Buenos días

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Me pegué más a la sombra, que molesta era la luz en las mañanas. Abrí los ojos lentamente, ahg ¿Qué día era hoy? ... ¿¡AOMINE!? Ah... cierto. Traté de no moverme en absoluto, no me costó porque aunque quisiera, estaba encarcelada en sus extremidades. Una de mis piernas estaba enrollada en medio de las de él, al parecer yo había usado su brazo de almohada, me tenía agarrada de la cintura como yo lo tenía a él. Roncaba, pero no muy fuerte. Me reí apoyando mi frente en su pecho. Se le veía tranquilo ¿Y si duermo 5 minutos más? No me vendría mal...

Me volví a despertar sobresaltada ¿Cuánto tiempo había dormido? Me senté en la cama. Aomine no estaba y ahora si que hacía un sol infernal, me levanté de mala gana y salí despacio de la habitación. Escuché la llave de la ducha cerrándose y unos segundos después, Aomine salía del baño con nada más que una toalla cubriéndole la parte baja. Le sonreí avergonzada, no podía quitarle los ojos de encima ¡Qué cuerpo tan absurdamente sexy!

–Hola.
Saludó con voz ronca. Me sonrojé hasta las orejas ¡Ténganme que me caigo! Se acercó y me dio un beso casto en los labios.

–Hola.
Respondí recobrando la compostura. Me peinó el cabello por el costado que estaba durmiendo con los dedos un momento. Le di espacio para que pasara a cambiarse en su cuarto y caminé hacia la cocina, me había dado mucha hambre de repente. Me preparé y le preparé desayuno, por alguna extraña razón se había demorado mucho y me había dado tiempo. Cuando salió ya estaba sirviendo y colocando la comida en la isla de la cocina.

–Uh, había olvidado que sabías cocinar, menos mal.
Me sonrió aliviado como recordando algo.
Nos sentamos a comer el uno al lado del otro y empezamos a hablar de cosas triviales.

–¿Qué hay de tu ropa de hoy?
Me preguntó curioso.

–Ayer compré ropa interior y ropa de salir, por suerte, así que no hay problema.

–Tienes razón. ¿Vas a llevar todo eso a la escuela?
Dijo refiriéndose a las bolsas de compras.

–Las dejaré en el auto, Ethan dijo que consiguió arreglarlo y que nos recoge cuando ya sea hora de ir.
Se rió bajito.

–¿Qué es gracioso?

–Tu hermano me llamó anoche y me dijo que si te tocaba un pelo estaba muerto.
Me sonrojé hasta las orejas.

–Perdona eso, Ethan ha pasado por momentos pesados conmigo.
Me miró extrañado, frunciendo el ceño.

–¿Pesados?
Arquee una ceja, no creo que quieras saber, Aomine. Captó el mensaje y terminamos la comida en silencio.

–Tomaré un baño.
Le informé cuando ya había dejado limpio el plato que había usado. Cogí ropa de las bolsas y caminé al baño. Ahora si iba a lavarme el pelo.
Demoré media hora en el baño, pero salí vestida con un enterizo corto de manguitas color azul claro con negro y blanco, unas sandalias sencillas color café y con el cabello seco. Doble la ropa que me había prestado Aomine y la dejé sobre su cama que ya estaba arreglada, o algo así. Me puse solo un poco de rímel y de rubor, no tenía ganas de más. Regresé a la sala y Aomine me observó de arriba a abajo.

–¿Vas a ir así?

–Me pondría un abrigo pero no tengo.
Salió disparado a su habitación y cuando volvió me lanzó un suéter color azul rey. Lo amarré a mi cintura de inmediato.

–¿Mejor?
Asintió y nos sentamos en el sofá a esperar a Ethan.
Sonó mi teléfono, era Kise.

–Hola Ryoutta.

–Ya vamos en camino, espero encontrarte vestida.
Me sonrojé.

–¡P-por supuesto que sí!
Se rió tan fuerte que alejé la oreja del teléfono.

Demonios de dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora