45. Una sorpresa bastante extraña

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Estoy bien

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Estoy bien. 

Lo estaré

Tomo aire. Me trago el nudo que se ha formado en mi garganta y me levanto decidida a no arruinar este día tan especial para Adeline. 

Ella no tiene la culpa de todas las cosas que llevo cargando desde hace tiempo. 

—Creo que me he enamorado de nuevo —Escucho la voz de mi amiga—. Es alucinante. 

 Se ve preciosa. Parece una princesa. 

Se traslada despacio por encima de la alfombra con una gran sonrisa en el rostro. El vestido pisa el suelo, sin embargo no es tan voluptuoso y puede moverse con seguridad. 

—Tienes que llevártelo —murmuro—. En verdad te ves preciosa. 

Su sonrisa se ensancha considerablemente, da un par de volteretas y le hace caras graciosas al espejo, sostiene su cabello en una coleta alta para después fruncir el ceño pero al final vuelve a sonreír. 

Yo suelto una carcajada. 

—Entonces ya está. ¡Este es mi vestido! —dice segura.

—¿No quieres ver otros modelos? —pregunto—. Tal vez haya otro que te enamore mucho más —le guiño un ojo. 

Niega con la cabeza. 

—Ah, no. Me rehúso —canturrea—. No se me nota la barriga, además me veo con menos trasero. 

Me acerco hasta ella para abrazarla, me corresponde mi afectuoso gesto y suelta lo siguiente: 

—Voy a pagar esto y nos vamos a comer. El bebé ya tiene hambre. No hay que hacerlo esperar. 

Adeline regresa al vestidor para ponerse sus jeans y su chamarra de mezclilla. La acompaño hasta el mostrador, luego, manejo hasta un restaurante de comida rápida en donde empezamos a platicar acerca de todos los malestares que el embarazo le ha estado causando. No sé que hubiese hecho si el susto que me lleve en Diciembre hubiese sido cierto. 

No soportaría todas las nauseas que ella tiene y mucho menos las hormonas que la hacen cambiar de un estado de ánimo a otro. Suficiente tengo con mi carácter tan especial. 

Dejo que hable y hable... no quiero contarle absolutamente nada de Josh o de James, porque estoy segura de que en algún momento me preguntará por lo menos por el castaño, sin embargo, no es ninguno de ellos quien protagoniza su siguiente cuestión. 

—¿Y qué ha pasado con Trébol? ¿Has vuelto a salir con él?

Frunzo el ceño. 

—Como amigos, sí —respondo, mientras tomo una de mis papas fritas—. Ya te había dicho que el término salir lo estás ocupando mal en cuanto a él y a mí. Treb es sólo un amigo y compañero de trabajo que me ha estado ayudando en cuanto a mi futuro profesional. 

Cuando eras mía©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora