Capítulo 8

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La hijastra del torturador de perros y la niña que les teme.

7 de septiembre de 1956

SOUL:

Lily nos está preparando el desayuno.

Durante esta última semana de verano, Vi y yo hemos pasado absolutamente cada día y cada noche juntas en su casa, incluso la he convencido para que jugara algo con Toby. Con los preparativos de la boda de mi madre, la casa está llena de gente a diario, y Vi y yo necesitábamos tranquilidad para nuestra… misión, por llamarlo de algún modo.

Violet, siguiendo la tradición de su madre, se ha obsesionado; a mí, por otro lado, todo este asunto se me antoja como un extraño sueño, un sueño surrealista del que, por una razón, no consigo despertar.

-¡Niños, el desayuno está servido!

Desde la habitación de Vi, escuchamos a nuestros dos hermanos bajar corriendo por las escaleras, y también, los pequeños pasitos del perro.

-¡No me puedo creer que le hayan vuelto a dejar entrar en casa!

Hoy lleva el pelo suelto, algo ondulado por la humedad; una camisa blanca con un chaleco negro por encima y unos pantalones cortos, aprovechando que pronto hará mal tiempo. Ella quiere disfrutar los últimos días de verano al máximo. A mí por mi parte, me tarda que empiece el curso, porque aunque soy muy vaga y adoro el calor, no me gusta estar sin nada que hacer. Hoy llevo mi peinado habitual, con un vestido rosa palo de tirantes y seda; con unas sandalias de cordón. Ninguna de las dos tiene un armario despampanante, pero tampoco parecemos unas mendigas comparadas con la gente de Fowey.

Una vez muerto el ruido de pasos, bajamos tranquilamente al comedor. Todos juntos a la mesa, excepto Toby, que tiene su plato en el suelo, charlamos alegremente sobre los acontecimientos de los últimos días. Cuando Annie y Sam se terminan sus tostadas con mantequilla, suben a la habitación y se encierran allí de nuevo, parece ser que están jugando al mapa del tesoro, si ellos supieran.

-Tengo algo importante que deciros niñas, pero estaba esperando a que los pequeños se marcharan. –dice Lily, con un tono totalmente serio.

-¡Pues dale, que no tenemos todo el día! Queremos sacar a pasear a Toby, ¿verdad, pequeñín? -digo, acariciando al cachorro que tengo sobre mis rodillas.

Toby suelta un ladrido de satisfacción, y Violet, de resignación.

-Inmundo chucho… -murmura por lo bajo, creyendo que yo no la escucho.

-Esto es importante –repite Lily –debéis tener prudencia con lo que hacéis. La vida no es juego, y las cosas tienen consecuencias.

-¿De qué hablas, tía Lily? –pregunta Violet haciéndose la inocente.

Al ver a Lily titubear, comienzo a pensar que lo que vaya a decirnos es realmente importante. Finalmente, abre la boca y dice:

-No lo digo por nada en especial, solo pido que dejéis el pasado en el pasado, que es donde debe estar, y no andéis removiendo recuerdos.

Vi y yo nos miramos durante un rato, y finalmente ésta concluye:

-Por supuesto que no lo haremos, jefa.

Una afirmación que tanto Lily, como Vi y como yo sabemos que no se va a cumplir.

Momentos después, ponemos a Toby la correa y salimos de paseo por el pueblo.

Fowey no es un lugar precisamente grande, pero tiene su encanto. Tras la calle de los “ricos”, llegamos al centro, con la plaza del ayuntamiento, un lugar pequeño y deprimente; con un edificio casi en ruinas, y una fuente central que en el 90% de los días no echa agua. Alrededor de la plaza es donde se encuentran los comercios más asequibles: como el zapatero, la pastelería… Si seguimos andando podemos encontrar grandes campos, puedes andar 2 quilómetros sin encontrar ni una sola casa, y si te diriges al este, llegas al puerto; en ese lugar reside todo el esplendor de Fowey: cientos de barcos atracados con montones de personas yendo y viniendo, marineros, pescadores, tejedores de redes… El ambiente allí es increíble. La gente más pobre del pueblo tiene como gran aspiración acabar trabajando en un barco. Fowey es un lugar agradable para vivir, aunque la gente más rica suele ser un poco estirada, y por lástima es la mayoría, pero también está lleno de gente buena. La verdad en Fowey no nos podemos quejar de gente pobre, porque en realidad, casi no hay. Es un lugar con dinero, en parte será porque a pesar de lo insoportables que pueden llegar a ser algunos vecinos, todos nos ayudamos, somos una gran familia.

El único lugar que no suele estar muy habitado es el bosque, que solo se atreven a pisar los leñadores y los niños atrevidos. Nosotras nos decidimos por ir hacia el puerto.

Mientras caminamos, a nuestro paso, podemos escuchar a la gente que murmura. “Será porque nos han visto con el perro, les parecerá extraño”. Porque, la verdad, extraño es un rato: la hijastra del torturador de perros y la niña que odia, más bien teme a los perros, paseando uno, debe ser digno de admirar.

Pero al acercarnos un poco más a la pescadera y su marido, podemos escuchar la verdadera razón de los murmullos:

-Pobre niñita… ¿no ha sufrido ya bastante?

-Y ahora dicen que su madre se aparece por su casa.

-Aunque el señor Jensen ha asegurado que la ha visto por la taberna.

-En mi opinión, todo habladurías, yo no creo en esas cosas.

-Pues será mejor que empieces a creer, ¡porque a lo mejor Crystal viene a por ti!

Al escuchar estas últimas palabras, mi piel palidece un poco, y guío a Toby hacia el otro lado de la calle, para que Violet no tenga que escuchar nada. Tras caminar un rato en silencio, Violet dice algo que me deja sin palabras:

-Sou, ¿tú crees en los fantasmas?

Time: PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora