a tu taza de café. Pusiste el control sobre el aparato y dejaste la taza en la cocina. Fuiste a tu habitación para coger tu abrigo, pero miraste por la ventana, el frío se sentía poco a poco pero algunos rayitos de luz solar se hacían notar.

Tenías puesto un jean color negro con unas botas pequeñas de tacón alto, y un pequeño suéter delgado color morado. – Quizá regrese tarde, así que vendrás conmigo – dijiste y tomaste el abrigo. Saliste de tu habitación y fuiste a la sala, cogiste tu bolso y pusiste el libro que acababas de terminar de leer la noche anterior el cual estaba en el sofá y tu celular. Cogiste tus llaves y saliste de tu departamento. Al salir, cerraste la puerta y echaste llave.

Tu departamento no era muy grande pero tampoco pequeño, tenías los espacios bien distribuidos y eso te gustaba: una salita bien acomodada, una cocina bien implementada, una habitación bien ordenada, un cuarto de baño limpio y un pequeño cuarto de lavandería.

Caminaste por el largo pasillo mientras buscabas en tu bolso tu reloj de mano. Tenías un celular, pero siempre te gustaba usar ese reloj, había sido un regalo de tus padres. Eran las 7:30am, y al terminar de recorrer el pasillo, bajaste las escaleras. Al salir te encontraste con la Sra. Matilde, la dueña del edificio donde vivías, barriendo la entrada.

– Buenos días Sra. Matilde, ¿quiere que le ayude a barrer? No estoy apurada.

– Buenos días querida ________. No te preocupes, me encanta hacer los quehaceres. Sabes, más tarde hornearé algunas galletas, así que cuando regreses tocas mi puerta por algunas.

– Muchas gracias, lo haré. Sus galletas son exquisitas. ¡Qué tenga un buen día!

Despediste a la Sra. Matilde con una sonrisa, giraste hacia la derecha y comenzaste tu marcha. Cruzaste el callejón que estaba al lado del edificio donde vivías, para salir al otro lado de la calle, cruzaste la pista y emprendiste la marcha al trabajo caminando a través del parque.

Miraste tu reloj, eran las 7:35am y cruzar el parque te llevaría 5 minutos más, así que llegarías a las 7:40am. Era temprano, ya que la biblioteca abría a las 8:00am. Delante de ti había una pareja conversando y sin querer escuchaste lo que conversaban.

– Aunque algunos digan que no, para mí eran como naves espaciales... Recuerdo que en algunos medios los llamaron Helicarriers (Helitransportes) – dijo el chico.

– Dicen que hay información que se ha filtrado a internet – dijo al parecer su novia.

– Quizá es información acerca de ese asesino que provocó el tiroteo. No sé si las autoridades siguen en su búsqueda – dijo él.

– Después del tiroteo que ocasionó y el estar involucrado con esas naves, las autoridades deben estar buscándolo intensamente, aunque debe ser difícil identificarlo, dicen que llevaba una especie de máscara.

– Eso no es todo. Algunos compañeros del trabajo me comentaron que las personas, quienes estuvieron en medio de todo ese caos, declararon que tenía un brazo de metal.

– Me siento algo asustada, pero tenemos a los vengadores, ellos nos protegerán – dijo ella y tomó del brazo al chico. Se desviaron hacia un pequeño puesto de comidas.

Seguiste caminando pero lo que habían dicho te hizo recordar algunas cosas. Había pasado 3 meses desde aquel incidente y toda la ciudad de Washington había sido un caos. El ver esas naves explotar en el cielo y que una de ellas destruyera un edificio era realmente aterrador y confuso. Nadie sabía nada y las autoridades solo decían que era algo militar y confidencial, pero que había sido provocado por un asesino quien aún andaba suelto.

Recordaste también lo sucedido hace casi un mes en Sokovia. El ver por las noticias elevarse ese pedazo de tierra y esos robots parecidos a Iron man destruir y atacar a las personas era inexplicable. Los medios alabaron el trabajo de los vengadores, pero también tenían sus detractores y eso perjudicaba su imagen. Desde que ellos aparecieron nada fue igual y las personas les temían pero también se sentían protegidas.

El sonido de un globo reventarse te sacó de tus pensamientos, viste a unos niños pasar por tu lado y te diste cuenta que habías llegado a tu destino. Cruzaste la pista y subiste las escaleras. Habías llegado a la biblioteca del congreso.

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Debes recordar quien eres - Bucky Barnes (Sebastian Stan) y tú - CA3: Civil WarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora