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Esme vio a Leo llegar caminando con la mirada gacha y las manos en los bolsillos, el chico se acercó a ella y se colocó a un costado

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Esme vio a Leo llegar caminando con la mirada gacha y las manos en los bolsillos, el chico se acercó a ella y se colocó a un costado.

—¿Quieres que demos un paseo? —preguntó Adrián al ver a Tefi, ella asintió y le entregó su bebida, las chicas se sonrieron con complicidad antes de separarse.

—¿Te arrepientes? —preguntó Leo y Esme no lo entendió, frunció el entrecejo mirándolo desconcertada—. De haberme elegido a mí —dijo Leo y señaló a Adrián que caminaba con Tefi hacia adentro de la casa.

—No digas tonterías, Leo —respondió Esme.

—Necesitamos hablar, Esme... —dijo Leo haciendo sonar la frase más como una petición que como una afirmación.

—Lo sé, pero no es buen momento, debo irme enseguida, mamá no me dio mucho permiso. Además, mañana es tu cumpleaños y... quizá sea mejor que dejemos esto por unos días...

—¿Qué quieres decir con que dejemos esto? ¿Lo que sucedió hoy o lo que tenemos? —preguntó Leo algo ansioso.

—Pues... todo —dijo Esme encogiéndose de hombros.

—Déjame llevarte a dar un paseo en el barco mañana, Héctor me lo presta por mi cumpleaños y sabes que ya lo navego bastante bien, sabes que mi cumpleaños no es una fecha muy especial para mí, salvo porque esta vez finalmente cumplo la mayoría de edad, pero regálame eso, Esme, un día para que hablemos y aclaremos todo esto... Por favor... —suplicó.

Esme suspiró mirándolo tan vulnerable y asustado, sabía que había esperado esa fecha con ansias pues finalmente conseguiría su mayoría de edad y quedaba poco para que terminaran las clases, estaba a nada de cumplir su plan de irse de allí. Sin embargo, desde que ella había entrado a su vida, aquello ya no parecía tan importante y en varias ocasiones le había dicho que no le importaba quedarse, o le había planteado que fueran juntos a otra ciudad. Para Esme, todo aquello era una locura, jamás se había imaginado salir de su ciudad, alejarse de su familia, vivir sola o pensar en una vida lejos de lo que ella conocía, sin embargo, con Leo no le daba miedo hacerlo, aunque en cierta forma se le hacía algo irreal, intangible... después de todo su madre jamás se lo permitiría.

—Está bien —añadió—. Pero será como amigos, nada más, Leo —insistió.

Leo nunca pensó que la palabra amigos pudiera dolerle tanto, ella no era su amiga, era su todo, era su mundo y era la única persona con quien deseaba pasar el día siguiente. La verdad era que nadie tenía idea de que era su cumpleaños, nadie salvo su madre, que sabía muy bien que desde que Leo descubrió la verdad sobre su propia historia, aquel día había dejado de ser un día para festejar.

Leo asintió con melancolía y bajó la vista mirando sus zapatillas, sabía que Esme estaba dolida, pero se mostraba fuerte y entera, y eso le agradaba. La miró con una media sonrisa y suspiró.

—Estuviste fantástica hoy, Esme —dijo entonces—. No había forma que no ganaras.

—Ganamos todos —corrigió ella.

Ni tan bella ni tan bestia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora