Parte 30(editado)

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- No te asustes por favor- le imploré aún más aterrorizado que ella- Por favor, no soy un ladrón ni nada parecido. Solo quiero encontrar a Clara.

La chica relajó el semblante pero abrió aún más los ojos si cabía. Se llevó la mano derecha a la comisura de la boca y noté como la entreabría, esta vez con más sorpresa que miedo.

- Sólo quiero saber si está bien, por favor.

- Usted es... es el chico de la biblioteca, ¿verdad?- me preguntó la muchacha.

- Sí, eso es- contesté entusiasmado por ser reconocido y por entender que Clara le había hablado de mí a aquella muchacha.- Yo soy Fermín, soy amigo de Clara. No sé nada de ella y me resulta extraño, estoy preocupado.

Estaba jugándomela demasiado hablándole a aquella chica de mis encuentros con Clara, pues realmente desconocía si alguien sabía de sus escapadas furtivas de la casona para vernos. Al menos alguien que no fueran sus hermanos pequeños.

- Ya te conocía de vista Fermín...

La muchacha se asomó a la puerta para controlar, supongo, que nadie más me hubiera visto.

- Tranquila, he sido muy cuidadoso- le dije.

- La señorita Clara está encerrada desde ayer. El señor está muy enfadado con ella.

- ¿Encerrada? ¿Dónde?- me volví histérico en un segundo y mi estado incontrolado me llevó a coger a aquella muchacha por los hombros. Cuando me di cuenta la estaba zarandeando a la vez que le exigía conocer donde tenía encerrada ese demente a Clara. Pronto me di cuenta de mi desacierto, pues esa muchacha no tenía culpa de nada- Discúlpame, eso ha estado fuera de lugar.

- La tiene en la sala de los tapices. Él sabe que nadie entrará en esa sala, y así se asegura de que no hablemos con ella y que no la ayudemos.- me dijo con lágrimas en los ojos.

Aquella muchacha debía tener más o menos la edad de Clara. Era menuda y delgada. Tenía el pelo recogido en un moño y aunque no vestía con el mismo uniforme que el resto del servicio, al que había podido ver, la canasta que sujetaba en las manos , momentos antes de encontrarse conmigo, que contenía la colada recién hecha, delataba que trabajaba en aquel lugar. La tristeza con la que me relataba lo sucedido con Clara demostraba que sentía por ella un aprecio especial. Supuse por todo esto que debía tratarse de María, de la que tanto había oído hablar.

- ¿Qué es la sala de los tapices?

El semblante de María se ensombreció.

- Debes marcharte, si te descubren aquí será mucho peor.

- ¿Peor? Pero espera por favor. ¿Por qué no dejan que Clara salga? No lo entiendo, no está haciendo nada malo. Me ha contado que su padre no la quiere, que no la deja salir, no la deja vivir, ¿por qué?

- Es complicado... no soy nadie para hablar sobre esos temas familiares. Tengo que irme.

Le cerré el paso, no podía marcharse sin resolver todas esas dudas que me atormentaban, que me rondaban desde que había conocido a Clara. El porqué de tanto secretismo, el porqué de tantas complicaciones en su vida. Quería saber por qué la privaban de su libertad, de su juventud. Ella era la única conexión que tenía con Clara.

- No sabe dónde se está metiendo.

- Pues dímelo tú.

- El señor es malvado. Hay quien dice que está loco. Yo no lo conozco mucho, pero mi madre sí. Mi madre lleva trabajando en esta casa más de veinte años. Ella fue la única que se quedó cuando sucedió todo, ella y mi padre.

¿ Y Si Es Ella? #wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora