Extra dos

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  —Buenos días, princesa—susurro en el oído de Camille

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  —Buenos días, princesa—susurro en el oído de Camille. Aprieta más los ojos y refunfuña como siempre, sin embargo al pronunciar lo siguiente, sonríe—:  ¡Hoy es el gran día! 

Se gira dejándome así contemplar sus preciosos ojos avellana que a pesar del paso del tiempo se mantienen más hermosos cada día. Junta sus labios con los míos y yo disfruto de ese pequeño ritual que hemos hecho desde hace ya diecinueve años. La acaricio con ternura, sin embargo, cuando Noah abre la puerta sin tocar nos separamos. 

—¡Mamá! ¡Papá! ¿Qué hacen? —exclama con cierto asco. Me tengo que contener para no reírme—. ¡Ustedes no pueden tener sexo! 

—Cuida tu vocabulario, Noah —advierte su madre. 

Él pone los ojos en blanco justo en el momento en el que comparto una mirada cómplice con mi amada esposa pensando que no puede estar más que equivocado que nunca, la noche que ayer compartimos lo prueba. Noto como Camille se sonroja, así que carraspeo la garganta para atraer la atención de mi hijo hacia mí. 

—¿Qué ocurre, campeón? —le pregunto. 

—Sólo quería despertarlos o si no llegaremos tarde, sé lo mucho que se tarda mamá comiendo. 

—Gracias, hijo —añade mi preciosa—. ¿Despertaste ya a Hannah y a Halley? 

El castaño asiente. 

—¿Y Emma ya está despierta? —cuestiono—. Es la que se gradúa. 

—Sí, papá. Se ha levantado desde hace dos horas y ha comenzado a arreglarse pero insiste en que la maquille mamá. 

Camille suspira.

—De acuerdo, dile que en un momento voy —dice Cam mientras rasca su cuello con nerviosismo—. Enseguida vamos. 

Noah cierra la puerta y vuelve a dejarnos en nuestra soledad. Ella se endereza, y aún desnuda se levanta para ir al sanitario. Contemplo el espectáculo con atenta devoción.

Es increíble que a pesar del paso del tiempo siga viéndose completamente reluciente, hace creer que es una mujer que se encuentra en los treinta, cuando en realidad ya tiene cuarenta y ocho.

—Deja de verme así —musita con una sonrisa en su rostro. 

—¿Qué quieres hacer? Hoy amaneciste mucho más bonita que una obra de arte. 

Me levanto para abrazarla con amor y depositar un beso en su suave cuello. 

—Vamos a llegar tarde, cielo —murmura con cariño—. Tu traje está en el armario, cuando vuelva quiero que al menos ya estés duchado. 

Suelto un suspiro largo, pero hago caso. Tiene razón, además, la graduación de Emma es más importante que absolutamente todo. Camille toma su bata de vestir y sale disparada al cuarto de nuestra primera hija. 

Cuando eras mía©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora