Epílogo

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Los viajes de negocio siempre fueron una de las cosas que más disfrutaba de su trabajo. La excelencia de sus hoteles era algo de que alardear y sentirse orgulloso. Invitar, por no decir obligar, a Akilah a Milán Italia volvía ese viaje mucho más placentero que cualquier otro, el país del arte y del vino les habían brindado tardes de ocio espectaculares donde el menor no paraba de repetir cuan sorprendente era todo y que jamás creyó que saldría de su país. Sede de los creyentes devotos y de la mafia más perseguida, Italia lo tenía todo, tanto lo bueno como lo malo.

Llevaban dos días de hospedaje en Nápoles y parecían reacios a salir de la cama, la pasión que los envolvía era propia del amor que se tenían y hermosas costas e islas de la ciudad no parecían mejor plan que ese, pero después del merecido descanso de obligaciones Markov debía atender, su celular llevaba sonando un par de minutos, pero ninguno estaba dispuesto a detener el juego de caricias para atender un tonto recado.

Pero cuando la imagen de Connor apareció en la pantalla del celular de Akilah este rápidamente se preguntó ¿Y si era algo importante? Al cabo de unos segundos la pantalla se apagó tras perder la llamada, pero se volvió a iluminar mostrando la misma imagen, así que algo preocupado tomó su teléfono ignorando los reproches de Markov.

-¿Hola? -El ajetreo del otro lado de la línea no dejaba escuchar muy bien y los besos de Markov en su hombro lo perdían mucho más.

- Akilah... ¿estás con Markov? -La voz tan seca de Connor y el tono tan serio le dijo que su sospecha era cierta.

-¿eh? Sí, sí... Basta. -Susurró enfadado a Mark intentando descubrir que pasaba.

- Pues hubo un ataque a la casa de Vladímir y... -Akilah podía escuchar como Connor encontraba difícil soltar las palabras. Tiene que venir dile que... Sasha, creo que ella... no sé Aki creo que va a morir. -Las palabras impactaron a Akilah, no conocía en persona a la mujer, pero si estaba enterado de los últimos sucesos, pues Markov sabía soltar un poco cuando volvía de un día agotador.

- ¿Tu éstas bien? ¿y Luka...Noah se encuentran bien? -Markov frunció el ceño al ver tan preocupado a su pareja.

- Sí, no te preocupes estamos bien. -Respondió sonriendo, aunque su amigo no pudiera verlo, pues apreciaba esa preocupación.

Al finalizar la llamada Akilah trató de explicarle lo sucedido y mantenerlo calmado hasta conseguir un vuelo de regreso a NY YK. Pero no le sería fácil mantener los nervios de Markov a raya.

Aun estando en el aeropuerto parecía que desenfundaría su arma y secuestraría el vuelo. Cómo si fuera poco, las nueve horas de vuelo se volvieron 11 con todo el jaleo del aeropuerto. Cuando llegaron, sin mencionar que todo el trayecto fue muy tenso he imposible de terminar, luego de retirar sus maletas subieron a un taxi, habían tardado medio día en volver y Markov parecía castigarse, Akilah no podía hacer nada más que apoyarlo, pero el mayor cargaba tanto en los hombros que solo deseaba llegar con sus hermanos.

- Bellevue Hospital Center en la primera Avenida y East 26th Street, Manhattan. -Era de madrugada cuando llegaron y no habían recibido ninguna otra noticia ni llamado, pues durante el vuelo les fue imposible. Markov no quiso molestar a nadie y por primera vez tomó un taxi en madrugada directamente a ver a su Pakhan.

***

En la sala de espera de maternidad una ola de hombres de trajes formales con un aura de peligro en cada esquina se había instalado alrededor de las 19:00Pm. En la entrada del hospital había cuatro hombres resguardando. Algunas de las enfermeras y también las personas que entraban y salían se sentían incómodos y hasta temerosos, otras enfermeras coqueteaban inútilmente con aquellos hombres, la seguridad se redoblaba en las esquinas de cada cuadra. Con la presencia de Viktor, Yekov y Yarik hasta Nikolái se sentía más tranquilo, la mafia había tomado el hospital, pues los recursos de ese eran lo mejor para ofrecer a Sasha, después de un breve acuerdo con el director de la institución por una elevada suma de inversión o donación, como prefirieron llamarlo, les permitió resguardar todas las entradas con la promesa de no interferir en el trabajo de los empleados.

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