Leo esperó a que Vicky le atendiera y apenas lo hizo supo que algo no andaba bien, su voz no era la de siempre, estaba llorando.
—¿Leo? ¿Eres tú? —preguntó la muchacha entre sollozos.
—Sí, ¿qué sucede? —Quiso saber Leo algo asustado.
—Es Matías, está muerto —dijo y entonces se largó a llorar.
Leo no supo cómo reaccionar, no podía creer lo que estaba escuchando, Matías era el hermano mayor de Vicky, era su mejor amigo, su otra mitad su todo. Se llevaban solo un par de años y quienes los veían siempre habían pensado que eran mellizos.
—¿Muerto? ¿Cómo? —preguntó Leo sin saber qué decir ante la noticia.
—Sobredosis —susurró Vicky—. Yo estaba con él, ¿lo entiendes? Lo vi, vi cómo se moría. —La muchacha lloró de nuevo.
—Lo siento mucho, Vicky, realmente no lo puedo creer —susurró Leo con pesar.
—¿Crees que puedas venir? Mis padres están desolados, no sabían que nosotros... ya sabes... consumíamos... y enterarse de esta manera ha sido devastador. Y yo me siento muy sola —sollozó.
—Iré, estaré ahí en unas horas, Vicky —zanjó Leo—. Solo espérame.
Leonardo cortó la llamada y cerró los ojos suspirando, el destino parecía estar en su contra, pero no podía dejar sola a su novia en esos momentos, ella había sido la única que había estado a su lado cuando falleció su padre, él debía estar ahora para ella.
Llegó a su casa y cargó algo de ropa en su maleta pequeña, sacó algo de dinero de la caja fuerte donde guardaba aquello que estaba preparando para su futuro viaje y suspiró. Fue hasta la habitación de su madre —que ya dormía— y la despertó para explicarle lo que sucedía. Aunque Beatriz no sabía que él y Vicky eran más que amigos, recordaba perfectamente que ella había sido un gran sostén para su hijo cuando sucedió lo de su padre, así que no tuvo más que decir. Sacó su billetera, le dio algo de dinero y lo dejó partir luego de recomendarle que se cuidara.
Durante el camino a la estación, Leo llamó a Esme, sentía no poder despedirse de ella de frente pero tampoco podía irse sin decirle nada. La muchacha atendió algo adormilada.
—¿Leo? —inquirió asustada.
—Disculpa que te llame a estas horas, debía avisarte que... me estoy yendo a mi ciudad —explicó.
—¿Cómo? —preguntó Esme sentándose de golpe en su cama.
—Surgió algo, murió el hermano de una persona importante y debo estar allá. Es alguien que estuvo para mí cuando lo de mi padre... perdóname por tener que irme así, volveré en unos días, lo prometo, Esme —explicó.
—Lo comprendo, Leo... Yo, sé que estoy enfadada contigo, pero te deseo lo mejor y, espero que regreses pronto...
—Esme, hay muchas cosas que quiero decirte, tenemos que hablar. Prométeme que a mi regreso hablaremos, por favor —pidió casi en un sollozo.
ESTÁS LEYENDO
Ni tan bella ni tan bestia ©
Teen FictionLeonardo acaba de descubrir algo muy importante, algo que ha cambiado su esencia y todo lo que él creía correcto, lo que creía real. Con diecisiete años se encuentra perdido, desorientado, abatido y lo único que desea es cumplir la mayoría de edad p...