Capítulo 31 "El verdadero amor siempre triunfa". GRAN FINAL

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Jane miró profundamente los ojos de Paul, no podía creerlo, su garganta se sintió seca, y tuvo la necesidad de lamerse un poco los labios, por la presión tan constante. Nadie hizo ruido, ni siquiera John, que era tan común verlo con todas sus bromas. Maureen tuvo que morderse la lengua para no gritar de la emoción, Ringo no dejaba de mirar esta escena: Paul arrodillado frente a ella, y mostraba el anillo perfectamente hermoso sobre la palma izquierda de su mano. Pattie y George sonreían alegremente, al igual que Cynthia, la tensión se sintió por momentos y un ambiente predestinado rondaba por todo el lugar. Jane suspiró, cerró los ojos y sintió como caían pequeñas y discretas lágrimas, pero no era por tristeza, era de felicidad, era de que al fin, y después de tanto horror, pudo arreglar las cosas con su gran amor. Y ahora, no había pinta de que alguien pudiese separarlos.

—Paul...—dijo, al borde del nerviosismo total.

— ¿Entonces?

—Yo...

Ella no podía decir nada, sus palabras se quedaban cortas y sus manos empezaron a moverse monótonamente por sus muslos, sus dedos sentían el sudor total y ella no podía ni siquiera creerlo. Paul no se desesperó, al contrario, cada minuto y segundo que el reloj iba contando, era esperado gratamente. Jane sonrió y cerró los ojos, rápidamente, un breve lapso de sus recuerdos con Paul llegaron a su mente como si fueran un auténtico torbellino. Recordó cuando fue al Royal Albert Hall, en 1963. Aún puede recordar la pena que sintió cuando John Lennon le preguntó: "¿Cómo se masturban las mujeres?", puede recordar la timidez que George sacó a relucir cuando la miró por primera vez, la sonrisa de Ringo y sus chistes simpáticos. Y más que nada, las miradas cómplices y etéreas que tenía con Paul, aquello fue lo mejor.

Cuando la entrevista acabó aquella vez, los chicos la invitaron a una fiesta en un departamento en Kings Road, ella aceptó, desde ese momento, supo que Paul sería el indicado para algo más serio. Los invitados los dejaron solos, ella puede recordar la emoción con la que ambos hablaban sobre sus recetas de comida favoritas. Y cuando la fiesta se mudó al West East Londinense, pasaron a dejarla a su casa amablemente, ahí... siente las palabras de Paul con una belleza que recorre todo su cuerpo:

"— ¿Me pasarías tu número?"

Y desde ahí se marcaría la aventura más hermosa y desgarradora de todas. Era cierto, ella amaba a Paul, pero también amaba su carrera como actriz. No iba a desperdiciarla por un capricho, así que eso es algo que ella no quería. Ese era su temor principal, que Paul volviese a pedir lo mismo, y ella terminara mal en todos los aspectos. No quería arriesgarse otra vez.

—Creo que...—dijo Jane con pesadez.

Sin embargo, sabía que él ya había aprendido una importante lección. Y estaba dispuesta a hacer de todo para que los dos fueran felices, volvió a soltar un largo suspiro, y dijo:

—Sí Paul, sí me quiero casar contigo.

De inmediato, Paul le puso el anillo y la besó con tanta intensidad que nadie podía creerlo. Fue tan magnifico e inesperado, fue completamente hermoso y hasta la cargó para darle vueltas de alegría. Todos aplaudieron y se sintieron absolutamente felices, al fin, parece que la pesadilla ha acabado.

—Excelente, seremos una familia, Mary, Heather, tú y yo... ¡Además de los nuestros, claro!

—Te amo Paul, te amo tanto que me da miedo... te amo tanto que me estremezco al saber que tanto he llegado a amar. Te amo tanto que duele en igual medida, te amo de una manera que ni siquiera Dios podría comprender, por favor—ella lo abrazó—, no me decepciones.

—Jamás Jane, el amor me ha cambiado, el amor nos ha cambiado. Nunca volveré a fallarte—la abrazó más fuerte.

Y así quedaron todos los chicos, unidos por el eterno lazo de la amistad y el amor verdadero que estaba de nuevo en su puerta.

Si Jane hubiera dicho "Sí" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora