Capítulo 2

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Un misterio que resolveré.

30 de agosto de 1956

VIOLET:

Mucha gente diría que mi vida es perfecta. Y, en efecto, no puedo quejarme: tengo una amiga maravillosa, un hermano no muy molesto, vivo en una casa preciosa y tengo el placer de poder ver al chico que me gusta pasear en bicicleta todos los días.

Así que, ¿qué me falta? Me levanto de mi cama y me dirijo a la estantería de libros. Voy rozando los lomos con mis dedos. Todo lo que quiero lo tengo, tampoco es que pida mucho, pero no puedo decir que me falten posesiones. Mi padre me lo da  todo, ya que su trabajo le permite darnos cosas a Sam y a mí.

Puede que sea eso lo que me hace sentir vacía. La ausencia de personas queridas en casa. Mi padre, John, hace más de un año que hace viajes intermitentes; pero casi nunca lo veo y menos hablo con él. Está Lily, claro, pero ella es una criada, no una de la familia; aunque Sam ya la llama tía Lily.

Me vuelvo a tumbar en mi cama. Sé muy bien que me falta en la vida para que sea perfecta, pero no me atrevo a nombrarlo. Si hay algo que me asusta es hablar de los muertos.

Mi madre, Crystal, la persona más maravillosa que pude conocer; era buena, bella, inteligente y con un gran sentido del humor. Era. Porque hace tiempo que nadie sabe de ella. Desapareció un día, así sin más. Sam nunca ha llegado a conocerla. Pero yo sí.

La gente la da por muerta, pero yo todavía no estoy segura. Creo que no, quiero creer que no.

Una lágrima resbala por mi mejilla. Me la seco rápidamente con la mano. No se debe llorar por el pasado, es eso, pasado, no se puede volver atrás y arreglar las cosas.

Me levanto de la cama, con el pelo arremolinado, me coloco mi lazo y desenredo mi cabello con los dedos. Salgo de mi habitación y me dirijo a la de mis padres.

Camino lentamente por el pasillo, estoy sola en casa, Lily ha salido con Sam en bicicleta; mejor, en estos momentos prefiero estar sola.

Deslizo el mango de la puerta hacia abajo, la puerta chirría ligeramente al abrirse, y en seguida me llega ese olor a viejo que impregna toda la habitación.

Es una habitación realmente bonita, con las paredes en blanco, las cortinas de un rosa palo, el edredón de la cama tiene rosas dibujadas a mano; es perfecto.

Me tiro sobre ella y pienso, que quizás, nunca la conocí del todo, ella era un gran misterio, un misterio que resolveré. Recordarla con sus ojos azules y gran melena pelirroja ondulada es mucho más fácil mirando todas las fotografías que conserva mi padre en su mesa de noche; recuerdos de días felices, bodas, tardes en el muelle, picnics, excursiones... Es preciosa, la gente suele decirme que me parezco mucho a ella.

Me levanto y camino hacia el armario, mis pies descalzos rozan la alfombra de delicado terciopelo. 

Miro entre la ropa de mamá, faldas, camisas, vestidos, zapatos y bufandas; me paro frente al vestido que más se ponía, y supongo que su favorito, era blanco, de seda, con lunares negros y de manga corta, lo saco de la percha y me lo pruebo por encima mientras me miro en el espejo y entonces, percibo un olor que me es familiar, su perfume, un olor a frutas silvestres, fuerte y envolvente, me acerco el vestido a la cara y lo huelo, una lágrima resbala por mi mejilla. Por un instante, me imagino de niña, con 6 años, bailando abrazada a ella, respirando su aroma, con sus  delicados brazos rodeándome, comienza un llanto silencioso que soy incapaz de parar; pero es hora de afrontar la realidad, ella ya no está. Dejo el vestido cuidadosamente extendido sobre la cama y, por un segundo, me siento observada.

Me siento en su tocador, abro los cajones y saco su peine. Es plateado, pero no tengo tiempo para peinarme, Sam y Lily pueden llegar en cualquier momento.

Me dispongo a cerrar el cajón cuando noto una presencia detrás de mí, levanto la cabeza y me encuentro mirando a través del espejo cómo la puerta se cierra.

¿Qué fue eso? No lo sé, pero tengo un escalofrío. Abro otro cajón. Parece vacío, pero lo recorro con la mano, hay algo, lo agarro con fuerza.

Es una llave, pequeña y plateada. ¿Qué abrirá? Solo mi madre lo sabe, aunque claro, es imposible preguntarle.

-¿Qué haces aquí? Es la habitación de papá.

Me sobresalto y me giro. Sam está en la puerta, mirándome sospechosamente.

-Oh, nada Sam, ya me iba.

Me levanto y me marcho a mi habitación, dejando a mi hermano con cara de extrañeza.

Ya en mi habitación, examino la llave. No sé para qué sirve, pero lo averiguaré.

Time: PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora