Capítulo 5

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¿Porqué todo junto se escribe separado y separado se escribe todo junto?

31 de agosto de 1956

SOUL:

Las horas pasan lentamente en aquella cabaña. Para calmar los ánimos, que por alguna extraña razón  que desconozco, están bastante alterados, comienza una sucesión de monólogos, improvisados, hablando de pequeñas tonterías por aquí y por allá, como por ejemplo: “¿Por qué todo junto se escribe separado y separado se escribe todo junto?”. Esas pequeñas cosas de la vida, que, al pensarlas, te sorprenden. Mantengo la mente de Vi ligeramente ocupada, haciendo preguntas de vez en cuando, intentando meterla en la conversación.

 Estamos en la cocina, sentadas en el suelo, ya que no hay ningún tipo de asiento allí; es una sala pequeña, con una despensa, una nevera, un horno de leña y nada más. Llevamos horas picoteando las galletitas que encontramos, a saber cuánto tiempo llevaban allí guardadas; las hay de todos los sabores, pero aunque podría decirse que nos hemos comido quilos enteros, el hambre de Violet es insaciable.

Para matar el tiempo, me la llevo de recorrido turístico por la casa; pasamos de la cocina al pequeño cuarto de baño que hay justo al lado y del baño al salón, posiblemente la habitación más grande de toda la casa: con su mesa redonda y sus sillas, su sillón de madera con cojines (hecho a mano), un par de banquitos por si acaso tiene invitados, cosa que no suele suceder, en una mesita (adivinad, también de madera) se encuentra una radio antigua, que está en el canal de las noticias. Solo cuando yo voy allí se cambia al canal de música.

 Y finalmente, en una puerta que hay tras el sofá, se encuentra la habitación de mi padre, con una gran cama de matrimonio, un armario para guardar su ropa, un baúl con sus pocas pertenencias y una ventana que es lo único que da luz a la habitación.

Nos sentamos en el sofá y ponemos la radio, suena la música de unas gaitas, pero con tal de romper el silencio lo que sea.

Recapacitando, me doy cuenta de la gran injusticia que se ha cometido con mi padre: mientras yo, mi hermana, mi madre y Lucifer vivimos en Fowey, él tiene que vivir en esta cabaña de segunda, apartado de la civilización, en el medio del bosque. “Las comparaciones son odiosas”.

 Mientras en esta cabaña solo hay cuatro habitaciones, y está amueblada 100% madera, yo tengo una casa de cuatro pisos, más de veinte habitaciones y el máximo lujo, pero eso sí, sin garaje. Si en algo gana mi padre es en el jardín, tiene quilómetros de bosque.

Cuando pienso en el divorcio de mis padres, no puedo evitar culpar a Annie; antes de que ella naciera estábamos bien, luego nació, mi padre se fue y entonces apareció Barbanegra. Y ahí ya nos caímos con todo el equipo.

Sé perfectamente que Annie no tiene la culpa, solo fue una coincidencia, una acumulación de problemas: mi padre odia el mundo de mi madre, todo eso de la alta sociedad, las conveniencias y los lujos, y no dudaba en echárselo en cara; hasta que, finalmente, el vaso de agua se derramó y decidió marcharse, pero sin renegar de mi y de mi hermana, que venimos a visitarle muy a menudo.

Si algo tengo claro, es que mi padre sigue enamorado de mi madre. Y quien sabe, quizás ella también de él. Cuando habla de ella se le iluminan los ojos, se le pone esa sonrisa tonta de enamorado, siempre quiere estar al tanto de toda su vida, no se cansa de alagar sus ojos color caramelo y su pelo rubio pajizo. Y aún sin ser una mujer demasiado guapa, es tan dulce y tan atenta, que hasta el hombre más guapo del mundo se enamoraría.

Al terminar este razonamiento, me doy cuenta de que ya han pasado casi cuatro horas desde que mi padre marchó. Son las tres y media, así que tiene que estar al caer: o bien porque se ha aburrido, o porque tiene hambre, o ganas de ir al baño. Y con una conexión mental absoluta, mi padre cruza la puerta.

Time: PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora