10. Cinco amigos

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/Narra Mónica/

Llegué a pensar que le desfiguraría el rostro, pero solo veo un "feroz" ataque de lamidas en su cara. No es ninguna respuesta de cariño por parte del perro hacia Lucas; puedo ver que Luki es tan descuidado al comer, que tiene salsa de carne embarrado en los alrededores de su boca, mejillas, e incluso muchas migajas de pan están esparcidas en su remera.

Veo a Lucas petrificado en el suelo por el miedo, siento cierta compasión por él, pero Diego y Mati empiezan a reír sin reparo y me es inevitable hacerlo también.

- Por favor, quítenmelo de encima – suplica Lucas y entre dientes.

Si bien noto al perro un tanto manso por el momento, se nos es algo intimidante ponerle las manos encima para tratar de alejarlo de Lucas, pero al parecer no lo es para Diego; noto que él tiene una de sus manos un poco sucia por el emparedado, así que sin pensarlo mucho se acerca al animal y le pone la palma en el hocico. Tanto Matías como yo le rogamos que tenga mucho cuidado, pero el can parece tomárselo con calma y ahora se encuentra lamiendo toda la mano de Diego.

Con ambas manos, Diego aparta al perro de Lucas acariciándolo en la cabeza y por detrás de las orejas, algo que podemos apreciar, el perro disfruta muchísimo.

Sin el perro en su encima, Lucas se pone de pie y empieza a sacudirse toda la espalda cubierta de hojas y tierra, a la vez que se limpia el rostro babeado con sus mangas.

- Qué asco – refunfuña Lucas.

- Ni es para tanto – le digo vacilante.

- El perro me lamió toda la boca.

- Felicidades, ya diste tu primer beso – empiezo a carcajear, Diego y Matías hacen lo mismo.

- ¡No es gracioso! – exclama Lucas.

- Sí que lo es – afirma Diego – eso te pasa por comer como puerco.

Diego está puesto de cuclillas y continúa acariciando al animal. Me sigue pareciendo peligroso tras recordar lo rabioso que puede llegar a ponerse, así que le pido una vez más que tenga cuidado, aunque admiro mucho y en secreto su valentía, pero Diego afirma que ahora el perro ya está calmado y confía en que ya no se pondrá agresivo.

- Creo que solo tenía hambre – dice Matías.

- También lo creo – añade Diego.

- No creo que debas confiarte amigo – advierte Lucas – hace media hora casi nos devora a Mónica y a mí, y ninguno de los dos teníamos comida para defendernos – suena algo irónico.

- Mejor ya déjalo – le sugiero a Diego.

- Pero ahora se ve tan amigable – Diego suelta una voz tan tierna que me encanta, me agrada verlo así de feliz.

- ¿Y qué?... ¿piensas quedártelo? – pregunta Lucas.

Diego no responde, parece estar pensándolo.

- Mis papás no te dejarán – afirma Matías.

- Ya veremos qué pasa – añade Diego despreocupado – por ahora continuemos.

- ¿A dónde? – pregunto.

- Pues al riachuelo ¿ya se olvidaron?

La verdad sí, lo había olvidado. Diego se pone de pie y continúa el camino que seguíamos hace un par de minutos; para sorpresa o presentimiento, el perro lo empieza a seguir como fiel compañero. Antes de sentirse asustado, Matías se emociona y empieza a caminar a un costado del animal. Veo a Lucas aún desconfiado, y noto que disimuladamente se guarda una piedra en el bolsillo. Solo sonrío, y comienzo a seguirlos. 


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