Ese día, en el almuerzo, Esme les contó a sus padres que había sido elegida para representar al curso en un concurso de talentos, también les dijo que el profesor Aldo era quien había tenido la idea, sabía que si metía a algún profesor, su madre no diría nada.
—Es para juntar fondos para el viaje de fin de curso —explicó.
—Bien, pero tú no irás a ese viaje. Esos paseos son el descontrol total, solo van a emborracharse y tener sexo entre todos —dijo Magali y miró a su marido que estaba concentrado en su almuerzo.
—¿Qué es sexo? —preguntó Coti y Magali la miró negando.
—Algo de lo que los niños no hablan —zanjó y la niña se encogió de hombros—. Si quieres ir al viaje tendremos que ver si puedo acompañarte, es la única opción —añadió. Coti rio por lo bajo y susurró.
—Mejor no ir.
—¿Qué dices? —preguntó su madre.
—¿Yo? Nada... que me gustaría ir —añadió apurada.
—No es cosa de niños.
Coti rodó los ojos cuando su madre no la vio.
—No voy a ir —dijo Esme—. Pero igual quiero cantar —añadió.
—Hazlo, total es tu último año, luego ya dejarás esas tonterías de ponerte a cantar y pensaremos en tu futuro. Tendrás que ponerte a estudiar alguna cosa y a ver si te consigues otro novio, Esmeralda —concluyó.
—Oye, hija —dijo su padre interrumpiendo—. Le conseguí a esa mujer que me pediste un trabajo —comentó—. Ya está en la fábrica.
—¿Qué mujer? —preguntó Magali.
—Una amiga de Esme —respondió el hombre.
—¿Amiga de Esme? ¿Cómo se llama?
—No es mi amiga, es solo una conocida... Se llama Soraya —informó.
—¿Soraya? ¿Soraya qué? —preguntó Magalí.
—Soraya Báez —respondió su marido—. Antes trabajaba en el supermercado que está más allá —comentó—. Mi jefe está contento con ella y su trabajo.
—¿Soraya Báez? —preguntó la mujer visiblemente alterada—. ¿Por qué tú conoces a esa mujer? —inquirió mirando a su hija.
—Porque es... es madre de un niño que se me acercó en el parque... me pidió algo para comer y yo pues, quise ayudarlo —respondió algo nerviosa.
—¿Ahora eres la Madre Teresa de Calcuta, Esmeralda? —preguntó su madre—. Será mejor que no tengan mucho contacto con esa mujer, no ahora que Beatriz y su hijo están por aquí —zanjó.
—¿Por? —preguntó el hombre.
—¿No la recuerdas? ¡Odio tu mala memoria! —dijo y rodó los ojos, luego miró a su hija—. Después te lo cuento.
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Ni tan bella ni tan bestia ©
Teen FictionLeonardo acaba de descubrir algo muy importante, algo que ha cambiado su esencia y todo lo que él creía correcto, lo que creía real. Con diecisiete años se encuentra perdido, desorientado, abatido y lo único que desea es cumplir la mayoría de edad p...