Ethan y ___

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–¿A qué se refería Ethan ayer con "eso"?
Escupí la bebida que tenía en la boca, atorada.
Me quedé viéndolo aterrada.

–¿Es tan malo?
Dijo incrédulo, entorné los ojos. Nos quedamos mirándonos fijamente varios minutos.

–¡Oye! ¡No tienes por qué llorar!
Dijo sin saber que hacer.

–¿A qué te refieres, Aomine?
Toqué mis mejillas ahora mojadas. ¿Y ahora qué me pasaba? Me puse de pie enojada. ¿Por qué ahora? Empecé a darle vueltas a la sala de estar parándome un momento frente a el espejo. Sequé mi cara con rabia. Ahora sí que no quería verle. ¿Me dirá débil? ¿Se burlará? Seguí caminando hasta la barra de la cocina en donde apoyé mis manos. Suspiré buscando autocontrol, 1,2,3,4... ¡Mierda!

–Oye...
Aparté su mano con violencia cuando la apoyó en mi hombro.
Oímos la puerta abrirse y entró Ethan. Veía a Aomine y luego a mi.

–¿___?
Soltó tratando de contener la rabia. Limpié mi rostro nuevamente.
–Aomine, será mejor que te vayas.
Dije mirando fijamente a Ethan quien lo siguió hasta que silenciosamente tomó sus cosas y salió sin decir nada.
Me dejé caer en el piso tras escuchar el sonido de la puerta cerrarse.
Ethan tiró su mochila en el piso y se sentó a mi lado.

–¿El pasado me va a perseguir siempre?
Dije sollozando mientras me recostaba en él. Su cuerpo empezó a relajarse, seguramente había pensado que había pasado otra cosa.

–¿Crees necesitar terapia de nuevo?
Le vi furiosa ¡claro que no!

–No necesito terapias, te necesito a ti...
Me hice bolita a su lado y me abrazó.

–¿Qué recordaste?
Preguntó curioso. Levanté la cara para verle el rostro.

–Lo débil que fui.

–A mi me parece que yo fui más débil...
Y suspiró.

–¿Por qué? Si yo fui la que terminó en un psiquiátrico.

–Tú te dejaste llevar, soltaste toda emoción. Estoy seguro de que lo que más te duele fueron esos 4 meses en el psiquiátrico.
Me miré las manos temblorosas, sí, tiene razón.

–Sigo sin entender porque te parece que fuiste más débil.

–Porque no pude llorar. No pude sentir, ni siquiera cuando te visitaba allá. Procuraba no mirarte mucho para no sentirme tan culpable.

–Diría que me lo busqué, pero tampoco fue así.
Reímos un poco. Lo bueno de todo era que habíamos desarrollado una serie de chistes de humor negro que solo nosotros podíamos entender.

–Creo que nunca te había dicho lo mucho que lo siento...
Le di un beso en la mejilla.

–No te preocupes, no la pasé tan mal, después de todo me la pasaba drogada y... baje de peso.
Y reímos de nuevo.
Después de hablar horas Ethan dijo que ya era hora de dormir.

–De hecho, creo que debo aclarar las cosas con Aomine.

–Mmmm... pues llámalo.

–Te iba a pedir las llaves del auto...

–Yo te llevo.
Resopló. Aunque ya sabía que lo iba a hacer.
Le marqué a Kise y le pedí la dirección. Subí y cambie mi atuendo. Me coloqué una camisa pegada cuello tortuga y unos jeans, todo negro.
Me solté las trenzas y me puse el cabello detrás de las ojeras. Me maquillé lo mínimo. Y corrí escaleras abajo con los zapatos en mano.
Le di la dirección a Ethan y me llevó allá.

–Me llamas para recogerte.
Se sonrojó de la nada, sorprendiéndome.

–¿Él es el que te gusta?
Oh no. Me sonrojé hasta las orejas pero asentí.

Demonios de dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora