Cuando Esme regresó al colegio, todo volvió a la normalidad entre ellos. Volvieron a andar los tres juntos por todas partes, Esme y Leo solían ir de la mano. La verdad era que, aunque todos creían que eran novios, ellos secretamente le habían tomado el gusto a esas horas que fingían cercanía.
Aquella tarde, Esme y su mamá llegaron de una cita con el médico y ella se dispuso a estudiar un poco, pronto tenían una prueba de matemáticas. Media hora después, y no pudiendo resolver uno de los problemas, se le ocurrió la idea de ir a estudiar con Leo, ya que Tefi estaba en clases de pintura. Esme llamó al chico un par de veces, pero él no contestó y como ella sabía que ese día no trabajaría, le pareció una buena idea comprar algunos alfajores y unos jugos para ir con Leo y pasar una tarde de estudio. No era la primera vez que lo hacía, y a su madre solo necesitaba decirle que estaría con Tefi, así que también le mandó un mensaje a su amiga por si su madre decidiera rastrearla.
Cuando llegó a la casa de Leo, se encontró con Beatriz, que había salido del trabajo porque había olvidado algo importante. Iba con prisas y debía regresar en pocos minutos.
—¿Está Leo? —preguntó Esme y la mujer sonrió.
—Duerme en su cuarto, pero ve —dijo la mujer y dejó entrar a la chica ante de salir a las corridas del departamento. Después de comer Leo le había dicho que dormiría un rato pues tenía la tarde libre.
Esme dejó la merienda sobre la mesa y caminó hasta la habitación donde eesperaba encontrarse a Leo en el quinto sueño, sabía que tenía el sueño pesado y era muy difícil de despertar. Bea siempre se quejaba de tener que hacerlo cada mañana, decía que Leo le daba patadas o le decía incoherencias —que el chico nunca recordaba—, y que además tardaba mucho en despertarse. Ya frente a la puerta Esme se preguntó si solo entrar o tocar antes, aunque si estaba durmiendo era seguro que no la sentiría.
Se decidió entonces por golpear, pero nadie respondió, así que abrió la puerta con lentitud y la verdad es que no estaba preparada para ver lo que allí sucedía. Leo tenía puesto auriculares, estaba en paños menores —o sin ellos—, frente a una computadora y hacía algo que ella ni siquiera se animaba a pronunciar.
Esme sintió todos los colores subiéndosele al rostro, emitió un gritito y se llevó la mano a la boca. Leo se percató de su presencia y cerró de golpe la computadora además de cubrirse como pudo. Esme cerró la puerta y se quedó allí por unos minutos, sin saber qué hacer.
Leo maldijo mientras arreglaba el desastre, su teléfono sonó y él supo de inmediato quién llamaba.
—¿Qué pasó, bebé? —preguntó Vicky algo desorientada— ¿Falló el internet?
—No... es que... ahora no puedo hablar, Vic... es que alguien vino —explicó en susurros.
—¿Quién? ¿Tu mamá? —preguntó la chica.
—Sí... ella, mi madre... Te dejo, ¿okey? Tengo que ir a... arreglar esto —dijo y suspiró con algo de frustración.
Vicky bufó contrariada, eso de la relación a distancias la molestaba más de lo que imaginaba, sentía que Leo no ponía de su parte y si las cosas seguían así, cada día se alejarían más. Tenía miedo de perderlo, su amiga Melody le había dicho que probablemente él ya tuviera otra, y que era una tonta por confiar a ciegas en un chico que en otra ciudad seguro le estaría engañando. Ella confiaba en Leo, lo amaba, lo conocía desde hacía mucho tiempo y se habían apoyado mutuamente cuando todo se había puesto gris en sus vidas. Leo era todo lo que tenía y todo lo que quería para su futuro, de hecho, no era capaz de imaginarse un futuro sin él.
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Ni tan bella ni tan bestia ©
Teen FictionLeonardo acaba de descubrir algo muy importante, algo que ha cambiado su esencia y todo lo que él creía correcto, lo que creía real. Con diecisiete años se encuentra perdido, desorientado, abatido y lo único que desea es cumplir la mayoría de edad p...