Inesperado I

Capítulo 28

"La belleza comienza con la decisión de ser uno mismo".

Coco Chanel

Me remuevo entre las suaves sábanas percibiendo un sutil olor a rosas, la cama es tan placentera que quiero seguir disfrutando por un buen rato de esta agradable sensación, pero una luz molesta me obliga a abrir mis ojos. Una leve molestia surge en mi entrepierna, apenas logro que mis ojos se adapten a la luz me doy cuenta enseguida que no estoy en mi habitación. Recorro todo el lugar hasta que distingo a Nelson sin camisa sentado en la orilla de la cama frente a mí. No puedo evitar mirar su espalda desnuda y unos lunares que tiene cerca de sus costillas, está sin camisa, pero lleva un pantalón de deporte. Bebe toda la botella de agua.

A mi mente viene lo que hicimos y me sonrojo automáticamente, veo mi cuerpo desnudo y para mi suerte está cubierto con la sábana de la cama. Mi cara arde al pensar que seguro me ha visto totalmente desnuda mientras dormía. No me mira y lo único que hace es levantarse para caminar dándome la espalda. Mi mirada recae otra vez a su bien formada espalda y a su dotado trasero, que sobresale en el momento que guarda sus manos en el bolsillo mientras mira el techo. Para ser sincera no sé qué hacer o decir, me gustaría hacerme la dormida, pero estoy segura que eso no funcionaría. ¿Qué debo hacer? Vestirme e irme, o sencillamente esperar a que él se vaya. No sé, nunca antes he estado en esta situación y me siento inexperta. Enseguida veo que se gira para mirarme y no sé qué pensar de esa mirada.

—¿Por qué no me dijiste que eras virgen, Millena?

¿Qué? ¡Ay no!, ¿y ahora? ¿Qué le digo? Se supone que esta conversación debía ser antes de tener sexo y no ahora, pensé que me había librado de ese momento incómodo. Además, ni siquiera me preguntó, tal vez pensó que no lo era. No sé por qué ahora lo pregunta o desea saberlo. Suelto un sonoro suspiro y me levanto un poco para quedar sentada procurando sujetar la sábana sobre mi pecho, lo miro pero no digo nada. Mi silencio lo exaspera más porque niega y empieza a dar vueltas. No pierdo la oportunidad de ver su formado cuerpo y a mi mente llega todas las imágenes de nosotros mientras hacíamos el amor. Creo que vuelvo a estar roja de la vergüenza y me acaloro al recordarlo, es imposible no hacerlo.

—¿Entiendes que pude haberte lastimado? —vuelve a preguntar acercándose a mí —. ¿Por qué no me lo dijiste, Millena? Imagínate si hubiese intentado hacer algo más enérgico. No quiero ni imaginarme como te habrías sentido.

Lo único que hago es mirarlo y al parecer eso lo enoja porque se gira y maldice.

—Al menos di algo. Odio hablar solo.

En este momento me siento como una niña de cinco años siendo regañada después de haber hecho alguna travesura. No sé porque hace tanto drama, ya eso pasó.

—¿Qué quieres que te diga? No me diste tiempo —suelto sin más —. Comenzaste a meter tu lengua donde no debías y...y... l-luego sentí miles de sensaciones en mi cuerpo que cuando reaccioné ya estabas encima mío y dentro de mí, ¿contento?

Ahora es él el que suspira y se acerca logrando sentarse en el mismo lugar que estaba cuando desperté.

—No te estoy reprochando nada —Toma mis manos y las acaricia —. Todo lo contario, quiero disculparme contigo, fui egoísta y no pensé en ti mientras hacíamos el amor. Admito que tuve tanto miedo que aun estando a punto de hacer el amor te arrepintieras y por eso quise hacerlo de forma rápida. Fui un tonto. Se suponía que era nuestra primera vez juntos, no tú primera vez.

No digo nada, aunque al parecer espera una respuesta. Para ser sincera al ver los pétalos de rosas pensé que Laura le había dicho algo. Porque nadie me quita la idea que esto también fue plan de ella. Pero para ser sincera no parece que haya pensado solo en él porque hizo que me sintiera bien, mejor dicho, muy bien. Creo que nadie lo hubiese hecho mejor que él. No niego que sintiera dolor o que me hubiese gustado que fuera más delicado, pero tampoco ha sido tan doloroso como para que piense que me ha lastimado.