Capítulo 9

4 1 0
                                        

¡Me duele lo que no está escrito!

10 de septiembre de 1956

VIOLET:

Yo siempre he sido una niña feliz. Incluso cuando mi madre desapareció, fui incapaz de perder mi sonrisa. Dicen que cuando te pasa algo así te deprimes,  o que te vuelves más creyente incluso, pero en mi caso no. Mi vida transcurrió con total normalidad, obviando que mi madre ya no estaba. Por eso quizás, lo que ocurrió el viernes fue tan inesperado.

Sí. La verdad, llevaba tiempo sintiéndome observada, y de vez en cuando sigo sintiéndolo ahora, pero de ahí a que el fantasma de mi madre llegue para aterrorizar al marido de la pescadera hay un mundo. No me lo creo por dos razones:

1.    Porque creer que el fantasma ha vuelto es creer que ella ha muerto.

2.    Porque si el fantasma de mi madre estuviera aquí, no habría ido precisamente al marido de la pescadera.

Todo esto pienso de camino al colegio. La verdad, el colegio está bastante cerca de mi casa, y habitualmente iría andando con Sou, pero teniendo en cuenta que llegamos tarde (llevo esperando una media hora en la puerta de su casa) hemos tenido que coger las bicicletas.  Teniendo en cuenta también que ella tiene mucha más prisa que yo por llegar, va bastante rápido; pero teniendo en cuenta otra vez que no hace ningún tipo de deporte, a pesar de sus esfuerzos va unos metros más atrás.

Finalmente llegamos cuando ya está entrando el último curso, Soul suspira aliviada; prácticamente tira la bicicleta al suelo y se une a la fila. A mí me toca esperar hasta que pase el último curso.

Corro por los pasillos, esperando que no me cierren la puerta, a mi paso veo profesores despiadados cerrando la puerta en las narices a los alumnos a los que se les pegaron las sábanas. Por suerte o por desgracia, al llegar a la puerta de penúltimo curso, están a punto de cerrarla; meto la mano intentando pararla, pero parece ser que el nuevo profesor tiene más fuerza que yo.

-¿Te sigue doliendo?

-¡Me duele lo que no está escrito! –contesto yo soplando desesperadamente a mi mano izquierda.

-¡Anda, deja de quejarte! Podía haber sido peor. –dice la enfermera intentando quitarle importancia. Nunca me ha gustado esta señora.

-¿Más grave que romper todos los huesos de la mano? ¿Qué podría haber pasado? ¿Arrancármela del cuerpo o algo así?

-Aish… los niños de hoy en día…

La enfermería del colegio no es el lugar más deseado para pasar el primer recreo del curso; por la ventana veo a mis compañeros jugar y saltar, y pienso, que hubiera sido preferible haber llegado tarde.

Veo a Soul sentada en un banco junto a la pista de baloncesto, con todas las niñas de su clase; me sorprende ver que está allí con ellas, ya que ella afirma llevarse mucho mejor con los chicos, además, siempre está conmigo.

En la pista de baloncesto están jugando mi curso contra el suyo, aunque va ganando el suyo, hay poca diferencia; y esa diferencia la marca Josh Miller.

Josh Miller siempre ha ido en mi clase, desde los dos añitos en el jardín de infancia de la señora Poppy. Es guapísimo, tiene un cuerpo atlético, aunque no es demasiado alto, pero a mí me gusta así; tiene unos ojos azules de ensueño y una melena tan rubia como el sol. No tiene demasiados amigos en la clase, porque es un chico tímido, y siendo franca, todos le envidian; y me parece completamente lógico.

Por un momento siento una punzada de celos porque Soul está allí fuera viéndolos jugar y yo aquí dentro con la mano destrozada.

Me paso la mañana de clase sin hacer absolutamente nada, me toca un asiento de la primera fila, justo al lado de la ventana; eso me pasa por ser la última. Tengo la mesa del profesor justo en mis narices. El lado positivo, es que a tres asientos de distancia está Josh.

A la hora de salida, Soul ya está esperando en la puerta de mi curso, caminamos juntas por los pasillos, cotilleando de una cosa y de otra; desde el nuevo peinado de Mary hasta el resultado del partido de baloncesto. Al llegar junto a las bicicletas, me doy cuenta de que yo no puedo montarlas, maldigo con toda mi alma esa maldita puerta.

En ese preciso instante:

-Hola, ¿quieres que te lleve?

Al girarme no podía creérmelo, ¡Josh quería llevarme a casa! ¡Qué caballeroso, qué servicial,  qué…!

Me doy cuenta de que me he perdido en mis pensamientos y me giro de verdad, y ante mis ojos está Mike Johnson, el chico más feo de todo el instituto.

Busco a Josh con la mirada, como esperando que me salve de esta situación tan sumamente incómoda, y me lo encuentro con la bicicleta calle abajo, hasta su casa. De nuevo, maldigo la puerta, y no me queda más remedio que aceptar la petición de Mike.

Una vez en mi casa, se despide con la promesa de que mañana me recogerá.

 “Que suerte”.

Time: PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora