Primeras impresiones

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Elle Lawliet, recién mudado de Inglaterra no entendía que es lo que hacía siguiéndole los pasos a un muchacho al cual acababa de conocer. Había confiado en que su abuelo no le daría permiso tan pronto le llamó por teléfono, pero contrario a lo que pensó, el mayor había sido demasiado permisivo y solo le pidió que llamase para saber si regresaría para la hora de la cena o si comería en la casa de su amigo. Y Light sonrió al escuchar al dulce anciano porque Elle había puesto la llamada en alta voz, olvidando que Watari no era sus padres, quienes ya se sabían las manías del azabache y el tono que usaba a través del teléfono cuando quería zafarse de algún plan pero quería culparlos a ellos con el típico "lastima, mis padres no me dieron permiso."

—¡Mira, allí está mi casa!— anunció el castaño señalando con su dedo a la casa que estaba al cruzarse la calle, y Lawliet, quien en todo el camino había estado pensando en sus cosas logrando no prestar atención a la infinita platica de Light, no pudo continuar ignorándolo cuando sintió una mano rodeándole la muñeca jalándolo con prisas para cruzarse la amplia y vacía calle, acercándose más a la valla de manera que rodeaba por completo la casa, ésa que era más pequeña que la de su abuelo, pero aún resultaba ser grande si Lawliet lo comparaba con el apartamento donde solía vivir. -es bonita, ¿no?- comentó sonriendo quedándose de pie en medio del camino de baldosas que dirigían a la entrada una vez que habían cruzado la puerta de la cerca, notando que su amigo paseaba su vista en el amplio y verde patio, el cual estaba rodeado de copiosos pero ordenados arbustos, y como toque final, bajo las dos ventanas estilo francesas ubicados al frente habían dos largas macetas de barro conteniendo unas bonitas y coloridas flores que Lawliet no conocía, pero que dichos colores combinaban perfecto con el color taupe profundo de las paredes.

—Si... son hermosas, la verdad— comentó caminando despacio por el adoquín, tomando entre sus manos una flor de un naranja chillante, parecida a una rosa pero que cuyos pétalos eran pequeños y en mayor cantidad.

—Mi mami les dedica al menos una hora cada mañana... ella dice que siempre encontró relajante lo referente a la jardinería, y mi padre le prometió una casa con un amplio jardín cuando aún eran novios... — Lawliet dejó de prestar atención de nuevo cuando Light nuevamente se había ido por las ramas, comenzando a contar cosas del noviazgo de sus padres. —pero mi padre terminó comprando una casa cuyo suelo era árido, y tuvieron que invertir para poder dejarlo en como es ahora, dicen que cuando yo nací aún estaban cavando algunas partes y aplanando otras para rellenar con tierra negra, por eso casi me muero de tanto polvo cuando tenía pocos meses de nacido.

—No me digas— suspiró, subiendo los tres cortos escalones para quedar frente a la gruesa puerta de madera, la cual en el medio lucía una pesada aldaba de metal, la que el castaño tomó para golpear la puerta con ella.

—Si, te lo juro, casi me muero— comentó inocentemente, sin percatarse del sarcasmos inyectado en las palabras del azabache, quien no pudo sacar de su error a su nuevo amigo porque antes que pudiese decir algo, la puerta se abrió, dejándose ver una mujer de cabello marrón que debía rondar los cuarenta, pero que se mantenía en buena forma.

—Sabía yo que esa voz solo podía ser la de mi Luz— su aguda voz hizo que el azabache arrugase la nariz incomodo, caso contrario pasó con Light, quien sonriendo se dejó envolver en un cálido abrazo antes que un sonoro beso fuese plantado en una de sus mejillas. —Ya quiero que sean las vacaciones de nuevo, extraño tenerte en casa— lo apretó con más fuerzas ante la incómoda mirada del azabache, quien prefirió voltear hacia otro lado.

—Pero si las clases acaban de empezar— sonrió, jadeando por la falta de aire cuando su madre lo apretaba con más fuerzas hasta que decidió soltarlo luego de plantarle un nuevo estridente y largo beso en la misma mejilla. —mira mami, él es el amigo de quien te hablé— continuó haciéndose a un lado presentando al azabache, sin molestarse en limpiar la posible marca de labial rosa que había quedado en su piel. —Se llama Elle Lawliet. Elle, ella es mi madre, Sachiko Yagami.

Sin miedo a quererte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora