Tres cosas que amo de ti

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Ethan me abrazaba con fuerza mientras dormía. Había caído rendido luego de llorar horas y no lo culpo. Yo sabía que a Ethan le gustaba Violet, también sabía que a pesar de todo Ethan seguía queriendo a mi madre de alguna extraña forma, también sabía que él creía deberme el pasado, en fin, sabía que no podía pensar claramente y eso le afectaba. Porque el nunca hacía nada sin estar seguro de que era lo correcto.

Suspiré y cerré los ojos.

¿Qué reacción tendría Aomine al enterarse de que me voy a casar posiblemente con un viejo decrépito? Yo sabía que él me quería, de no ser así ya no estaríamos juntos pero ¿qué tanto? ¿Mucho? ¿Poco? ¿A ratos? Aomine Daiki. Al menos logré estar con él, logré que me quisiera.
Ah... esto era demasiado complicado. Pensé en Violet. ¿Sería mi amiga a pesar de todo en lo que la he metido? Espero que si, aunque lo dudo. Dudo que vuelva a hablar con mis amigos. Ethan aflojó el abrazo y se apoyó en un codo mirándome.

–¿Qué haces despierta todavía?
Se frotó los ojos y limpio mis lágrimas. ¿Desde cuándo estaba llorando?

–Ven, es hora de cambiar roles.
Puso la cabeza en la almohada y me hizo una seña para que me acostara en su brazo. Lo hice, me abrazó y lo abracé de vuelta. Me acarició el cabello como me gusta, hasta que me quedé dormida.

–¡Hora de levantarse mocosa!

Entró a la habitación pateando la puerta directo a abrir las persianas de golpe. Maldita sea.

–El señor Inoue viene en camino, así que a bañarse y alistarse como es debido.
¿Ya? Pero no perdió tiempo está señora...
Me senté en la cama y luego Ethan hizo lo mismo. Le di un beso en la mejilla y me fui directo al baño. Esta vez preparé la bañera y me tomé mi tiempo. Me sequé el cabello y me di cuenta que estaba demasiado largo, me llegaba al trasero.
Me sorprendía lo normal que actuábamos Ethan y yo. Me había planteado el regreso de mi madre pero no me imaginé nada como esto. Cuando entré al cuarto Ethan no estaba. Cuando terminé de colocarme la ropa interior mi madre entró.

–Vas a ponerte esta yukata.
Me lazó una yukata aguamarina con adornos delicados en rosa pálido, el listón era negro. Me analizó de pies a cabeza con una mirada de odio y salió dando un portazo. Como si me importase a estas alturas como me mira. Puse los ojos en blanco y me vestí. Cuando acabe Ethan tocó y entró con desayuno.

–Te ves hermosa.
Observó melancólico. Nos sentamos a comer en el piso en silencio. Cuando acabamos Ethan se ofreció a peinarme, me hizo una trenza de pescado.

–Tienes el cabello demasiado largo.
Se estiró y sonreí.

–En eso estaba pensando cuando me vi en el espejo del baño. Me voy a maquillar ahora.
Se movió incómodo y me quedé viéndolo.

–¿Qué?

–No es nada.
Cuando terminé de maquillarme me puse de pie y sonó el timbre.

–¡____! ¡Ethan!
Bajé con cuidado de no tropezar. Y ahí estaba él. Un señor en sus 50, cabello completamente blanco y su estilo de peinado era de este siglo, ojos azules y con un traje de varios millones. Saludé inclinando el cuerpo, Ethan estrechó su mano.
–Al menos está bien educada.
Me puse derecha y lo vi a los ojos. Me repasaba el cuerpo con lujuria, traté de mantener la compostura. Ethan estaba rojo de la rabia, espero que él la pueda mantener también.

–¿Y bien?
Preguntó mi madre perdiendo la paciencia. Lo miré a los ojos impaciente, cosa que pareció sorprenderle y sonrió.

–La acepto.
A continuación entraron dos hombres que bajaron mis maletas y las metieron a un coche blindado. El hombre sacó su teléfono celular.

–Bueno, un trato es un trato. Lo acordado estará en su cuenta bancaria desde... ahora.
Y guardó el celular, mi madre sonrió, triunfante. Ethan agarró mi mano con fuerza.

–Hora de irnos, querida.

–¿Le importaría adelantarse? Iré justo detrás de usted.
Asintió divertido. ¿Qué le hacía tanta gracia? Cuando cerró la puerta detrás de él me dirigí a mi madre.

–Quiero a Violet libre, ahora.

–Por supuesto, por supuesto.
Hizo una llamada.

–Ya, suéltenla.
Y colgó. Nos entregó los teléfonos de vuelta.

–Supongo que... uhm, cuando llegues al aeropuerto puedes llamar a su familia a confirmar.
¿Aeropuerto? Ni me molesté en preguntar. Ethan tenía los ojos cristalizados, se me abalanzó a abrazarme con fuerza.

–Lo siento... lo siento mucho...
Apoyé mi frente en la suya.

–¿Sabes cuáles son las cosas que más me gustan de ti?
Negó quitándose las lágrimas del rostro.

–La primera, tu sentido de humor. Nadie nunca me ha hecho reír como tú.

Sonrió llorando más fuerte, oh Ethan...

–La segunda, es el hecho de que te entregas a todo lo que de verdad quieres. En verdad me has hecho la hermana más feliz del mundo estos años.

Se me empezó a quebrar la voz, tomé una gran bocanada de aire y continúe.

–La tercera y lo dejo hasta ahí, es que no te quedas viviendo el pasado. Así que por ende tengo por seguro que pase lo que pase al cruzar esa puerta, vas a seguir con tu vida. Así que no me decepciones. Cualquier cosa los celulares existen, no es como si me fuera a morir.

Dejé ir el aire, al menos había logrado no llorar. Ethan empezó a sollozar muy fuerte. Me agarró la cara con ambas manos y me dejo besos por toda la cara. Me reí porque me hacía cosquillas su barba en crecimiento.

–Aféitate.
Le reprimí y me soltó como si le costará la vida.

–Bueno si, largo de aquí mocosa.
Le sonreí también y me di la vuelta. Cuando salí el señor Inoue estaba apoyado en la camioneta esperando por mi. Me abrió la puerta con una media sonrisa. Asentí como dándole las gracias y subí.

–¿Al menos te dijeron para dónde te llevo?
Lo miré de reojo.

–No.
Corrió mi cara para que le viese bien la cara.

–Nos vamos para Rusia. Espero hayas traído ropa de frío.
Abrí los ojos como platos. Quería preguntarle si bromeaba. Cerré los ojos unos segundos y los abrí de buena forma.

–Entiendo.
Le dije sin más. Se rió fuerte.

–¿Es normal que me intrigue esa actitud insolente tuya?
Sonreí de medio lado.

–Sí.
Acercó su cara hasta quedar centímetros cerca a la mía.

–Me gustan los retos.
Rozó mis labios con los suyos. Mantuve la cara seria todo el tiempo. Me giré a ver la ventana como si nada hubiera pasado.
Que alguien me ayude... por favor.

Demonios de dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora