/Narra Lucas/Llevamos casi una hora viajando en el bus y ya me duele el trasero de pasar tanto tiempo sentado. Desde hace quince minutos dejamos de contar edificios para empezar a contar árboles en hileras.
Nunca he pasado tanto tiempo viajando en bus; a estas alturas ya casi no hay pasajeros y desconozco esta ruta. Mónica me está acompañando. Si no se tratara de Diego, ni siquiera me hubiese tomado la molestia de salir de mi cama un domingo a las 5:30 am.
- ¿Seguro que es por aquí? – me pregunta Mónica sentada a mi lado y cerca de la ventanilla.
- ¡Y dale otra vez! – contesto poniendo los ojos en blanco – es la décima vez que me lo preguntas, ya te dije que sí.
A decir verdad tampoco estoy seguro si estamos en la dirección correcta, ni siquiera sé por qué estoy tratando de sonar tan seguro.
- ¿Y cómo estás tan seguro? – me cuestiona.
- Diego me dijo y cito: "vayan hasta el óvalo Cansino y tomen la salida del distrito, sigan la carretera hasta la penúltima parada del autobús, luego tomen la avenida de la izquierda; la primera casa que encuentren, ahí es".
Mónica tiene cara de no haberme entendido nada, solo atina a comentar.
- Confiaré en ti.
- Para que luego vuelvas a preguntarme "¿seguro que es por aquí?" – no puedo evitar remedarla.
- JA, JA – entona una risa exageradamente sarcástica – y si estás tan seguro ¿por qué te tiemblan las manos?
Veo mis manos puestas sobre mi regazo y noto que me están temblando. A decir verdad, sí estoy algo nervioso, siempre me pongo así cuando voy a lugares nuevos, especialmente si estamos tan lejos de la ciudad. Esta es la primera vez que voy a un lugar así sin la compañía de mis padres, pero no pienso parecer un miedoso frente a Mónica.
- Es el frío – le respondo.
- Estamos en verano, genio – me señala la frente con la mirada – y hasta estás sudando.
- Ah... - sin saber qué responder, le digo fastidiado - mejor sigue contando árboles.
Veo que nos estamos acercando a una parada de autobuses, así que decido preguntarle al hombre que está sentado delante de mí.
- Disculpe señor.
Llamo su atención con un toque en su hombro, y este se gira hacia mí.
- ¿Sabe si esta es la penúltima parada del bus?
- Sí, así es – responde con seguridad plena.
- Ok, gracias – me dirijo hacia Mónica – de pie Moni, es aquí.
El autobús se detiene y ambos nos bajamos.
La parada de autobús está vacía y el ambiente no me es cómodo. Solo hay árboles a nuestro alrededor, y no se escucha nada más que algunos pájaros cantando, sobre todo cuervos. Odio el canto de los cuervos... si es que se le puede llamar "canto".
- Muy bien Luki, ¿ahora hacia dónde?
Por el tono de voz de Mónica, deduzco que ha notado mi inseguridad, pero no pienso demostrarle eso ahora. Sigo con la mirada la carretera en donde estamos, y veo a unos metros más adelante una autopista que la intersecta. Le indico que vayamos hacia esa intersección. Al llegar, tomamos el camino de la izquierda tal como Diego me indicó.
Seguimos caminando por un costado de la autopista buscando alguna casa cerca, es lo único que falta en las indicaciones de Diego, pero por el momento solo tenemos arboles rodeándonos.
- Mamá me mataría si supiera que estoy por aquí – comenta Mónica.
- ¿No le dijiste que vendríamos a ver a Diego?
- Oh sí, eso sí le dije, pero no le comenté que vivía tan lejos y cerca del bosque – sonríe, a la vez que recorre la vista hacia todos los árboles.
- ¿Por qué diablos Diego tuvo que venirse a vivir tan lejos?
El tono de mi voz pareció sonar demasiado irritante porque Mónica no dudó en corregirme.
- ¿Tú crees que Diego lo quiso así?
Me mira fijamente a los ojos con un rostro de no poder decirle que se calme. Mónica siempre suele comportarse como la mamá del grupo, algo a lo que Diego y yo ya nos hemos acostumbrado tras cinco años siendo nuestra mejor amiga.
- Su familia está pasando por una situación delicada, debemos estar agradecidos de que él y su familia hayan logrado conseguir una casa para que sigan adelante... – siempre es curioso verla con esa postura teniendo solo diez años, es como una señora encerrada en el cuerpo de una niña – lo menos que podemos hacer es visitarlo, animarlo, y demostrarle que tiene todo nuestro apoyo.
Me encuentro algo avergonzado, ni mi mamá suele hablarme de esa forma, pero como dije, ya estoy acostumbrado, es algo típico de Mónica.
Continuamos caminando, pero trato de olvidar su regaño y darle poca seriedad al asunto susurrando lo inevitable.
- Todo porque te gusta Diego.
Mónica me detiene de los hombros y me mira con ojos hirviendo en ira, algo que me parece sumamente divertido.
- ¡¿Y sigues con eso?! – exclama con molestia y un tanto sonrojada.
Siempre espero esta reacción de Mónica cuando le menciono su claro gusto por Dieguin, algo que solo ella se esmera en negar.
- Relájate Moni, sabes que lo digo por jugar – continúo riendo, pero me detengo al notar que su actitud cambia, ahora permanece quieta y con la mirada desviada - ¿qué te pasa?... ¿qué ocurre?
Con las manos aún puestas sobre mi hombro, apunta con el índice a algo que parece estar detrás de mí. Giro con cierto miedo esperando ver a un hombre con una motosierra, pero lo que veo me paraliza de igual forma: Un perro callejero de pelaje oscuro con mirada endemoniada nos mira fijamente desde el otro lado de la autopista. Lo escucho gruñir y en posición de querer atacarnos. Miro de reojo a los costados, no hay nadie más que nosotros.
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¿Qué ocurrió con Brandon?
Mystery / ThrillerDiego y Matías son dos hermanos que han llegado junto a sus padres a residir en una nueva casa fuera de la ciudad junto al bosque. Poco a poco irán descubriendo su nuevo entorno y con ello, la inesperada visita de quien llegará a ser su nueva mascot...