6. Segunda marca

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/Narra Lucas/

¡Al fin una casa! Este debe ser el nuevo hogar de Diego, no cabe duda pues no hemos pasado por ninguna otra casa desde que nos encontramos con esa endemoniada bestia. Aun me sigue latiendo el corazón a mil; no había sentido tanto pánico desde el cumpleaños número 8 de Salomé, siento en mi interior haber sido marcado por segunda vez.

Antes de dar un paso más hacia la casa de Diego, espero a Mónica quien ya viene llegando cansada y pidiéndome que la espere.

- Mira Moni, ya llegamos – le digo en tono agitado por el cansancio – aquí es la dichosa casa.

Cuando Mónica llega hasta donde me encuentro, se coloca al frente mío, cara a cara, y con un jaloneo de mi remera empieza a sacudirme furiosa a la vez que me reprende.

- ¡¿Estás demente?!

- ¿De qué hablas? – pregunto confundido.

- De lo que acabas de hacer – su tono de voz es igual de agotado que el mío.

Es obvio que su actitud es en relación a lo que ha sucedido con el perro, pero aun no entiendo que es lo que tanto la molesta.

- ¿De ahuyentar a ese perro?... – hago una suposición sin comprender el drama.

- ¿Cómo te atreves a apedrear al pobre perrito?

- ¿Pobre perrito? – le cuestiono – ¡pero si tú misma me diste la piedra!

- Pero no era eso lo que quería que hicieras.

- Pero si el perro se nos iba a venir encima ¿qué querías que hiciera? – me justifico.

- Pensé que la arrojarías lejos para que el perro vaya tras ella... o se distrajera.

- JA JA – me río burlón y sarcástico - ¿y tú crees que el perro va a querer jugar con una piedra?

- No lo sé... – responde Mónica sin saber que más decir –...entonces pudiste, haber fingido que lo apedrearías...

- Mmm... no creo que eso haya resultado bien, Mónica.

Conozco a Mónica desde hace cinco años y sé de su sensibilidad y de su cariño por los animales, así que trato de cerrarle ya el tema al que ya no le veo caso seguir discutiendo.

- Entonces pudiste haber... - Mónica continúa tratando de encontrar sin éxito una razón para defender al perro.

- Moni, Moni – trato de calmarla – ya pasó todo, mejor olvidémoslo de acuerdo – trato de simpatizar con ella – entiendo que amas a los perritos, está bien, me disculpo, ya perdón, pero olvidemos el tema ¿sí?

Mónica hace un gesto de no estar totalmente tranquila, pone un puchero de niña enojona a la vez que se pone de brazos cruzados, soltando así mi remera ya arrugada.

- Mejor vayamos de una vez a ver a Diego.

Mónica me sigue el paso sin decir una palabra, pero sé que ya se le pasará.

- Seguramente ver a tu querido Dieguin te alegrará mucho – susurro.

- ¿Qué dijiste? – pregunta furiosa.

- Ya, ya disculpa, era una broma – me retracto rápidamente mientras seguimos acercándonos a la puerta.

Me llama mucho la atención la pinta que trae la nueva casa de Diego, su soledad en este lugar la hace algo tétrica para mi gusto: tiene dos pisos, y al parecer aquella parte del techo con forma de triángulo es el ático. No es como una cabaña del terror como me la imaginé, típica de los bosques, pero el color marrón de la fachada la hace parecer la casa misteriosa de un guardabosque. No hay ningún timbre, y mientras toco la puerta me pregunto ¿habrá electricidad en este lugar? Miro mi reloj de pulsera, son las 7:18 am.

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