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Cuando la alarma sonó Leo despertó algo desorientado, entonces recordó que Esme debía regresar a su casa y la despertó

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Cuando la alarma sonó Leo despertó algo desorientado, entonces recordó que Esme debía regresar a su casa y la despertó. La muchacha se levantó algo soñolienta y él le sonrió.

—Debemos irnos, ahora —dijo Leo y ella asintió. Se levantaron, se calzaron y se alistaron para salir. Leo le prestó a Esme una chaqueta pues afuera hacía frío.

Salieron en silencio de la casa del chico y caminaron de la mano hasta lo de Esme, no hablaban, solo dejaban que el fresco de la mañana inundara sus pulmones y el canto de las aves los acompañara en el camino. A solo una cuadra, Esme decidió que era mejor que la dejara allí, no quería que nadie los viera llegar juntos a esas horas.

—Esperaré aquí hasta que entres —dijo Leo y la muchacha asintió. Lo cierto era que ninguno de los dos quería separarse.

Esme caminó como para marcharse, pero Leo la estiró sin soltarla de la mano. Ella se volteó a verlo y entonces el chico se acercó más. Llevó una mano hasta su mejilla y la acarició con dulzura, ella se ruborizó.

—Leo... otra vez... esto se está poniendo raro —exclamó algo cohibida por el momento.

—Raro y lindo —añadió él.

Esme solo asintió y Leo se acercó aún más, como si la fuera a besar, ella cerró los ojos y él plantó un beso exactamente en la comisura de los labios. Esme sonrió mientras sentía miles de mariposas aletear en su interior.

—Nos vemos en un rato —dijo ella y se despidió.

Leo la vio partir e ingresar a su hogar y deseó que no la descubrieran, que nada amargara esa preciosa experiencia que habían vivido.

Unas horas después se volvieron a encontrar en el colegio, apenas llegaron, vieron a un grupo de chicos reunidos conversando acerca de algo. Esme y Leo observaron aquello desde lejos, sumidos en esa especie de bruma y complicidad que aún los envolvía. Tefi los dejó y caminó hasta el sitio para enterarse qué era lo que estaba sucediendo.

—Una fiesta. —Les informó en el receso—. Esta noche en casa de Alba, dicen que será divertido, ¿vamos?

—Vamos —decidió Leo—. Hace un montón que no voy a una fiesta, mi cuerpo ya lo necesita —bromeó.

—No me gustan las fiestas y no creo que me den permiso —comentó Esme encogiéndose de hombros—. Pero ustedes vayan.

—Yo quiero ir contigo —zanjó Leo y Tefi silbó de manera cómplice.

—Ahhh, así andamos —añadió, Esme la miró como si la fuera a matar.

—Hagamos algo —dijo Leo ignorando aquel momento—. Le dices a tu mamá que irás a dormir con Tefi. —Propuso.

—Mi madre no me deja dormir en la casa de nadie, ni de Tefi —explicó.

—Hmmm, eso complica todo —añadió Leo pensativo—. ¿Y si te escapas de nuevo?

Ni tan bella ni tan bestia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora