Capítulo 4: Atenuación.

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Me acerqué al espejo con el pintalabios, que Maya me había prestado, preparado en mi mano derecha. Me había puesto maquillaje, del color de mi piel, para cubrir las pequeñas imperfecciones de mi rostro, y después había puesto un poco de sombra marrón sobre los ojos. Había pintado una sutil línea negra con mi perfilador, extendiéndola un poco más allá del final de mis párpados.  Mis pestañas se desplegaban hacia arriba, ennegrecidas y endurecidas, gracias al rímel,  y podía verse el toque que me había dado con el colorete en mis mejillas; Me pinté los labios de un rosa flojo, luego coloqué un pequeño trozo de papel entre ellos y los apreté para eliminar lo que había de más.

-¡Yo ya estoy!-informé a sabiendas de que las chicas no me estaban escuchando, pues estaban arreglándose también.

Dejé a un lado mi estuche de maquillaje para que no estorbara a las demás cuando se pintaran, y me giré pensando en mi holgada blusa blanca, ya que era lo último que me quedaba por ponerme. Sorteé los macutos de las chicas mientras caminaba, al igual que algunos secadores, alisadores y rizadores de pelo conectados y listos para su uso. Mis pantalones negros de cuero, que se adherían a mis piernas, sonaban al roce con mi caminar. Con mis zapatos negros, con plataforma de dos centímetros y tacones de aguja,  no tuve ningún problema para llegar al cuarto de baño que Meiko tenía incluido dentro de su habitación. Me lavé las manos una vez allí y ajusté mejor los tirantes de mi sujetador color carne cuando me las sequé con la toalla color azul celeste. Me ahuequé el pelo con mis manos un poco, ya que no me había hecho nada en éste, y después salí para coger mi blusa de encima de la silla que había a un lado del armario de mi amiga. Después guardé lo imprescindible en mi pequeño bolso cuadrado de color negro, me colgué el amuleto y me dirigí al salón donde ya sabía que nos estarían esperando los chicos.

Era sábado e íbamos a salir todos, inclusive Nathan que nos había sorprendido apareciendo por allí a última hora, y es que no lo había hecho en toda la semana desde que llegué. Él se fue antes de que yo volviera a la casa de Meiko al día siguiente de mi llegada. Me contaron sobre una pelea de Nathan y Vítor en esa mañana. Todo eso me entristeció más aún pero no le hice saber nada, me lo tomé como si no me importara y aunque mis amigos sabían que no era así, no comentaron nada, ni siquiera Maya. Me estuve preguntando entonces si verdaderamente yo le había hecho algo para que se comportara así conmigo y resultaba que no me acordaba, pero no había nada. Se pasaba algunas tardes pero no se quedaba lo suficiente como para que me envalentonara y le pidiera hablar a solas para que me explicara algo de aquello, porque estaba totalmente perdida en su forma de ignorarme.

Me senté en una esquina del sofá y crucé mis piernas, despegando el oído de la conversación que mantenían mis amigos en cuánto escuché las palabras “penalti” y “tarjeta amarilla”, aún estaban discutiendo el partido que habían visto hacía una hora mientras nosotras nos bañábamos. Estaba cogiendo “Tercera tumba todo recto” de encima de la mesita baja que tenía delante y dónde lo había dejado antes de ir a ducharme y arreglarme, cuando se rodearon todos –advirtiendo entonces que estaba allí- para preguntarme cuánto tiempo le quedaba a las demás.

-Un buen rato-contesté con una sonrisa mientras apoyaba mi espalda en el sofá y abría el libro por dónde tenía mi marca páginas plateado en forma de clave de sol.

Expresaron sus quejas en murmullos y resoplidos, y volvieron a lo que estaban.

-¿Ya estás otra vez?-me interrumpió Alan, divertido, cuando ya iba por la segunda línea de la página.

-Shuuu-Agité, graciosa, mi mano en el aire para indicarle que me dejara leer.

Aprovechaba cada momento para seguir con la novela. Siempre era la última en acostarme cada noche, y unas cuantas veces me tuvieron que quitar “Segunda tumba a la izquierda” para que les prestara atención cuando me hablaban. Al final no estaba leyendo tan rápido como lo hubiera hecho de estar en casa, sola, ya que todavía iba por el tercero.

Prohibidos: Esclavos del tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora