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Los días siguieron y pronto las clases terminaron, entre exámenes y trabajos prácticos ambos trataron de mantenerse ocupados

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Los días siguieron y pronto las clases terminaron, entre exámenes y trabajos prácticos ambos trataron de mantenerse ocupados. Tefi no sabía cómo sentirse, ver a Esme y Leo separados la hacía sentir triste justo cuando ella y Adrián finalmente habían avanzado un pequeño paso cuando el chico le dijo que iba a quedarse porque no quería separarse de ella.

Esmeralda decidió tomar la oportunidad que la vida le daba y fue a la entrevista con aquel hombre que se acercó a ella en el concurso, luego de unas cuantas entrevistas más y algunos exámenes, fue admitida para tramitar la beca en aquella importante universidad. Recién allí decidió decírselo a sus padres, su madre no reaccionó enseguida, fue su padre quien la felicitó y le dijo que le apoyarían. La verdad es que Magali sintió mucho miedo ante la idea de que su hija fuera a estudiar al exterior, pero sabía que sería bueno para ella... solo necesitaba tiempo para asumirlo.

Leo decidió ir con Héctor a navegar durante los meses de vacaciones antes de iniciar la universidad. No tenía nada en claro y sentía que necesitaba respirar, el hombre le había ofrecido aquello y le pareció una buena idea. Bea lo apoyó sabiendo que su hijo no estaba bien, la verdad era que como madre sentía mucha tristeza al verlo así, desde que había perdido a su padre y se había enterado de todo era como si no hubiera tenido un respiro, incluso cuando creyó que finalmente en ese pueblo había recobrado a su hijo y que el amor podía iluminarle la vida, nada había salido bien y Leo se veía desdichado.

Aquella tarde había sido la ceremonia de graduación de la escuela. Esme, Leo y todos sus compañeros recibieron el diploma de graduación en un evento al cual asistieron familiares y amigos. Ya todos estaban retirándose cuando Esme se acercó a Leo con una sonrisa tímida. Él pensó que ella se veía más bonita y radiante que nunca.

—Felicidades —dijo con timidez, hacía días que no hablaban. Solían verse y saludarse, pero no mucho más. No porque ella no quisiera, pero notaba que él la evitaba y ella solo respetaba las distancias que él ponía entendiendo que quizás estaba muy dolido.

—Igualmente —respondió Leo. Esme pensó que se veía especialmente guapo ese día. Tenía ganas de abrazarlo, de darle un beso y contarle lo mucho que lo extrañaba, pero se contuvo.

—¿Quieres ir a tomar un helado? —preguntó la chica.

—No sé si sea buena idea, Esme... —respondió él algo dubitativo, estar cerca de ella no le hacía nada bien a su endeble salud emocional.

—Bueno... yo... solo quería contarte algunas cosas...

—Bien... —asintió el chico al darse cuenta de que ella en realidad necesitaba hablar.

Caminaron por las calles de la ciudad en silencio, ambos pensaban en las ganas que tenían de tomarse de la mano, de olvidar todo y solo comenzar de nuevo.

Acababan de girar en la esquina que llevaba a la heladería cuando un chirrido de freno llamó la atención de ambos. Un auto blanco que venía a gran velocidad intentó esquivar a un motociclista y subió a la vereda llevándose todo por delante. Un grito agudo les caló hasta los huesos cuando entendieron que una persona fue prácticamente aplastada entre el auto y una pared por la que este acababa de impactar.

Ni tan bella ni tan bestia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora