Tomo un mechón rebelde que sobre sale de su cabello y lo acomodo. Esboza una sonrisa ante ese gesto. Me ha traído al corredor que está un poco lejos del vestíbulo principal. A pesar de que la luz es tenue, puedo contemplar sus bellas pestañas.
—¿Qué haces aquí? —pregunta después de unos cuantos segundos de silencio—. Pensé que me odiabas.
La miro con seriedad. Acaricio su rostro con la yema de mis dedos. Me duele que crea eso...pero sé que todo es mi culpa, yo le he dado razones suficientes para que lo piense, sin embargo está totalmente equivocada, porque aunque traté de hacerlo, no lo logré.
—No puedo odiar a la mujer que amo.
Sus ojos se cristalizan, parpadea un par de veces para esquivar las lágrimas que amenazan con salir, pero no lo consigue. Con mi pulgar, logro eclipsar una. No me gusta ver que llore por mí.
—Yo también te amo, amor.
Abro mis brazos y ella me aprieta con cariño, mientras su sollozo cesa un poco.
Comprendo que no podemos dejar esto de lado. Tenemos que hablarlo,sólo que en un lugar con paz y tranquilidad, no en el pasillo de la fiesta de una empresa.
Acaricio su fría espalda.
—Prométeme que no te volverás a ir. Que esta vez te quedarás aquí conmigo para siempre.
—Siempre es una palabra enorme —murmuro.
—Y un riesgo que planeo correr si tú estás a mi lado.
Quito una de mis manos de su cintura y la meto en el bolsillo de mis vaqueros, tomo el aro de plata que descansa en mi interior. Lo aprieto con fuerza y recito el mantra que vine recitando en el auto desde hace un poco más de un día.
¿Te casas conmigo?
Tomo aire y me preparo para hacerlo.
—¡Camille! —exclama la voz de su madre—. Será mejor que vengan, faltan cinco minutos.
Mi princesa se separa de mí y da un tierno beso en mi mejilla. Toma mi mano y me encamina al centro del salón.
Las decoraciones son un poco exageradas y ostentosas, nada que ver con mi humilde decoración, pero aún así, pienso que mi casa luce mucho más navideña. Unas luces enormes decoran las paredes del lugar y hay un gran árbol de navidad blanco justo en una de las esquinas del salón. Del otro lado está la banda musical y la pista de baile. Mientras que en diversos sitios se encuentras las mesas con la sofisticada cena y los vinos importados.
A veces me pregunto ¿cómo es que a Camille no le interesa nada de esto y prefiere estar conmigo?
La gente empieza a rodearnos. Si bien, la mayoría está en sus propios asuntos, unas cuantas personas me miran de arriba abajo por mi desalineado aspecto, pero eso es lo menos que me importa. Tengo al amor de mi vida entre mis brazos.
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Cuando eras mía©
RomanceSecuela de "Cuando era tuya", para poder leerla tendrás que haber leído el primer libro. Dicen que el primer amor nunca se olvida; dicen que donde hubo fuego cenizas quedan, pero Camille está convencida de que ha olvidado a James Scott, el hombre...