Capítulo 18.

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Presente
Abre despacio los ojos. Le duele mucho la barriga y los brazos, además de la cabeza. Se encuentra en una habitación oscura, y sólo se cuela luz por una ventana entreabierta. La luz es sombría, aunque brillante; por lo que intuye que ya es de noche. Se incorpora y observa a su alrededor. Sobre una silla, al lado de la cama, está su chaqueta roja y su otra chaqueta verdosa. Llevaba debajo la más fina y encima la otra; pero alguien se las ha quitado y ahora sólo lleva puesta una camiseta interior de tirantes y encima una fina negra con cuello en forma de pico. Sus botas estaban frente a la cama, y sus calcetines puestos encima de éstas. Se viste de nuevo y abre la puerta de la tranquila habitación. Un largo pasillo de paredes rojizas y suelo de parqué frente a ella. Varias puertas en el pasillo; todas de roble oscuro excepto una, al final de éste, que es doble y con cristaleras. De pronto, ésta última se abre y aparece un chico joven. Ojos azules y pelo castaño y liso, no muy largo. Lleva una botella de aceite en la mano.

– Hola. Me ha parecido escuchar un ruido y he supuesto que te habías despertado.

No tiene ni idea de quién es. Ni como ha llegado hasta él.

– ¿Quién eres?

– Me llamo Ray. Te salvé cuando aquellos matones iban a dejarte paralítica... o muerta.

De pronto, recuerdos recientes aunque borrosos acuden a su mente.

– Ah, sí, ya me suena.

– Si tienes hambre... estoy preparando la cena.

Desaparece por la puerta. Lara lo sigue. Se halla en un salón-comedor de tonos cálidos, bastante acogedor.

– Cierra la puerta, o si no el olor se extenderá por toda la casa...

Lara así lo hace. Los sofás marrones parecen cómodos, pero lleva bastante tiempo en cama y no tiene ganas de volver a sentarse. Ray se mete en otra sala, ésta sin puerta, de donde sale el olor. Es la cocina. Lara se acerca y se asoma. Una cocina bastante vieja a su parecer, aunque práctica. Sí echa de menos una campana extractora, la cual había sido sustituida por un armario desgastado y con la puerta rota.

– ¿Te gusta la sopa? Espero que sí...

Ray la saca de sus pensamientos.

– Sí...

– ¡Menos mal! He pensado que algo caliente te vendría bien...

Lara vuelve al comedor. Una pequeña mesa de madera con cuatro sillas le llama la atención. Es preciosa. Justo enfrente de los sofás hay una televisión, aunque no muy grande, sobre un mueble auxiliar. Cerca de los sofás está la chimenea de piedra, apagada, y al lado cuatro utensilios de hierro negro con las puntas despintadas y con restos de cenizas. Hay otra puerta grande, pero ésta con una cerradura: la puerta principal, sin duda.

– ¡Oye! No me has dicho tu nombre...

Salta Ray.

– Lara.

– ¿Lara? Mi tía se llamaba Lara...

Ella sonríe y se acerca de nuevo a la cocina.

– Bueno, ya tengo hecha la sopa. Este es tu plato...

Le dice. Lara lo mira, dudando si cogerlo o no. Finalmente lo coge, pero él se lo aparta.

– No, tranquila. Ya te lo llevó yo. Tú siéntate...

Lara obedece. Al poco Ray aparece con los platos y con los cubiertos.

– Voy a por los vasos y a por las servilletas.

Al volver, se sienta frente a Lara. Ella, que ya tenía la pregunta en la cabeza, pregunta al instante:

– ¿Qué es de la mujer a la que estaba defendiendo?

– Se llevó unos buenos golpes, pero gracias a ti está bien. La traje a casa y al poco llegó su marido a por ella... dijo que te agradeciera tu ayuda de su parte.

Lara sonríe.

– Y... ¿cómo has llegado hasta aquí?

Lara piensa bien antes de contestar.

– Pues...

Hace una breve pausa.

– ...vine a buscar algo.

– Conozco este lugar, si puedo ayudarte...

– No, gracias... Puedo yo sola.

– Como quieras...

Lara prueba la sopa.

– Está buena. Gracias por tus cuidados...

– No hay de qué.

Lara se quita la chaqueta roja y la cuelga sobre el respaldo de su silla.

– Y... ¿dónde están mis armas?

– Oh, sí, tus armas...

Dice tragando la cucharada que acababa de echarse a la boca.

– Las he dejado todas en el trastero. Ahora te las doy...

– Vale.

– Pero... tengo una pregunta.

– Adelante.

– Tu revólver y tu funda estaban machados de sangre. Sin embargo, ninguno de los matones tenía ningún disparo. Y sólo dos de ellos habían soltado sangre, por tanto la posibilidad de que lo mancharan ellos es ínfima, pues cuando te encontré en el suelo estabas lo suficientemente lejos de los dos heridos como para no manchar tu arma.

Lara se sorprende por el análisis del chico.

– Yo... le quité el arma a un muerto.

– El revólver no es viejo...

– Sí, ya... eso es porque el muerto estaba vivo antes de que llegara.

Ray la miró sorprendido.

– Mira, Ray, estoy metida en un lío gordo. Y ni si quiera me lo he buscado; no llamó a la puerta, entró sin avisar. ¿Qué quieres que haga? ¡No puedo dar marcha atrás...!

– ¿Has matado a gente?

Pregunta él, directo. Lara traga saliva y respira hondo.

– Sí, lo he hecho, ¡pero para salvar mi trasero!

– Ya... ¿como sé que es verdad y que no vas a matarme a mi también?

No está segura, pero siente la necesidad de hacerlo.

– Estoy buscando el lago. Hace unos meses desperté ahí abajo y no sé cómo. Me persiguen unos tíos con armas que tienen la orden de matarme, ¡y ni siquiera sé por qué! No recuerdo nada de lo que ha pasado y me someto a tratamiento para poder recordar; ¡pero mi psicólogo está en el hospital por mi culpa al igual que mucha otra gente y ni siquiera soy capaz de hacer que pare! Sólo quiero buscar la verdad y poner fin a esto, ¡no pido nada más! No pido nada más...

Ray la mira, compasivo.

– Tranquila. Sólo déjame que te ayude...

Lara clava su profunda mirada en él.

– Soy una mujer peligrosa. Quién se acerca a mi acaba muriendo o le pasa algo terrible... muchos no han tenido la oportunidad; tú la tienes, tú puedes elegir, y te aconsejo que no te acerques a mi...

Ray queda callado durante un minuto.

– Vale, ¿puedo elegir no? Pues ya he elegido...

Se levanta y saca de un armario una escopeta de caza.

– Vamos a por ellos.

Lara sonríe.

Tomb Raider. Fantasmas del pasado [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora