17- Castigado.

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#LeccionDelDia: Nunca nos rindamos ante un obstáculo, es sólo una valla más por saltar, del otro lado hay muchas personas esperando para aplaudir
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SAMANTHA.

Brad seguía delante de mi, sin mirar a nadie y sin dirigirle la palabra a nadie. En cuanto veía a una persona cerca de nosotros su mirada bajaba para que no vieran su rostro lastimado y evitar preguntas, yo suponía.

Sentía pena por él.

Me sentía nerviosa, sentía esa sensación de querer darle un abrazo y no soltarle nunca, pero sabía que me iba a rechazar.

La caminata había sido larga, y luego de subir muchas escaleras llegamos a enfermería. Lo supe ya que en la puerta había una cruz roja y además lo decía un cartelito pegado a la madera blanca.

Al entrar visualice un escritorio pequeño con su respectiva silla. En la superficie del escritorio se encontraba una pila de papeles, seguro la gente quien se venía a atender.

También habían dos especies de "habitaciones", las cuales se encontraban divididas por una cortina gruesa color turquesa. En el interior de aquellas habitaciones, encontrábamos una camilla, ésta estaba cubierta por sábanas color blancas acompañada por una pequeña almohadilla.

A su lado podías ver un carrito, también blanco, en donde se distribuía en en cuatro estanterías. Cada una de ellas, decía en un pequeño letrero lo que contenía en su interior.

Los pisos eran de azulejos color beige y las paredes del salón azul pastel.

Lo primero que hizo Brad, fue sentarse en la camilla. Sus piernas -aún sentado- tocaban el suelo.

-Entonces...- dije para que, ese silencio incómodo, desaparezca.- ¿llamo a la enfermera?

-Hay una sola enfermera en todo el Instituto, y está ocupada con el imbécil de tu novio-. Respondió sin mirar.

-Que no es mi novio- murmure rodando los ojos.

Me quede de brazos cruzados, mientras lo observaba.

Tenía sus manos posadas en su regazo, entrelazadas, a veces jugaba con sus dedos chocandolos entre si. Mordia su labio inferior, cada vez que miraba la hora en su reloj de la muñeca.

En su rostro sangre reseca podías ver, uno de sus ojos un tanto hinchado y rojizo, al borde de su labio inferior había también una herida.

Me tomé el atrevimiento de revisar las estanterías, de allí saqué un paquetito de gasas, alcohol y algunas vendas.

Me coloqué unos guantes blancos, esos de doctor, para evitar infectarle la herida.

Notaba como Brad me miraba.

-La enfermera no tarda en venir- me dijo.

-De aquí que venga, tus heridas se pueden infectar.

-¿Eres enfermera acaso?- continuó con un tono burlesco.

-No, pero mis padres son médicos, supongo que algo aprendí.

Tome una gasa y eché un poco de alcohol en ella, me acerqué a él y comencé a pasarle por sus heridas. De vez en cuando hacía muecas por el ardor, pero no se quejaba, me detuve en sus labios.

Lo mire, él ya lo está haciendo.

-¿Algún problema?- interrogó mirándome.

Negué.

Pase la tela curativa por el labio lastimado, sentía como Brad posaba sus manos en mi cintura, atrayendome más a su cuerpo.

No dije nada, ni le mire, sentía que si lo miraba desearía besarle y no debía hacerlo.

Se llama Amor |1/2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora