21. El encuentro

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Estoy más que seguro que nadie ha tenido un amanecer mejor que el mío.

Abrí los ojos, y lo primero que vi fue el rostro sereno de Leni, cuya alegría iba aumentando mientras me veía despertar. La tenue luz de la mañana en la ventana de la habitación era el trasfondo perfecto para su adorable presencia en camisón blanco.

—Buenos días, príncipe. ¿Qué tal dormiste? —me dijo en voz baja mientras acariciaba mi rostro.

—Buenos días, Leni. Dormí bien, pero despertar ha sido muy bello esta vez —respondí sonriendo, y noté como ella se sonrojaba un poco. Entonces me preguntó:

—¿Quieres venir a mi habitación? Necesito que me ayudes con algo.

En su habitación, mi hermana me modeló dos conjuntos diferentes. Me dijo que ambos le parecían ideales para reunirnos con el señor Delmar, pero no lograba decidirse por uno. El primero era una blusa blanca con mangas hasta los codos, junto a un pantalón color beige con franjas cafés a lo largo. El otro era una blusa holgada color rosa de mangas cortas, acompañada de una falda azul oscuro que le llegaba hasta las rodillas. La decisión no era fácil: Como he dicho, Leni Loud tiene el poder de vestirse hasta con un saco de abono y hacerlo ver hermosísimo.

—Los dos te quedan bien. Ponte el que quieras.

—Quiero usar el que tú quieras, Linky. Di el que te gusta más a ti, para que sientas orgullo de mí cuando esté en ese evento.

—¿Sentir orgullo? ¡Claro que estoy orgulloso de ti! Eres muy talentosa y entusiasta. No me queda la menor duda de que impresionarás a mucha gente de la industria de la moda con tu trabajo. Es más... Tanta fe tengo en tu buen gusto, que lanzaré una moneda para elegir cuál traje usarás, y sea cual sea el resultado te verás radiante.

Le pedí una moneda. Decidí que "cara" sería el traje con pantalón, y "sello" sería el traje con falda.

Lancé la moneda, y al atraparla, ambos nos acercamos para ver el resultado. Cayó "cara". El traje con pantalón.

Los dos nos vimos mutuamente.

—¡Mejor el traje con falda! —dijimos a la vez. Y reímos.

Media hora después, papá y Stuart estaban ya listos para nuestro encuentro con el empresario. En el caso de éste último, había renovado su look. Dejando de lado su estilo motociclista, ahora vestía una chaqueta de vestir y una bufanda con colores que combinaban. Así es, una bufanda en verano. Nunca entenderé a ese sujeto.

—¡Cuánta elegancia, niños! Serán los mejores vestidos del día —nos felicitó papá. Yo me había vestido según Leni me lo recomendó, con camisa naranja de mangas largas y jeans negros ajustados. Me sentía extraño al principio, pero luego admití que me veía muy bien. Falta de costumbre, nada más.

Stuart opinó sobre mi hermana: —¡Me encanta el conjunto que elegiste, hermosa! Déjame ver... ¡Usaste los criterios que discutimos la otra vez para elegirlo!

Yo decidí responder por ella: —No tienes idea de cuánto usó tus criterios.

—¿Los usé? —dijo ella, viéndome con desconcierto. Yo guiñé un ojo, y ella soltó una pequeña risita segundos después. Espero que haya entendido.

Tras unos minutos en el vestíbulo, Alban pasó a recogernos. El viaje fue un poco menos placentero, ya que esta vez Stuart se sentó entre Leni y yo. Lo curioso es que no habló tanto con mi hermana, sino conmigo.

—¿Sabías que el francés que se habla aquí es diferente al de Francia? ¿Y que es, de hecho, un francés antiguo que ya no se habla en Europa?

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