Capítulo 11.

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Presente
Pasa algún tiempo hasta que de nuevo aquel hombre vuelve a hablar con Lara:

- ¿Te encuentras bien?

Lo cierto es que no, se nota un tanto mareada. Al parecer, su secuestrador se lo ha notado en el rostro.

- Sí, supongo que serán los nervios que pasas cuando te raptan...

- Ja ja, ¿graciosa verdad?

Dice mientras se gira al compañero, esperando respuesta.

- Lo cierto es que sí, tiene humor...

Contesta el otro. Tras decir esto, le hace una señal al que aún sigue frente a ella. Los dos se alejan hasta la esquina opuesta a la que se encuentra ella, y comienzan a hablar en voz baja. Ella no puede escuchar lo que dicen, así que aprovecha para pegar otra mirada a su alrededor. No muy lejos de ella se encuentra una mesa vieja. Encima de la mesa hay ciertas herramientas de taller, entre las que destacan un martillo y una llave inglesa; además de clavos y tornillos de diferentes tamaños. Mientras, la conversación entre los secuestradores aumenta de volumen y comienzan a escucharse palabras seguidas:

- ¿Y si lo sabe qué?

- ¡Ya escuchaste que no recuerda nada! ¿Sabes lo que es nada? ¡NADA!

- ¿Y antes qué? ¡Estaba recordando!

- Santo cielo... ¿no lo entiendes? ¡Eso no nos corresponde a nosotros!

- ¿Sabes cómo cambiaría nuestra vida si supiera donde está? ¿¡Te lo imaginas!?

- No, ¡no puedo imaginarlo porque eso no va a pasar!

Mientras continúan la discusión, Lara se levanta despacio con las manos atadas a la silla y, levantando esta hacia arriba, se acerca a la mesa. Se coloca de espaldas a esta, ya que estar atada le limita los movimientos, y palpa con la mano hasta coger la llave inglesa. Algunos clavos caen al suelo; eso y que además uno de los dos secuestradores estaba cara a ella, impide que pueda llevarse la herramienta a escondidas o intentar liberarse.

- ¡Tú, quieta!

Dice el poco hablador apuntándole con una pistola. El otro, de espaldas, se gira al instante apuntando también con su arma, una escopeta.

- ¡Suelta la herramienta! ¡Ahora!

Añade este último, el graciosillo. Ella, resignada, deja caer la llave inglesa al suelo y entonces los secuestradores se acercan a ella de nuevo. Recibe un puñetazo brutal del de la escopeta que le hace perder el equilibrio y caer al frío suelo, llevándose la silla a la cual está atada, evidentemente. Le sangra la nariz. Lo nota, y le duele.

- ¡Arriba!

Le grita el que la ha tirado mientras el otro, en silencio y a lo lejos, se guarda la pistola. Al ver que no se puede levantar, el de la escopeta le levanta de nuevo la silla.

- Escúchame bien, ¿de acuerdo? Faltan diez minutos para que llegue el camión, no vayas a cagarla ahora... ¡o te parto la cara!

- No, si ya lo has hecho...

Dice ella, dolorida. El hombre se le queda mirando seriamente durante unos segundos y de pronto suelta un par de carcajadas y se da la vuelta, acercándose a su compañero. Pero... ¿qué se piensan ellos? ¿Que es tonta? Pues se equivocan, es más lista que ellos dos juntos. La voluminosa herramienta no era más que una distracción que le había permitido esconder un clavo para poder romper las cuerdas que le unían a la silla. Mientras llevaba a cabo esta compleja y costosa tarea a contrarreloj, los dos hombres retoman la conversación; aunque esta vez vigilando a Lara de más de cerca. Ella, en cambio, disimula su plan a la perfección... Parece que ya casi ha logrado romper la cuerda cuando de pronto suena un teléfono. El de la escopeta lo coge, al instante, y descuelga:

- De acuerdo, enseguida.

Contesta él tras escuchar a la persona de la otra línea.

- ¿Qué sucede?

Le pregunta el otro.

- Hay que abrir la puerta, ya están aquí.

Lara, asustada y nerviosa a la vez, rasca la cuerda con mayor intensidad mientras aquellos dos se alejan para abrir la puerta. Ya está. La cuerda se ha roto. Piensa rápidamente que es lo que le conviene hacer y, tras decidirse, se acerca con sigilo pero ágilmente hasta su chaqueta, de donde rescata la pistola. El móvil no logra encontrarlo, ¿dónde estará? Rápidamente vuelve hasta la silla y se sienta, ya que la puerta del garaje comienza a abrirse. Los dos secuestradores regresan hasta ella mientras un camión entra en la estancia. Tras aparcar y cerrar la puerta de nuevo, dos hombres vestidos con trajes negros salen del vehículo. ¡Comienza a asemejarse a una película de espías! Pero no, no lo es...

- ¿Es ella?

Comenta uno de los dos hombres, de pelo castaño.

- Ella mismo.

Contesta el de la escopeta.

- De acuerdo. Métela en el camión.

Comenta el hombre castaño a su compañero, sin apenas pelo. Este último lleva una ametralladora color plata, nada agradable.

- Y... ¿va a entregarnos el dinero?

Pregunta el secuestrador de la escopeta. El castaño los mira fíjamente, y a continuación, mete la mano en un bolsillo interior de la chaqueta y saca una pistola, con la que a continuación dispara y abate a los secuestradores. Lara, aún más nerviosa, olvida lo ocurrido y se centra en el plan; ya que el otro hombre trajeado casi ha llegado hasta ella. Al acercarse, este le ordena:

- Levántate.

- No puedo, estoy atada.

Cuando parece que está dispuesto a soltarla, ella saca la mano y le clava el clavo de gran tamaño en el ojo, haciéndole retorcerse de dolor. El otro saca su pistola, pero ella actúa rápido y apunta al calvo con la pistola, tras tirar su ametralladora al suelo. Esperaba que eso la protegiera del otro, pero no fue así. El castaño comenzó a disparar a su socio, acabando así con su vida. Mientras lo utiliza de escudo, Lara logra llegar hasta unos trastos, donde se cubre para poder acabar con el hombre trajeado que dispara sin cesar. Dispara y dispara de nuevo, bala tras bala, sin dejarle opción a Lara de asomarse. Pero, cuando el castaño deja de disparar para recargar, entonces se asoma ella y le dispara en el abdomen, tumbándolo al suelo. Se acerca a la mesa de herramientas y recoge el martillo. Se guarda la pistola y se acerca al hombre con el martillo en la mano. Justo cuando va a rematarlo, la puerta del camión se abre y le golpea en la cara: era el conductor del vehículo, que había permanecido allí. Este se acerca a ella con una escopeta que, de una patada, Lara se la quita de las manos. Entonces saca un puñal, desafiante. Tras esquivar varios ataques con el puñal, Lara le inmoviliza el brazo y hace que suelte el arma. Después, golpea repetidas veces al conductor con el martillo en la cara hasta acabar definitivamente con él. Tras tomar aire, se repone y se acerca para rematar al castaño. Pero este, para su sorpresa, le está apuntando con la pistola, la cual ya había recargado mientras ella y el conductor peleaban. Parece que va a disparar cuando un certero tiro en la cabeza lo abate definitivamente. Ha sido el secuestrador poco hablador, desde el suelo y con la escopeta. Está agonizando. Lara le agradece la acción, pero nada puede hacer por él.

- ¿Sabes donde está mi móvil? Por favor, es muy importante.

Él, sin poder hablar, le señala a su compañero, que yace muerto en el suelo. Lara se acerca a él y registra su chaqueta hasta dar con el móvil. Se acerca al mecanismo que abre la puerta de la cochera, acciona el interruptor y se despide de aquel que le ha salvado la vida con un "gracias" mientras recoge su chaqueta.

Tomb Raider. Fantasmas del pasado [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora