19. El nuevo estudio de Camille

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Me besa con tanto cariño que tengo que agarrar con fuerza la bandeja del pavo para no salir volando

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Me besa con tanto cariño que tengo que agarrar con fuerza la bandeja del pavo para no salir volando. Camille me hace elevarme al cielo tan sólo con el sabor de sus labios.  

Mi princesa se separa de mí y suelta un largo suspiro. 

Me encantaría saber qué es lo que está pensando justo en este preciso momento. 

Adeline aclara su garganta y le sonríe a la castaña con complicidad. 

¿De qué me he perdido? 

—Anda Josh, vete de aquí que solamente le haces perder el tiempo a Camille —replica mi madre, con una sonrisa enorme en el rostro—.  Tu novia tiene que terminar de embriagar el pavo. Si te quedas aquí, serás tú el que se embriague... pero con sus besos. 

Camille me mira un poco sonrojada, aunque no tanto como yo. 

Miro a mi madre y agrego lo siguiente: 

 —De acuerdo, de acuerdo. Me iré, pero antes necesito hacer esto —Me separo del lado de mi preciosa novia y corro a donde están preparando el relleno y robo una cantidad considerable. 

Salgo disparado de ahí, antes de que mi madre me alcance a dar algún golpe con el cucharón. Cuando llego a la sala con los chicos escucho las carcajadas de Camille y sé que la he hecho sonreír. 

Alzo mi cabeza al televisor y frunzo el ceño al notar que están viendo el festival del Día de Acción de Gracias. 

Cuando era niño, mi padre nos llevó unas cuantas veces.  Recuerdo que a mi hermano le compraron un enorme globo, al que  llamó Peter el pavo. Tyler solía jugar con el todo el tiempo, hasta que una tarde en la playa lo soltó por accidente.

No dejé de burlarme de sus chillidos durante una semana entera. 

Mi corazón se me encoje al darme cuenta que Tyler está a punto de cumplir veintitrés años y que posiblemente, si mi madre muere justo en el momento estimado, no podrá verlo graduarse de la universidad. 

 —Josh —murmura André, tendiéndome una cerveza. La acepto y me indica que salgamos al porsche de la casa. 

Nos sentamos en el suelo y brindamos. 

—Quiero pedirle a Adeline que se case conmigo —suelta de repente. 

Me atraganto con mi bebida. André empieza a golpear mi espalda hasta que dejo de toser por completo. 

¿Casarse?

—¿Estás seguro de lo que estás diciendo? —le digo—. Entiendo que estés perdidamente enamorado de Adeline, pero el matrimonio es hablar acerca de una vida entera. 

Sonríe hacia el horizonte. 

—Mira quién habla... señor ¿quieres venir a vivir conmigo?  —se burla, y yo frunzo el ceño—. Estoy seguro de que si Camille se quisiera casar ya se lo hubieses propuesto desde hace mucho tiempo.

Cuando eras mía©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora