3- Mantente lejos.

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SAMANTHA.

Me quede mirando a la puerta ya cerrada, procesando todo aquello que había pasado en sólo minutos, la puerta de la cafetería me causaba un nudo en mi garganta, pensaba que en cualquier momento podría aparecer de nuevo.

Una inmensa ganas de gritar me invadió, como también angustia y rabia.Y de pronto todo tipo de insultos llegaron a mi cabeza, también contestaciones que le podría haber dado.

Demasiado tarde diría yo.

Me hubiese encantado haberme defendido en ese momento. Pero fue demasiado tarde para reaccionar.

Tenía el impulso de levantarme, hayarlo y... ¿qué le haría? ¿llegaría y lo golpearia? ¿lo insultaria?

Sólo de pensarlo sonaba patético, su tamaño era el doble que mi pequeño y débil cuerpo.

Como pude, obligue a mis pies a moverse hasta llegar a la mesa donde estábamos con Jeremi.

–Un rico y delicioso capuchino de caramelo para la señorita Hale— Jeremi me dijo al verme de regreso, me miro y esa curva ladeada desapareció—¿Te encuentras bien? Estas pálida.

Moví un poco mi cabeza para despejarla de todas esas interrogaciones sin respuesta.

-Por supuesto.

-¿Segura?- Insistió.

-Ajá.

Agradecí que Jeremi entendiera que no quería hablar, tiempo después empezamos a beber nuestros cafés mientras dialogabamos de otros temas.

La tarde se me habia ido volando junto a Thompson.

Conocía más sobre su vida ahora.

Como por ejemplo que tenía dos hermanas menores, sus padres también se habían divorciado, auque ya había pasado mucho tiempo, a diferencia de los míos.

Al acabarmos nuestras bebidas calientes, pagamos y nos fuimos del lugar.

Comenzamos a caminar por la extensa vereda llena de hojas caídas, por el otoño, con cada paso era un ruido crujiente bajo nuestros pies.

Estábamos cerca de mi calle cuando el celular de Jeremi comenzó a sonar, lo tomo entre sus manos y luego atendió.

—Aló....si mamá.... con una amiga.... ¿y yo que sé?.... bueno, esta bien ahora voy para allá—. Corto la llamada, guardo su móvil en el bolsillo trasero del pantalón.— Lo siento Samantha, me debo ir.

—Sam—corregí—, me puedes decir Sam.

Sonrió.

Beso mi mejilla en una acción de despido y luego volvió a sonreír.

Se llama Amor |1/2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora