1. Nuevo hogar

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Domingo, 23 de enero del 2011

/Narra Diego/

No ha sonado la condenada alarma pero ya escucho a mamá gritándome desde el primer piso para que baje y continúe ayudando a acomodar los muebles. Veo el reloj sobre mi mesa de noche, son apenas las 6:04 a.m. Aun en pijama, me doy solo una lavada de cara y me dirijo a la planta baja. Desde la escalera veo a mis padres en la sala principal empujando el gran sofá de un lugar a otro. Mamá se da cuenta de que estoy ahí parado en la escalera observándolos.

-Vamos Diego, vente para acá y ayuda a tu padre con esto mientras que voy viendo algo para que desayunemos – me dice mientras suelta un largo bostezo.

Veo los rostros de ambos y me doy cuenta de que no han pegado el ojo en toda la noche. Mamá se dirige a la cocina y yo acato su orden. Me coloco del otro extremo del sofá, papá me indica.

- No lo levantes, solo empuja de ese lado.

- Como si pudiera levantar este sofá – respondo con mala gana, tengo un sueño terrible.

- Cuida ese tono – me advierte.

- Disculpa – me retracto – pero ¿por qué hacemos esto tan temprano?

- Es mejor ordenar todo de una vez, mañana tu madre estará ocupada y yo iré a arreglar unos asuntos ¿acaso quieres ordenarlo todo tú solo? – inevitablemente, papá también suelta un gran bostezo.

- No – respondo inocente – solo lo decía porque los veo a ti y a mamá muy cansados.

Papá y yo colocamos el sofá donde debería estar, ahora haremos lo mismo con la gran vitrina, aun estando vacía logra ser muy pesada.

- ¿Acaso no durmieron? – pregunto.

- Se nos fue la noche arreglando la cocina, nuestra habitación, el comedor, los armarios y otras cosas – me responde mientras toma aire para empujar el gran mueble.

Finalmente ponemos la vitrina en su lugar, bueno en realidad papá puso casi todo el esfuerzo, yo con diez años apenas pude armar mi cama sin aplastarme los dedos.

- Por cierto ¿arreglaste tu habitación antes de dormir? – me pregunta papá.

- Sí, terminé como a las 3 de la madrugada.

- ¿Sabes si tu hermano hizo lo mismo?

- No lo sé – respondo como un zombi de pie – por cierto, también deberían llamarlo a él para que venga a ayudar – le reclamo a papá – ya tiene ocho años, ya no es un bebé.

- Ya lo hicimos, pero parece que no nos ha escuchado.

Papá sale al pasillo y yo aprovecho en recostarme un momento sobre el gran sofá, pero reaparece a los pocos segundos con una escoba.

- Ve limpiando este lugar mientras voy despertando a Matías.

Le recibo la escoba y papá sale nuevamente de la sala, pero me quedo ahí recostado en el sofá con la escoba a un costado del mueble. Apenas he dormido unas tres horas.

Odio habernos mudado, odio esta nueva casa cerca del bosque, odio todo por el momento. Es el cansancio lo que me pone de mal humor, ya se me pasará; nada que una buena siesta no mejore. Veo por la ventana unos pocos autos yendo y viniendo por la única autopista de esta zona; mis párpados se cierran. 


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