12. Castigo

29 11 2
                                    

/Narra Diego/

(Esa misma noche)

No nos detuvimos ni para mirar hacia atrás en nuestro recorrido de vuelta. Cuando llegamos a casa, le contamos todo a mis padres: desde lo del cobertizo, hasta lo que atestiguamos en el riachuelo. Comparado a como reaccionamos mis amigos y yo, papá y mamá se mostraron muy calmados ante lo narrado, solo dijeron que deberíamos tener más cuidado de ahora en adelante, pues si bien no era algo que se esperaban, vivir cerca de un bosque requiere cierta precaución, más aún si se está lejos de casa, y es que dicho arroyo lo encontramos a unos 15 minutos de camino.

Papá quedó en ir pasado mañana, con Matías y conmigo, a inspeccionar el dichoso "cobertizo", pues mañana mismo estará muy ocupado fuera de casa, mientras mamá continuará en su trabajo habitual como cocinera en un restaurante en la ciudad.

Lucas y Mónica se quedaron hasta el almuerzo, luego de ello, mamá, el chaparro y yo los acompañamos a tomar el autobús de regreso. Después, Matías y yo pasamos casi toda la tarde barriendo y ordenando lo último que faltaba; hace un par de horas la mudanza ha sido ya oficial, bueno si tan solo tuviéramos internet y TV con cable, la mudanza sería mucho mejor.

Son casi las 10 de la noche, acabamos de cenar y ahora mismo me encuentro en mi habitación, mientras que Matías está en la suya, y mis papás en la sala.

Papá me ha prestado su teléfono celular, así que me dispongo a llamar a Lucas.

- Hola – contesta él.

- Hey Luc, soy yo.

- Diego, ¿qué pasó? – reconoce mi voz al instante.

- ¿Crees que puedas venir otra vez mañana?

- Ah... - lo piensa por unos segundos – no lo creo amigo, mis papás no me dejarán ir tan seguido, tal vez vaya el otro fin de semana; pero dime para qué o qué.

- Pues mis papás estarán todo el día fuera de casa, y estaré solo con el enano; aún no tengo permiso de ir a la ciudad solo por mi cuenta; aún no tenemos internet ni cable, ya te imaginarás qué tan aburrido me la pasaré mañana.

- Ya lo imagino – lo escucho vacilarse.

- Pues si no puedes venir tú, ni modo, mejor llamaré a Mónica, tal vez ella sí pueda venir.

- Imposible.

- ¿Por qué imposible?

- Hace un rato hablé con ella por teléfono, la castigaron.

- ¿Eh? – río un poco - ¿por qué?, ¿qué hizo?

- La castigaron por visitarte.

- Eso no es verdad – carcajeo un poco, pues me suena a broma – ella siempre pide permiso para todo.

- Pues la 'siempre obediente' Mónica, al parecer no les explicó a sus papás que ahora tú vives fuera de la ciudad.

- ¿Es en serio?

- Bueno, tampoco es nada serio – entona bastante irrelevante - solo se enojaron un poco cuando se enteraron... me imagino que ya se les pasará.

- Y ¿cómo es que se enteraron? – pregunto sospechoso.

- Moni dijo que ya luego nos contaría.

Antes de poder preguntar algo más, Lucas cambia rápidamente de tema.

- Oye y qué me dices de la bestia.

- ¿Cuál bestia?

- ¿Cómo que 'cuál bestia'?

- Oh... te refieres al perro... qué exagerado – murmullo.

- Sí, esa bestia ¿ya desapareció?

- Pues espero que no.

- ¿Por qué esperas eso? – pregunta Lucas extrañado.

- Mmm... pues porque me agrada – afirmo tontamente encariñado.

- ¿Ya se enamoraron?

- Cierra la boca – respondo fastidiado y Lucas suelta una gran carcajada.

- Mónica se pondrá muy celosa – continúa vacilando.

- ¿Quieres ya parar? – trato de no sonar irritado para que ya deje de hacer mofas.

- Nop – continúa riendo – se ve que al perro ya le gustaste; por ti nos siguió hasta la parada de autobús con tu mamá, después ya no sé qué fue de él.

- Pues ya te imaginarás.

- No... - lo piensa un poco - ...no me imagino nada.

- Nos siguió a casa, y mientras hacíamos limpieza, estuvo ladrando en la puerta todo el tiempo esperando a que le diésemos algo de comida; papá lo ahuyentaba por ratos, pero siempre terminaba regresando – ambos reímos ante la narrativa.

- Eso significa, ¿Qué ya tienes mascota nueva?

- Aún no, mis papás no quieren animales en casa.

- Entonces ¿dónde está el perro?

- Recuerdas el cobertizo que encontramos.

- Claro.

- Pues fui con el perro al lugar y le dejé muchas sobras de comida afuerita del cobertizo con un gran tazón de agua; lo dejé ahí mientras comía y regresé a casa; después volví a ir al cobertizo un par de veces más, y siempre lo volvía a encontrar ahí, espero que mañana, aún siga en el lugar.

- Y ¿por qué no hiciste que se quedase 'dentro' del cobertizo? – enfatiza.

- Traté, pero no pude abrir esa puerta, además papá estuvo viniendo y saliendo de casa todo el día, y mamá estuvo terminando de arreglar algunas cosas, para cuando se desocuparon ya estaba todo oscuro ahí afuera, así que iremos pasado mañana a inspeccionarlo.

- ¿Y por qué no mañana?

- Ya te dije que mañana mis papás estarán fuera de casa.

- Pero puedes ir tú.

Lo pienso por un momento, y veo que no es mala idea inspeccionar por mi cuenta.

- Lo pensaré – culmino.

- Quizá encuentres un tesoro – Lucas entona una voz misteriosa.

- Lo dudo – respondo pesimista por el cansancio – quizá solo haya polvo y telarañas – finalmente bostezo.

- Igualmente me cuentas lo que descubras.

- Lo haré.

Papá llega a mi habitación y me pide que ya le devuelva el celular, así que me despido de Lucas y se lo entrego. Antes de retirarse, papá me ordena que ya duerma pues ya es muy tarde, algo que obedezco con mucho gusto.

Mientras mis párpados se van cerrando, aprecio el suave brillo de la luna entrar por mi ventana como última escena, pero un horrendo bullicio ocasionado por una bandada de cuervos interrumpe mi pacífico momento, a la vez que escucho un largo y triste aullido a lo lejos.

¿Qué ocurrió con Brandon? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora