2. Adaptación

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/Narra Matías/

Son las 6:19 a.m., no he podido conciliar el sueño en toda la noche; terminé de arreglar mi habitación como a las cuatro de la madrugada y luego traté de dormir un poco, pero solo daba vueltas en la cama, entonces decidí estar de pie junto a la ventana hasta que me atrapase el sueño, pero ya amaneció, y nada. Sigo muy despierto.

Desde esta ventana de mi habitación, veo la vista trasera de la casa: el espeso bosque que al parecer culmina en esas grandes montañas en el horizonte; noto un ruido peculiar a lo lejos como el agua golpeando, al parecer hay un río más allá; aún no lo sé, apenas llevamos un día en esta casa, lo averiguaré más tarde.

No me imagino como podré acostumbrarme a esto, a ya no estar cerca de la plaza, ni de mis amigos; de seguro también nos cambiarán de colegio a Diego y a mí, aunque tampoco veo alguna escuela cerca de esta zona. En fin, ahora todo es un caos de dinero del que no entiendo mucho, afortunadamente no soy un pelmazo ni un berrinchudo, sé comprender a mis padres.

- ¡Matías! – se oye la voz de papá llamándome desde la sala.

De seguro quiere que baje a ayudar a acomodar las cosas, pero no tengo ganas de nada, pero tampoco quiero ser un malcriado, así que decido ir al baño del pasillo a lavarme la cara. Al regresar a mi cuarto para cambiarme la ropa, encuentro a papá buscándome.

- Hey, ¿dónde andabas?

- En el baño – respondo.

Papá gira sobre sus talones observando toda mi habitación.

- Me alegra que hayas ordenado todo muy bien.

- Pues yo no estoy alegre – ahogo un quejido.

- Ya hemos hablado de eso – me advierte.

- No, no es la casa – corrijo – pero veo que no tenemos cable, ni internet, ni agua caliente.

- Ya veré lo del internet, pero ¿agua caliente? – me señala – deberemos adaptarnos a ciertas cosas desde ahora, además estamos en verano.

Evito poner los ojos en blanco, supongo que sí puedo ser un tanto pelmazo, pero papá es tolerante. Para evitar escucharme con más quejas, papá me indica.

- Mejor cámbiate ese pijama, y ayuda un rato a tu hermano a barrer un poco, que luego desayunaremos.

Antes de que papá se retire, lo detengo con un intento de pregunta.

- Papá, ¿ya pensaste en lo que hablamos ayer sobre...?

- Hablaremos las cosas a su debido tiempo – me interrumpe sin levantar la voz – ahora haz lo que te pedí.

Papá finalmente se retira. Mientras me dispongo a cambiarme de ropa, no puedo evitar maldecir la nueva casa y desquitarme golpeando mis almohadas. Vaya que sí soy un gran berrinchudo.


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