7. Los celos de Camille

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Después de estar un rato más en el sillón decidimos que es momento de vestirnos

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Después de estar un rato más en el sillón decidimos que es momento de vestirnos. Me levanto para pasarle la ropa a Camille. Ha quedado exhausta y no quiero que se canse más. Observo como se viste y sonrío como el idiota que soy.

—¿Qué? —pregunta. Yo me pierdo en sus ojos que brillan mucho más que nunca. 

—Nada. Es sólo que luces verdaderamente hermosa —Me acerco a ella y beso su frente. 

Ella suelta una risotada. 

—Es increíble que puedas hacerme la sangre miel —Se desliza por sus pantalones—. Te juro que jamás creí que volvería a ser tan cursi. 

—Pues te has equivocado —La jalo con cuidado y busco sus labios. Me da un pequeño beso y se da media vuelta. 

Toma su abrigo y se lo pone encima. 

—Creo que es mejor que nos vayamos. Necesito llevar esto a casa —Señala el cuadro—. Además necesitamos reservar el vuelo, quiero irme en cuanto antes. 

—De acuerdo —Sonrío—. Entonces manos a la obra, princesa. 

Abro la puerta para que pase con la pintura. Sé que si la hubiese bajado yo, me hubiera ahorcado, lo bueno es que es pequeña y casi no pesa. 

La ayudo a bajar los últimos escalones. 

Suelta un suspiro y sonríe. 

—Había olvidado lo que era cargar una pintura desde allá arriba. 

—No has querido que te ayude. 

Se limpia unas cuantas gotas de sudor que adornan su rostro y se gira para abrir la puerta del coche, sin embargo se detiene. Como está espaldas a mí no vislumbro lo que ocurre. Lo único de lo que me puedo dar cuenta es que toma algo con su mano. 

No dice nada y se da la vuelta. 

Trae un hermoso ramo de girasoles y una pequeña nota de papel. 

Sé de quien ha venido así que decido no preguntar. Ella me mira encogiéndose de hombros y me indica que suba al coche. 

Sin replicar hago lo que me pide. 

Camille enciende el radio y sonríe al escuchar que está la canción que le canté el día de nuestra primera cita. 

Le prometí que la llevaría a todos los lugares de mi lista y eso haré. De hecho, pienso empezar hoy mismo. Solamente espero que ella acepte. 

—Se ha vuelto mi canción favorita —musita sin perder la vista el camino. 

—Diría que también es la mía, pero la verdad es que no soporto a esos tipos. 

Ella sonríe. 

—Por favor, Josh. Estoy segura de que envidías la cabellera de Harry Styles —replica. Sus risos son alucinantes. 

Cuando eras mía©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora