16 | Por ser tu

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Miguel

Me desperté por una pesadilla, estaba sudando como un pollo, tuve que levantarme a las 6 am porque con esa pesadilla no podía dormir otra vez.

Salí de mi habitación y escuché unas voces.

–No–dijo alguien del cuarto de Mick.

Me asomé por la puerta y vi que Alex estaba solo tumbado en la cama, Mick no estaba.

Después me acordé que me dijo el día anterior  que iba a surfear muy temprano, mientras veía el amanecer.

–¡Guillermo, papá!–dijo este ya llorando, gritando, sufriendo una pesadilla.

Se despertó y vi que estaba peor que yo, su pesadilla era peor que la mía, eso estaba bastante claro, su cara lo expresaba.

Se giró hacia la pared y pude escuchar como sollozaba, lloraba.

Entré en la habitación y le toqué el hombro, se apartó en seguida.

Se dio la vuelta y ví que tenía toda la cara mojada por las lagrimas, con la mirada triste y perdida, el pelo desordenado y un brillo que la luna reflejaba en su pecho, que era sudor.

–Miguel–dijo con la voz quebrada y rota.

Me mataba verle así, se me hacía un agujero en el pecho que nunca había sentido, ni cuando mi madre me dejó abandonado aquí, en Los Ángeles. Ella se fue con su novio millonario y desde entonces no escuché su voz, hacía un año.

Volvió a llorar y se dio la vuelta, mirando a la pared, vi como su cuerpo se movía de arriba abajo por estar sollozando.

–Tranquilo–dije yo.

Le di un abrazo por la espalda, nuestras pieles desnudas se juntaron.

Mi torso en su espalda.

Siempre lo vi muy feliz, con vida en sus ojos, pero cuando me vió esa vez, no tenía vida en ningún lado, como si el coco se lo hubiera llevado.

Se sentó y se dio la vuelta, me abrazó y sus lagrimas caían en mi hombro, dejandome ver su debilidad.

–Ya, ya...–dije dando circulos en su espalda con mis dedos de las manos.

Cuando se relajó, que fue después de bastantes minutos, se separó y me vió.

–Perdín–dijo intentando sonreír. No lo logró, solo puso una mueca.

–No, no pidas perdon–dije serio–tu me ayudaste cuando la sufrí también, a si que no pidas perdon–dije atrayendole a mi.

Envolvió sus brazos por mi torso y yo por encima, por sus hombros.

–Yo también he tenido una–dije, era una pesadilla donde caía de un precipicio.

–Yo he tenido la de siempre–dijo poniendo su cabeza en el hueco de mi clavícula derecha.

–¿Cuál es?–dije–si no quieres contarmelo no tienes que hacerlo–dije.

Se separó y se puso en modo indio, dispuesto a contarmelo.

–Vale–dijo–hace un año, el veintinueve de julio, mi padre tenía que hacer un viaje de trabajo, donde Guillermo–dijo él, respirando hondo–que era mi hermano mellizo, quiso ir porque mi padre tenía que venir aquí, a Los Ángeles–contó.

Hizo una pausa para buscar las palabras necesarias.

–En ese entonces vivíamos en Londres, y Guillermo se empeñó en ir allí, yo me quedé con mi madre y con Valerie, mi madre estaba mala, tenía cancer y mi hermana no sabía nada al respecto.
Tuve que dividirme el tiempo en cuidar a mi madre, a mi hermana, estudiar, porque estaba ya en la universidad–dije empezando a llorar.

El chico del GAME © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora