Capítulo 23: Morado anaranjado.

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El día anterior había sido largo y solitario. No había visto a nadie más que a mis padres y al personal sanitario que me había realizado las pruebas porque el horario de visitas ya había terminado para cuando acabaron conmigo, así que no pude ver a Nathan ni en mi cuerpo, ni fuera de él ya que mi madre me había inyectado una sustancia, con mi permiso, anulando mi poder para que mis ojos volvieran a ser normales y las cicatrices y heridas que tenía, no curaran tan rápidamente. Debía parecer normal y confié en ella para eso. Me prometió que el efecto solo duraría dos días. No tuve otra opción; Los resultados de mi examen médico, que llegaron a la noche, no revelaron nada fuera de lo normal, por lo que Jenna le pidió a mi médico por mí que me dejara marcharme a casa con el aliciente de que al día siguiente debía despedir a Maya junto con toda su familia y amigos. Aceptó sin agrado con la condición de que pasara la noche en el hospital y que si en algún momento notaba el más mínimo dolor, acudiera allí urgentemente.

Llegamos a casa con la primera luz del alba. Iba de calmantes hasta la médula. Cuando estuve sola en mi habitación, sentada a un lado sobre mi funda nórdica azul marino, respiré profundamente y solté todo. Mi tristeza y agonía se escapaba por cada poro de mi piel. Necesitaba intimidad, no tener que aliviar mis ojos llorosos ni hacer un esfuerzo por hablar cuando se supone que debía hacerlo. Estaba cansada de cuidar mis gestos y expresiones, solo quería silencio, o de fingir una sonrisa para complacerles cuando la requerían. Habían repetido una y otra vez que todo iba a estar bien. No, nada iba a volver a estar bien. Me enfadaba escuchar eso. El tiempo no curaría nada. El tiempo no me haría olvidar, y si pudiera, yo no querría aunque doliera recordarla. Quizás me molestaban esas palabras no porque creyera que ya eran ciertas sino por el miedo de que se cumplieran. ¿La olvidaría? No a ella como la persona que fue sino a la amiga que tuve, a cada momento. ¿Era real? ¿Se había ido? Me negaba ante la idea de que no estuviera sentada en la segunda fila en el colegio, justo delante de mí, de no ir a verla a casa simplemente cuando me apeteciera o de no escribirnos mensajes de texto o llamarnos para charlar de cualquier tontería.

Me demoré en la ducha más tiempo del normal, estaba ida totalmente, lejos realmente de allí. Mi cuerpo ejecutaba los movimientos de forma automática mientras yo viajaba entre recuerdos y saltaba de pensamiento en pensamiento. Ese estado me absorbió, ni siquiera sabía cómo había llegado a sentarme en la cama o cuándo había elegido ponerme esas mallas grises y el jersey ancho de punto, color blanco, que me quedaba a medio muslo. Embriagada por el dolor de su pérdida, no conseguía recordar qué acciones u órdenes le había dado a mi sistema para terminar así. Era una de las peores borracheras que me había tocado conocer. Sin saber por qué estaba haciendo lo que hacía o qué pensamiento me había llevado a ello, cogí mi teléfono móvil de la mesita donde al parecer lo había dejado mi madre tal y como le pedí cuando se lo dieron en la bolsa en el hospital. La pantalla se había roto en la caída, agrietada por todas partes, y la cubierta trasera no podía volver a colocarse porque se le habían partido las clavijas que la enganchan. Me moví mecánicamente y saqué de uno de los dos grandes compartimentos que tenía bajo la cama, la pequeña cajita donde tenía guardado mi móvil antiguo. Iba a abrirla cuando un ligero cambio en la temperatura del ambiente me hizo parpadear dos veces y despertarme. Se me aceleró brevemente el corazón. Volví a limpiarme las lágrimas para poder ver con claridad y sorbí por la nariz alzando la cabeza hacia la puerta, cerrada, esperando escuchar su voz al otro lado. Me llevé una mano al colgante sin pararme a pensar cuándo entre el intervalo de tiempo desde que llegué del hospital hasta ese instante, había vuelto a ponérmelo.  

Se demoró en subir, al parecer por hablar con mis padres. Le esperé sin apenas moverme, intentando aclarar mi garganta y deshacerme del nudo del estómago para que me dejaran hablar sin llegar a mostrar lo destrozada que de igual forma sabían todos que estaba.

Prohibidos: Esclavos del tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora