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Esmeralda dejó la campera tirada en el suelo y se sentó en la cama al lado de su amiga. La miró y no encontró las palabras para comenzar, así que Tefi insistió.

—¿Y? —volvió a preguntar.

—¡Y me besó! —exclamó entre desconcertada y molesta.

—Eso ya lo sé, pero ¿y? ¿Por qué estás enfadada? ¿No deberías estar un poco más alegre?

—Luego de darme el beso más increíble que he vivido me dijo que ahora sí ya estaban iguales, que ahora Adrián no le ganaba en nada, ¿lo entiendes?

—¿Acabas de decir que fue el beso más increíble de tu vida? ¿Cómo fue? —inquirió Tefi. Esme tomó uno de los almohadones de la cama y se lo arrojó.

—¡Concéntrate! Lo hizo solo por competir con Adrián, nada más, él no sintió nada, ¡no le pasó nada!

—No lo sabes. A ver... los hombres son competitivos, Esme, es así, ellos compiten por quién tiene el auto más lindo, quién es el más fuerte o el más ágil. Es obvio que Leo te besó porque se sentía en desventaja con Adrián, ¿pero no ves el verdadero motivo? ¡Está celoso! Está celoso y tiene miedo de perderte o de que elijas a Adrián. ¿Lo entiendes? Eso es bueno porque quiere decir que te mira como algo más que una amiga —dijo Tefi guiñando un ojo.

—¿Estás segura? ¡Ha sido un completo idiota! —exclamó Esme enfadada.

—Lo sé, pero los chicos suelen ser así, amiga—bromeó—. Confía en mí, que un poco sobre chicos, sé—. Esme asintió y entonces Tefi sonrió al verla de ese modo, Leo le importaba a su amiga mucho más de lo que nadie le había importado antes, solo faltaba que ella lo aceptara—. Ahora cuenta el beso.

Los cachetes de Esme se encendieron al recordar ese momento y miró a su amiga con vergüenza. Tefi sonrió y comenzó con las preguntas, sabía que si no lo hacía de ese modo, Esme no encontraría las palabras adecuadas. Luego de un rato de conversar, decidieron descansar. Esme se cambió y entonces recogió la campera del suelo para colocarla a su lado en la cama, Tefi fingió no ver aquello para no incomodar a su amiga.

Leo, sin embargo, no pudo sacarse el beso de la cabeza y del cuerpo, al llegar a su casa se metió a la ducha y luego se dispuso a dormir, pero entonces la textura de sus labios, el sabor de su boca, el aroma a rosas de su cuerpo lo envolvió por completo. Nunca había vibrado así con un beso, nunca, ni siquiera con Vicky.

Fue en ese momento que la recordó, con todo aquello del recién llegado y los contratiempos, la había olvidado por completo. Se llevó la mano a la cabeza sintiéndose un traidor, le estaba mintiendo a ambas, además de estar incoherentemente celoso cuando que era él quien tenía un compromiso. Debía arreglar esa situación, contarle a Esme sobre Vicky y apartar de su cabeza cualquier idea referente a ella, no podía enamorarse, eso implicaría quedarse allí y no era lo que él quería, él quería irse, probar suerte, encontrarse a sí mismo, no tenía nada que entregarle a Esme, ni siquiera sabía quién era todavía. Y Vicky, quizá tampoco era buena idea seguir con ella, quizá lo único en lo que debería concentrarse era en su viaje, en su partida. Cada vez quedaba menos y el año avanzaba veloz, pronto todo quedaría atrás.

Ni tan bella ni tan bestia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora