30. Se acabó

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Hoy lo vuelvo a ver

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Hoy lo vuelvo a ver.

Veo a ese recuerdo que sigue sin dejarme ir.

Y a pesar de que lentamente lo voy desprendiendo de mí, me aterra la idea de cruzar mi mirada con él. James se sigue colando por mis pensamientos, y a pesar de que cada vez que estoy con Josh logra desaparecer, al estar sola y por las noches la mirada que puso el último día en que nos vimos sigue congelando mi razón. 

—¿En qué piensas? —pregunta Adeline, mientras se desliza sobre su vestido color azul turquesa.

Suspiro y me encojo de hombros.

Ella es la única persona a la que le he confiado mis sentimientos. No me juzga. Sólo me escucha pausadamente y se dedica a comprenderme. Sé que si le contara de esto a André, iría a contárselo a Josh. Y no puedo permitir que eso ocurra. No quiero dañarlo más de lo que  ya  he hecho.

—No quiero volver a verlo —musito—. Estoy bastante bien con Josh —sentencio, levantándome para ayudarla a cerrar el cierre de su atuendo—. Creo que han sido unas semanas estupendas y no puedo darme el lujo de volver a caer ante él.

—Lo entiendo. Yo también estaría aterrada si el idiota de mi ex se apareciera de nuevo, sobre todo después del beso que se dieron. Lo bueno es que Josh lo sabe, porque sino ya estaría preparada para la tercera guerra mundial.

Aspiro y rasco mi cuello. 

—En realidad...

—¡Demonios! ¿Por qué no se lo has contado? Dijiste que se lo dirías, Camille —Se gira y me ve de frente—. ¿Estás consciente que eso es equivalente a sellar tu propia tumba?

—No creo que James intente algo. Me lo ha prometido —añado tratando de convencerme de mis propias palabras—. Ni siquiera sé si en verdad vendrá.

—Pues por tu propio bien, espero que no se atreva a pisar la playa, porque te juro que si intenta arruinar la fiesta, no me tentaré y le meteré un ramo de flores por el culo. 

Suelto una carcajada.

Imaginar esa escena me causa gracia, aunque en realidad es de ansiedad. No puedo ni pensar en lo que llegase a pasar si Josh se entera de ese beso. Simplemente acabaría con él.

—No pasará —digo—. James no recibió la invitación. Posiblemente no llegue. Ni si quiera sabe donde es.

—¡Ay, Camille! Estamos hablando del idiota que consiguió tu dirección. Puede que sepa que estamos hablando de él justamente ahora.

Espero que no. Porque si así fuera, yo ya estaría perdida.

Decido ya no contestar. Pongo un poco de música y ambas empezamos a arreglarnos en silencio. Tal vez así, logre ignorar el hueco y la punzada que se han formado en mi pecho. 

 

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Cuando eras mía©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora