Capítulo 30.

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Presente
Olivia lucha contra la ventisca, que le corta la cara, a pesar de que está tapada con un pañuelo. Se siente sin fuerzas, tiene los huesos congelados. Un ruido le hace alzar la vista del suelo, donde hace instantes que yace arrodillada, y ve algo oscuro acercarse entre la blanca nieve. Se trata de una camioneta, que para justo a sus pies y le abre la puerta. Ella, al ver a Ray, sube sin pensárselo.

– ¿¡Livy, qué haces aquí!?

Ambos se funden en un abrazo. Olivia apenas puede articular palabra, así que Ray se espera a que entre un poco en calor envolviéndola en sus brazos. A la izquierda de Ray, en la camioneta de tres plazas, se halla Graham, conduciendo el vehículo. Olivia ni siquiera pregunta por él cuando lo ve.

– ¿Estás bien, Livy?

– Sí. Tranquilo Ray. He venido a buscarte.

– ¿Dónde está Lara?

– Ella está bien, está viva. Pero la tienen secuestrada. Me ha dicho que te encuentre; y eso es lo que he hecho. No quiere que hagamos nada, quiere recordar lo que pasó. Cuando lo haga, ya nos encargaremos de sacarla de ahí. De todas formas, mañana podremos hablar con ella. Ahora volvamos a casa y refugiémonos de esta tormenta.

Ray recapacita sobre todas las palabras de su amiga.

Charlie se acaba el agua del vaso.

– ¿Qué vamos a hacer con los otros, el valiente y la francotiradora? –le dice de pronto uno de sus hombres.

– No sabemos dónde están. Quizás estén muertos; la tormenta seguramente les habrá alcanzado.

– Podemos mandar a un escuadrón a por ellos.

Charlie se da la vuelta y contempla la nieve a través de una de las ventanas de la cocina.

– ¿Por qué no? –dice finalmente–. Y coloca también vigilancia en todas las entradas al pueblo. Que no se acerquen al búnker, ¿de acuerdo?

Su hombre asiente con la cabeza y coge un walkie. Justo cuando parece que va a hablar a través de él, se vuelve de nuevo hacia Charlie y le pregunta:

– ¿Los quiere vivos, muertos o le da igual?

– Quizás podrían ser útiles...

Charlie se queda un segundo en silencio.

– No. Muertos mejor –sentencia finalmente.

Su hombre se aleja del lugar comenzando a dar órdenes a través del aparato. Charlie sigue mirando por la ventana.

No va. El coche de Jamie ya no va. No tenía tiempo para ponerle cadenas a las ruedas; y ahora ya puede olvidarse del coche. Abrigado de pies a cabeza, abandona el asiento del conductor apoyando sus altas y reforzadas botas sobre la gruesa capa de nieve, viendo cómo se hunden en esta. Cierra la puerta, se guarda las llaves en el bolsillo de la chaqueta y abre el maletero. Coge su mochila y se la cuelga a la espalda. Consulta Maps, pero no tarda en descubrir que su móvil no funciona.

– De acuerdo. ¿Dónde estoy...?

Dice en voz alta mientras despliega un mapa de aquella zona que ha conseguido. La policía ya hace horas que va en su busca; pero ni siquiera sabe dónde ha ido. Y no cree que lo descubran, a menos que a Carter le de por cantar. Pero no, después de dejarse romper la nariz por él, no cree que lo delate.

– El lago está a no muy lejos de aquí. Si me pongo en camino, podré llegar en una hora o así... –dice él, hablando sólo de nuevo.

No lleva ni diez minutos caminando cuando empieza a notar que el aire se ha vuelto más frío y cortante. Tarda poco en comprender que se está adentrando en una tormenta de nieve.

– Oh Dios...

Vuelve a consultar el mapa. "Hay un pueblo aquí cerca", piensa. Decide poner rumbo a él y retomar el viaje cuando la tormenta cese.

La camioneta está llegando a la primera entrada al pueblo. Un poco antes de llegar, Graham se da cuenta de que hay unos cuantos hombres armados.

– Tenemos un problema...

Ray, que estaba hablando con Olivia, vuelve la cabeza al frente.

– Para –ordena, y el viejo así lo hace–. Da la vuelta. Entraremos por la parte suroeste.

Graham echa marcha hacia atrás, en dirección a la próxima entrada.

– Esto no me huele bien... –dice Olivia–. Quizás en la otra entrada hayan más.

– Es posible. Nos aseguraremos.

Jamie se encuentra a pocos kilómetros del pueblo. Está exhausto y tiene frío, a pesar de lo muy abrigado que va. No sabe cuánto más aguantará a la intemperie. Necesita ya una hoguera caliente dónde recuperarse. Entonces ve que un camión reforzado se acerca hacia él, que camina al extremo de la carretera, para no perderse. Al verlo, se esconde. Cuando el vehículo ha pasado de largo, susurra:

– Aquí hay algo que no me huele bien...

Y continúa por el camino con paso ligero.

En efecto, en la entrada suroeste hay más soldados. 

– Bajaremos aquí, entraremos por ese callejón y treparemos por el depósito de agua.

– ¿Y si nos pillan, Ray? –le pregunta Olivia.

– Entonces tú te esconderás. Yo los entretendré y con un poco de suerte podré negociar.

Graham los escucha en silencio, observando a los soldados.

– ¿Y yo qué hago? –pregunta el viejo de pronto.

Ray lo mira estupefacto. Había dado por hecho que aquel buen hombre no quería meterse en ningún lío.

– Bueno, usted puede esperar aquí por si hay que huir.

– ¡No! –protesta el hombre, molesto–. Que sea algo más mayor que tú no quiere decir que no sepa hacer nada. Anda, tú déjame, yo distraeré a esos guardias mientras vosotros trepáis a esa cosa y os coláis en el pueblo. Pero una vez dentro tened cuidado; ¿entendido?

– Claro. Muchas gracias, Graham. De veras se lo digo.

– No hay por qué darlas, chico. Ahora vamos, bajad del coche.

Olivia y Ray se adentran en el callejón. Antes de acercarse al depósito, observan a Graham como avanza hasta la entrada y al instante es detenido por uno de los soldados.

– Es nuestro momento –dice Olivia.

Ray coloca sus manos en forma de cuchara, donde Olivia coloca un pie y luego se impulsa y salta hasta la verja metálica, enganchando los dedos. Coloca los pies y salta al otro lado. Una vez allí, coge una caja de metal en la que se encuentran los instrumentos de los técnicos del depósito y los fontaneros de la compañía de agua y se la pasa a Ray. Él se sube encima y, tras un fuerte impulso, cruza al otro lado. Pasan por debajo del depósito y se adentran en los primeros edificios del pueblo.

Entonces se oye un disparo. Ray se detiene y mira a Olivia.

– ¿Qué ha sido eso?

¡Ay! ¡Qué emoción! Hemos llegado al 1K de visiones y de verdad que estoy realmente feliz. Gracias a todos los que siguen la historia ♥

Pues así llegamos hasta el capítulo 30; en efecto, un disparo. Y obviamente, no habrá sido un disparo al aire. Así que id preparándoos, porque el disparo puede haber sido dado a cualquiera...

Puedo ser muy malo muajajaja.
Nos vemos en el próximo capítulo; a continuación, el especial 1K ;)

Tomb Raider. Fantasmas del pasado [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora