4. Reunidos

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—¡Silencio! ¡Atención, por favor!

Lori golpeteó la mesa con el tacón de uno de sus zapatos, como se acostumbra en nuestras reuniones. Cuando las chicas y yo nos callamos, ella carraspeó e informó al grupo lo que yo ya sabía.

—Les informo el motivo de esta reunión extraordinaria de sábado. El día de hoy por la mañana, Leni me comunicó el gran proyecto que tiene para el dinero de su premio. Y es una idea muy bonita, si me lo permiten...

—¡Voy a ser diseñadora de modas profesional! —interrumpió Leni. Las otras chicas lanzaron un pequeño grito de emoción, mientras la mayor de mis hermanas quedó con la boca abierta y una ceja levantada.

Luna la abrazó y a continuación le preguntó: —¿Cómo se te ocurrió? Es una buena oportunidad, hermanita.

Creo que Leni alcanzó a ver mi gesto de miedo, con el que intenté advertirle de no confesar lo que pasó anoche. Pero supongo que nunca fue su intención revelarlo.

—Se me ocurrió... mmm... mientras hacía un smoothie blanco muy rico. Un antojo de medianoche —explicó, y me sorprendió mucho su elección de palabras.

—Como iba a decir —retomó la batuta Lori, —tras este aviso, nuestra hermana fashionista necesita sugerencias para invertir su dinero en una carrera de ese tipo. ¿Alguna sugerencia, secretaria Luan?

—¿Cuánto cuesta una escuela de diseño? —preguntó la comediante, sosteniendo un bloc de notas.

—Un dato aproximado es... en el mejor de los casos, la mitad del dinero. Las escuelas más caras cuestan hasta 40 mil dólares —informó Lisa, tras consultar en su tableta.

—¡Santa cachucha! ¡Es más barata la escuela de payasos! —fue la reacción de Luan.

Nunca esperé que el costo fuera así de alto, así que dije: —¿Tanto dinero? ¿No hay un plan B?

—Eso suena a algo más tuyo. Tu especialidad, Linc —opinó Lynn mientras cruzaba los brazos.

—Sólo se me ocurre que Leni se haga famosa al exhibir las prendas que ha diseñado. ¿Pero cómo?

Lori se reclinó hacia mí: —Eso es fácil, hermanito. Basta con producir un festival de moda en un lugar público. Y, además, Leni ha estado promocionándose desde hace mucho tiempo ya.

Leni parecía desubicada tras lo último que la mayor nos dijo.

—¿Qué? No entiendo. ¿Estoy en promoción? ¿Así como el "dos por uno"?

—¡Me refiero a tus redes sociales! ¡Has subido literalmente muchísimas fotos tuyas, y casi siempre luciendo tus diseños o tus outfits del día! Deberíamos recopilarlos y crear un sitio web para promocionarte.

—En casi todas te ves bellísima. Créeme, yo sé de belleza, niña —fue el aporte de Lola.

—¡Sí, me encanta que me tomen fotos! ¿Haremos sesiones de modelaje?

Yo intervine: —Así es, Leni. Buscaré la cámara profesional y te tomaré las mejores fotos que existan.

—¡Qué bien, Linky, eres un buen fotógrafo!

Lucy inició su participación de forma abrupta.

—Lo que ni mi bola de cristal alcanza a comprender es qué tiene que ver lo del festival de moda con lo de las redes sociales. Me parecen dos eventos desconectados, hermana presidenta.

—Tranquila, Lucy. Las redes sociales atraen a los especialistas y a los fans. En cambio, un desfile de modas sería un evento público. Las dos van dirigidas a diferentes tipos de personas, pero buscando un mismo objetivo.

—Me gusta la idea del desfile de modas. ¡Nadie fruncirá el ceño viendo tus diseños! —fue el mal chiste de Luan.

—¿Y cuando empezamos con las fotos? ¡Tengo como un montón de prendas que modelar! ¿Empezamos hoy? —exclamó Leni con entusiasmo.

—Si tú quieres, empezamos hoy mismo. No hay problema.

—Si no hay ninguna participación adicional, y si la secretaria Luan no tiene inconveniente, doy por terminada esta sesión extraordinaria. Los espero mañana a la misma hora —dijo con solemnidad Lori, y dio dos taconazos en la mesa.

—¿Ya terminó? ¡Me parece "extraordinario"! —exclamó la secretaria, mientras mostraba su bloc de notas: se había garabateado a sí misma lanzando un tortazo a Clyde. Todos echamos a reír, mientras que la furiosa presidenta le daba un taconazo en la cabeza a Luan. Sonó hueco.


Todos salimos de la asamblea. De inmediato tomé mi celular y correspondí una llamada perdida que Ronnie Anne me dejó minutos atrás.

—Hola, Patético —dijo mi chica en tono juguetón.

—Hola, Ronnie. ¿Qué haces? —pregunté mientras me dirigía a la sala, aprovechando que estaba solitaria. El Punto Dulce del sofá era todo mío.

—Ahorita aburrida. Tuvimos visitas esta mañana, así que me hicieron quedarme en casa.

—Odio cuando eso pasa. ¿Quieres salir un rato?

Al terminar de pronunciar esa frase, Leni se paró frente a mí en silencio, sonriendo. Parecía emocionada.

—Me leíste el pensamiento, Cabeza Hueca. ¿Alguna sugerencia? —continuó Ronnie.

Todavía sin emitir un sonido, mi hermana me hizo señas con la mano, señaló hacia sus pies y giró un poco una de sus pantorrillas para presumir los zapatos blancos de tacón que andaba puestos. Se veían nuevos, y se veían caros.

Tardé varios segundos en poder responder a mi novia.

—Ummm... ¡Gusʼ Games and Grub! ¡Ahí te espero, voy a retarte a todas las máquinas!

—Genial. ¿A qué horas llegarás ahí?

Leni se retiró, saludándome con su mano izquierda y con una gran sonrisa.

—En dos horas.

—¿Tan tarde?

—Valdrá la pena. ¡Te veo luego!


Colgué, y corrí a buscar mi cámara.

Oro PuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora