FINAL: Oro y plata

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 Tras una larga carrera desde el callejón, sorteando cada clase de obstáculos, la visión más inesperada nos dio la bienvenida al llegar a los camerinos: Leni parecía estar esperándonos a ambos desde hace un rato.

—¡Aquí estás, amiga! —exclamó la japonesa, haciendo un énfasis muy irritante en la última palabra. Asumió una pose arrogante, y el hecho de verla acercar su mano al bolso rosa me hizo entrar en alerta.

—¡Cuidado! —exclamé yo, y me puse frente a la mujer, con los brazos extendidos, viéndola fijamente a los ojos. Ella quedó quieta, pero manteniendo la sonrisa tenebrosa que ya había dejado de ser graciosa.

—Hola, Lincoln —escuché decir a mi hermana, pero seguí sin dejar de mantener a raya a la mujer con la mirada.

—Leni, esta maniática pretende hacerte daño otra vez, así como hizo a Stuart. ¡No lo permitiré! —le respondí, todavía sin voltear a verla.

La japonesa rió un poco: —¿Daño? Con suerte arreglo tu estúpida cara, niña.

—¡Cierra la boca, enferma! —le contesté, cada vez más furioso.

Fue entonces que Leni dijo: —Lincoln.

Y lo hizo en un tono suave que me hizo girar la vista y encontrarme con su rostro. Ella sonreía. Verla con sus ojitos entrecerrados y con una suave curva en sus labios me contagió la misma serenidad que ella mostraba. La paz que Leni emitía, aun frente al odioso espectáculo que tenía enfrente, me recordó lo que de verdad me importaba en el mundo. No era la ridícula Yawara, sino ese ángel de cabello dorado por quien haría lo que fuera. Hasta dejar de pelear.

Giré hacia ella, y la admiré en su vestido tubo blanco, a la vez que noté como se sonrojaba un poco.

—¿Y qué opinas? ¿Te gusta como me veo? —dijo juntando un poco las rodillas.

—Claro que sí. Tú siempre sabes cómo lucir maravillosa.

—¡Gracias, Linky! Estaba pensando... ¿Qué te parece si después de que todo esto pase salimos los dos solos, como lo íbamos a hacer la otra vez? Una cita. No te molesta que la llame así, ¿o sí?

—¿Por qué me molestaría? Será una cita muy divertida, te lo garantizo.

La mujer reaccionó tras escucharnos.

—¡Ewww! ¿Ya se oyeron? ¿Acaso se les olvida que son hermanos? ¡Si siguen así voy a vomitar!

La vi de reojo, y con una sonrisa burlona le dije: —Creo que alguien por aquí no sabe qué es el amor.

Leni le comentó sorprendida: —¿Eso pasa? ¿No sabes lo que es el amor, Melanie?

La mujer respondió con un tono más irritado: —Ya dejen de llamarme así. Mi nombre es Mizuki. ¿No lo entienden, idiotas?

—Mis hermanas me dijeron que Melanie es tu nombre verdadero. ¿Por qué lo cambiaste?

—Eso no te importa, tonta.

—¡Claro que me importa! Cuando me contaron todo, y que habías cambiado tu nombre, empecé a darme cuenta de que algo muy malo te había pasado. Quiero saberlo.

Se notaba un interés verdadero en la voz de mi hermana. Pero a la asiática solo parecía irritarla más.

—No lo sabrás jamás. Además, no hay nada de malo en cambiar si es para llegar a ser "épica". ¿Agarras la onda?

Esa frase no me sonó muy japonesa. Inclusive la asocié con cierta zona de mi país.

—Un momento... ¿Eres californiana?

Oro PuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora