15 | No te entiendo

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Alex

Quedaban solo dos días para ir a modelar junto a Miguel, al edificio que fuimos cinco días atrás.

Max estaba encima mío, me acababa de levantar y no era porque no tenía más sueño, era porque Max me había despertado con sus supetones mañaneros, obviamente, en la cara.

En serio, este perro tiene problemas de amor.

Me quedé un poco en la cama, acariciandolo.

Era un perro que tenía bastante pelo, pero no me importaba ya que mis sabanas eran del mismo tono que su pelo a si que no había problema.

–Ahora voy a correr contigo, grandullón–dije dandole un beso.

Me quité la ropa en mi habitación, quedando desnudo y cogí mis cosas, miré mi ventana y Tyler estaba asomado por la ventana.

Menos mal que solo me había visto el culo.

Me tape con las manos la entrepierna y me giré por completo.

–¡No me vigiles!–dije yo.

–¡No es mi culpa que haya buenas vistas en el cuarto de Miguel!–dijo–le tengo que cambiar el cuarto.

–Da igual–dije yo dirigiendome al lavabo para darme una ducha.

Me destapé la zona cuando entré a la ducha y abrí la manecilla del agua fría.

Quería estar despejado, y con agua caliente en verano no podía, más en Los Ángeles que siempre hacía un calor que flipabas.

Salí después de unos minutos y me vestí en mi cuarto, no sin antes bajar la persiana para que Tyler no me pudiera observar desnudo.

En ese momento pensé que Tyler tampoco estaba tan mal, solo que su actitud era nefasta.

–Alex, el chico del Game pregunta por tí–escuché a Laura decir desde el recividor.

–Voy para allá–dije abriendo la puerta para que Max y yo salieramos de mi habitación.

Estaba emocionado de verlo, no lo veía desde hace tiempo por temas que desconocía en ese momento.

–Hey–dije cuando abrí la puerta un poco para poder verle.

–Venía para sacar a tu perro, puedo, ¿no?–dijo Miguel.

–¿Como?–dije frunciendo el ceño.

–Que si podría sacar a pasear a tu perro–dijo encogiendose de hombros.

–Primero, no confía en personas que no conoce, y tu eres uno de ellos–dije–segundo, lo voy a hacer yo, tercero, no le gusta andar, le gusta correr–estaba enumerando las cosas con los dedos–y cuarto, pasa a desayunar y corremos juntos–dije abriendo más la puerta.

Sonreí y pasó al piso, cerré la puerta y deje que fuera a la cocina, como si estuviera en su misma casa.

–Como en tu casa–dije dandole unas palmaditas en la espalda.

–Gracias–dijo este.

Entré en la cocina dispuesto a hacer el desayuno de él y de mí, para poder ir a correr tranquilo y sin ningún problema de comida ni nada parecido.

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–No vuelvo a correr contigo–dijo Miguel agotado, tumbandose debajo del roble, a mi lado, donde estaba tumbado yo.

Menos mal que había sombra, porque si no me moría junto a Miguel.

Bebí agua y la que quedaba se la pasé a Miguel para que bebiera, ya que estabamoa desidratados.

El chico del GAME © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora