Seguimos en 1952...
Al día siguiente Clara volvió a mandar a su hermano con una nota a la biblioteca. Me citaba en el mismo sitio que la última vez. Y así sería en las próximas semanas. Ella no dejó de citarme y yo jamás falté a mi cita. En el poco tiempo que pasábamos juntos la fui queriendo cada día más, de una manera obsesiva y compulsiva, con un deseo intenso por verla, por sentirla, por tenerla a mi lado. Pasé los días ajeno, iluso a la realidad que me aguardaba, al final que esperaba, impasible, tras una esquina. Paciente y acechante.
Dos semanas después, un lunes por la mañana en el que el sol no brillaba, y el viento soplaba de levante, yo esperaba inmutable en un banco de la plaza a un retaco que me trajera la carta de Clara, y que no llegó. Me dieron las once, las doce y la una. El mensajero siguió sin llegar. Cuando me rendí a la espera y acepté y comprendí que no iba a haber carta alguna, me levanté y me dirigí, mecánicamente, a la pizzería Ángelo. Estaba bastante concurrida ese día y, como de costumbre, ocupé un asiento apartado en una esquina de la barra. Pedí una coca cola y unas aceitunas, y esperé a que Ángelo apareciese por la puerta de la cocina.
- Amigo Fermín, ¿Qué tal andamos hoy?
- Mal Ángelo, Clara no me ha citado. Estoy preocupado.
- Pero bueno ha podido surgir qualsiasi improvisto. ¿Cuántas veces ha faltado ella a una cita contigo?
- Nunca...
- Pues ya está hombre... un contratiempo lo tiene qualsiasi. No debes preoccuparsi mas... seguro más tarde o mañana ella le busca Fermín.
- No se Ángelo, ya sabes todo lo que sucede a su alrededor. ¿Y si el loco de su padre le ha hecho algo? ¿Y si se ha enterado de nuestros encuentros?- La ansiedad me invadía por dentro y corría por mi cuerpo a mayor velocidad que mi propia sangre, inundándome cada cavidad, desplazando y sustituyendo al oxigeno . La respiración comenzaba a faltarme- ¿Y si voy a su casa?
- Pero hombre Fermín, podrías buscar un problema a la ragazza.
- Me colaré. Nadie tiene por qué verme.
La mirada de espanto de Ángelo no podía disimularse. No sé si la expresión de sus ojos se debía al miedo que sentía por mí, y al plan descabellado y estúpido que quería llevar acabo , o a la idea de que me acercase a esa casa vetada en el pueblo y sentenciada por todos. La realidad era que yo ya estaba convencido y nada podría hacerme cambiar de opinión.
Esa tarde me dirigí a la casona de los Ferrer. Jamás me hubiera imaginado a mí mismo recorriendo ese camino ni una sola vez. Conforme me iba acercando a aquella edificación inusitada, cuadriforme y pavorosa, las piernas me empezaron a flaquear, y me descubrí a mí mismo aminorando el paso firme con el que me había mantenido hasta el momento. Una valla angosta flanqueaba el perímetro de la casa, que parecía estar custodiada por una acacia gigantesca e impetuosa. Un césped verde y bien cuidado cubría toda la zona posterior por la que me iba acercando, y una hilera de ventanales parecía vigilarme desde el frente. Me puse nervioso, frente a mi tenía, por lo menos , una veintena de ventanas desde las que podía ser descubierto, y las opciones para esconderme eran escasas. Corrí hacia un Chevrolet que descansaba junto a la entrada trasera de la casona, cerca de la acacia.
Permanecí escondido por un tiempo que me pareció interminable, controlando como miembros del servicio, y algún que otro trajeado, salían y entraban de la casa a cada momento. Unos jardineros parecían estar inmersos en sus quehaceres en una de las esquinas cercanas al lugar donde yo me encontraba. Tenía que ser muy cauteloso si quería evitar ser descubierto por ellos. Me enfrentaba a demasiados problemas y comencé a sentirme nervioso. Un sudor frío me caía por la frente y por la espalda. Seguramente causado por el sol abrasador que me calentaba la nuca y por el miedo incontrolable que sentía. Pero tenía que ser valiente, tenía que llegar a Clara... Ese era otro problema añadido. ¿Dónde estaba Clara? Sabía por ella que nunca salía de su habitación. Y sabía que su habitación daba al mar, no sería difícil orientarme hasta dar con ella, o eso creía yo. La realidad era que una vez allí todo imponía más de lo que había supuesto.
Alcancé a ver , desde donde estaba , una pequeña puerta en un lateral de la vivienda. La edificación de aquella zona era más baja y parecía estar apartada del resto. Entendí que debía ser la entrada del servicio y me venía genial para colarme en la casa.
No encontraba lugar donde esconderme en mi camino hasta abordar la entrada, por lo que esperé a que nadie pareciera mirar en mi dirección y corrí como alma que lleva el diablo hasta llegar a mi destino. Entré apresuradamente ,y receloso de quien pudiera encontrarse tras la entrada, para mi tranquilidad pude apreciar que la estancia se encontraba vacía. Miré a mí alrededor intentando decidir por dónde debía tirar. Una escalera me enfrentaba hacia el piso superior. A mi lado una puerta parecía comunicar con una cocina. En el interior de la cocina dos muchachas vestidas de blanco ,y con pañuelos cubriendo el pelo, se encontraban enfrascadas en una vivaracha conversación. Estaba claro que por ahí no debía tirar. Escudriñé la habitación más a fondo sin ser capaz de decidirme cuando , de repente, escuché que alguien abría la puerta por la que me había colado y amenazaba con entrar y descubrirme. Sin pensarlo, me dirigí a la escalera que comunicaba con el piso de arriba y así decidí que ese era el camino correcto.
Un corredor estrecho comunicaba la escalera con una serie de habitaciones, todas con las puertas cerradas. Una moqueta burdeos cubría el suelo por el que pisaba, y las paredes estaban decoradas con enormes retratos, demasiado grandes para un angosto corredor. Caminé, cauteloso, en busca de la parte que, en mi opinión, debía ser la orientada hacia el mar. Aquel pasillo terminaba formando una ele hacia la derecha donde continuaban las puertas cerradas y los retratos gigantes. En la ventana que cubría el fondo del pasillo pude ver lo que parecía ser la playa y un poco más adelante debía estar el mar. Me encaminé hacía allí decidido , y satisfecho, por haber llegado con tanta facilidad hasta donde pretendía.
Pito , pito, ¿qué puerta debía abrir? Todas eran idénticas. Escudriñé con la mirada alguna de ellas, pegando la oreja a la puerta, intentando oír algo en su interior pero era imposible. Aquella robusta madera no permitía el paso de un solo sonido a través de ella. Tenía que jugármela y decidí hacerlo por la habitación que estaba más pegada al final del corredor. La entreabrí con mucho cuidado, intentando no ser visto por quien pudiera estar en su interior , y, por suerte, parecía no haber nadie. Era una habitación infantil. Tenía dos camas separadas por una mesita de noche, el suelo cubierto por juguetes que parecían recién usados. En una de las paredes una estantería cubierta de libros y coronada con una locomotora de vapor. No se por qué pero aquella habitación llamo mi atención, el caso es que me quedé absorto e hipnotizado contemplándola.
Cuando por fin me decidí a cerrar la puerta me dirigí a la habitación de enfrente. Con la misma operativa entreabrí la puerta y repasé el interior de la habitación. Esta vez parecía más femenina. Unas cortinas de flores cubrían un ventanal enorme que daba directamente al mar. Las cortinas parecían hacer juego con la colcha que cubría el camastro que se situaba en el centro de la estancia. Un tocador blanco situado en uno de los laterales del cuarto llamó mi atención. Nunca había visto uno de esos muebles tan de cerca. Tenía adornos dorados que le daban un aire mucho más sofisticado y caro. Varios frasquitos de perfume descansaban sobre su superficie. Cogí uno de ellos y me los lleve a la nariz. Absorbí el olor de aquel perfume que me resultaba tan familiar. El mismo que había olido tantas otras veces en las tardes que compartía con Clara. Sonreí entusiasmado ante la idea de haber dado con su habitación.
Una sonrisa que se borró de mi cara en cuanto me di la vuelta y me encontré de frente con una chica que me miraba aterrada.
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¿ Y Si Es Ella? #wattys2018
Mystère / ThrillerComo buen relato de fantasmas todo comenzó una noche de tormenta.- empezó el abuelo de Beltrán.-hubo una tormenta muy fuerte que hizo que llegara un barco a la costa inesperadamente [...] Era algo más de media noche cuando Ana, la hija de los Falcó...