2. Un susto de muerte

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Me enamoré de ella de la misma forma en que suceden las tormentas en California; primero, un par de gotas de salpican tu rostro mojándote lentamente hasta que sin prevenirlo, estás empapado por completo

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Me enamoré de ella de la misma forma en que suceden las tormentas en California; primero, un par de gotas de salpican tu rostro mojándote lentamente hasta que sin prevenirlo, estás empapado por completo.

—Ten —le deposito una flor color carmesí. El mismo tono que adorna sus mejillas cuando le digo algo lindo—. La he cortado de un rosal que está a fuera.

Esbozo una sonrisa triste al imaginarla consiente. Sé que le encantan las rosas, ojalá pudiera oler el aroma que emana de la pequeña planta. Quedaría completamente fascinada. 

Me mata verla así. 

Soy positivo. Me digo a mí mismo que despertará. Que en algún momento del día abrirá los ojos y me pedirá que la bese sin descanso, sin preámbulos, sin motivo. Sólo que la bese. Y ese breve pensamiento es lo que me ha tenido cuerdo la última semana, pensando que su hoy no despierta, puede que mañana lo haga. 

Ojalá pudiera hacer algo para que recobrara el conocimiento. 

—Princesa, ¿sabes que es lo que han dicho los doctores? —cuestiono como si ella me fuese a responder—. Mencionaron que tu cerebro se está desinflamando y que muy pronto estarás de nuevo con nosotros. Muero por ver tus maravillosos ojos. ¿Te he dicho que tienes la mirada más fantástica del mundo?

 Suelto un suspiro al recordar la forma en la que aleteaba las pestañas cuando me miraba. Extraño tanto la sensación de nuestros labios y el sonido de su voz.

¡Ay, princesa, te echo tanto de menos!

—Posiblemente es una tontería pero te he traído esta flor, por si despiertas y no estoy a tu lado —cosa que no va a pasar, por supuesto—,  sientas mi presencia junto a ti.

La puerta se abre mostrando la imponente parecencia del señor Sanderson. Me alejo un poco de Camille, no quiero incomodar a su padre. Su mirada me escudriña atento, tal como lo hacía su hija antes de confiar en mí. 

Corta el paso hasta llegar a la cama y acaricia con ternura el rostro de su hija. No puedo imaginarme el sufrimiento que siente en este momento. Debe ser duro ver como hacen añicos el corazón de tu hija y luego, cuando finalmente recobra la felicidad, un accidente te la arrebata de nuevo.  

—Descansa un poco, Josh —ordena—. Tienes una pinta desastrosa. ¿Hace cuanto no duermes?

—Una semana, pero descuide, duermo un poco cuando André o Logan vienen a cuidarla. 

Él niega con la cabeza.

— Josh, por favor. Ve a descansar. Elena y Anastasia irán a la casa, diles que te lleven. Yo me quedaré con Camille, descuida. James no vendrá mientras esté yo aquí. 

Niego con la cabeza.

— Muchas gracias, en verdad. Pero estoy bien, tengo la energía suficiente —miento. No he dormido nada, y aunque lo tratará de hacer. No podría. Mis pensamientos están llenos de todos los momentos que pasé con mi castaña favorita. 

Cuando eras mía©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora