8. Habitación extra

32 12 8
                                    


/Narra Matías/

En la parte trasera de nuestra casa, hay todo un espacio llano y amplio libre de árboles, el cual escuché a mamá decir que lo transformaría más adelante en su jardín personalizado, pero por ahora no hay nada más que dos pares de estacas clavadas en el pasto, las cuales usaremos para convertirlos en los soportes de los cordeles para secar la ropa. Fuera de eso, no hay más en esta zona que sea de nuestra propiedad... o al menos eso era lo que creíamos.

Poco a poco, siento como el bosque se hace cada vez más espeso mientras nos vamos adentrando. Mónica me lleva de la mano, y la escucho junto a Lucas narrarnos cómo fue que ambos escaparon del ataque de un "feroz perro salvaje". Cuando empecé a hacerme la idea de que viviríamos en una casa alejada de la ciudad y cerca del bosque, encontrarnos con algún animal "salvaje" no fue algo que se me cruzó por la mente.

- ...y entonces Lucas le arrojó la piedra con fuerza y le lastimó una de las patas – cuenta Mónica con voz decepcionada.

- ¡Puedes ya superarlo! – suplica Lucas – entiende que si no hacía eso, el perro nos atacaba, ¿tú qué opinas Diego?

- Opino... que yo hubiese seguido mi camino sin siquiera haberlo mirado y así me evitaba todo el embrollo para poder llegar a casa de mi amigo, sin miedo y a salvo – puntualiza Diego.

Mientras Lucas y Mónica siguen en su plática sobre cuál hubiese sido la acción correcta, yo sigo mirando cada cinco segundos el camino que vamos dejando, y es que siento pánico de poder perdernos en este lugar del que aún no conozco.

Mónica se da cuenta de mi cometido y trata de calmarme.

- No te preocupes Mati, no nos perderemos.

- Solo estamos caminando en línea recta – agrega Lucas.

- No tienes de que asustarte, chaparro – noto que Diego señala el paquete que trae consigo en la mano - mejor vayamos comiendo algo.

Diego saca de la bolsa los emparedados y nos reparte uno a cada uno sin detener nuestra caminata. El tema del perro se queda de lado y Lucas aprovecha en hacer una pregunta casual.

- Y díganme muchachos ¿qué se siente vivir ahora en este lugar?

Veo a mi hermano soltar un suspiro, yo también hago lo mismo.

- Horrible – responde Diego – por el momento no tenemos internet, ni cable...

- ¿Es en serio? – interrumpe Mónica – o sea que por no tener cable e internet, ¿consideras horrible el vivir aquí? – ya empieza a sonar severa como de costumbre.

- Bueno, no solo eso – trato de añadirle una razón más – mis papás aún no saben si continuaremos en la misma escuela con ustedes.

Mónica se lleva las manos a la boca ahogando un agudo grito de asombro. Lucas tampoco se queda atrás.

- ¿Lo dicen enserio? – Lucas se muestra decepcionado – pero ¿por qué? ¿qué problema hay?

- Pero si estamos en escuela estatal, no están gastando en mensualidades – justifica Mónica.

- No es por eso amigos, es solo por lo lejos que estamos ahora – les respondo.

- ¡Entonces no debería haber problema! – exclama Lucas – Mónica y yo llegamos hasta acá sin ningún problema... aparte del perro, claro – susurra.

- Descuiden – apacigua Diego – de cualquier forma dudo que eso ocurra, mamá ya nos dijo que no todo tiene que cambiar.

Un gran alivio se siente por parte de Mónica y Lucas al escuchar esto, por otro lado, algo llama mucho mi atención. Diviso algo extraño a unos metros más allá, pareciera una especie de mini-casa.

- Miren allá – señalo con el índice.

Todos dirigen la mirada hacia donde apunto.

- ¿Es una casa? – pregunto.

- Es bastante pequeña para ser una casa – responde Mónica.

- Vayamos a inspeccionar – anima Diego.

Lucas y Diego corren al lugar, mientras que Mónica no se apresura, y paciente y serena, aun me lleva de la mano.

- Es solo un cobertizo – aclara Mónica apenas llegamos.

Dicho cobertizo, mide apenas dos metros de altura, pero es lo bastante grande como para usarlo de depósito. Tiene una ventana bastante sucia y la puerta está cerrada con un candado bastante grande y oxidado.

- ¿Qué es un cobertizo? – pregunto.

- Es como... un cuarto donde las personas suelen guardar cosas de jardinería... incluso sus cachivaches – explica Mónica.

Lucas apoya sus manos sobre el cristal de la ventana y apega su vista a ella tratando de mirar el interior.

- No se ve nada, el vidrio está todo sucio por dentro y también está oscuro allí.

- Rompamos el candado – sugiere Diego.

- Creo que sería más fácil romper la ventana – añade Lucas.

- Nadie romperá nada – ordena Mónica y se dirige a Diego – seguramente este cobertizo también es parte de tu casa.

- ¿Tú crees?

- Mírale el diseño, de no ser por lo sucio, combinan muy bien.

- Pero ¿no se supone que los cobertizos deben estar en el jardín?... o al menos cerca de la casa – cuestiono.

- Pues no lo sé – responde Mónica – pero mejor se lo dicen a sus papás.

- Quizás ellos ya saben de este cobertizo – supone Lucas.

- Puede ser – responde Diego aún con la curiosidad.

- Si gustan regresemos para que se los preguntes – sugiere Mónica.

- ¡No! – replico – esto puede esperar, yo quiero saber si más allá hay un río.

- ¿No se supone que tenías miedo de que nos perdamos, enano? – me cuestiona Diego burlándose.

- Ya se me pasó – justifico – aún no hay que regresar a casa.

A decir verdad, aún tengo miedo, pero detesto que Diego o cualquier otra persona me señale como un miedoso; prefiero que sigan creyendo que es Lucas el asustadizo del grupo. 

- Yo también escucho el sonido de un riachuelo cerca – añade Mónica.

- Entonces sigamos – indica Diego – ya luego le preguntaré a mis papás de esto.

Diego, Mónica y yo retomamos el camino del que nos distrajimos por el cobertizo, pero nos damos cuenta de que Lucas se ha quedado quieto mirando hacia otra dirección. Diego y Mónica lo llaman, pero él continúa inmóvil, callado y dándonos la espalda.

Suelto la mano de Mónica y me aproximo hacia Lucas algo extrañado de su actitud. A solo unos pasos de estar a su costado, Lucas me hace una señal con su brazo para que me detenga. Le obedezco algo nervioso sin entender el porqué. Veo a Lucas mirar el suelo rápidamente y toma la primera piedra que encuentra. Un gruñido feroz a unos metros de nosotros, me hace dar cuenta de la situación camuflada entre los árboles.


*Vota si te gustó*

¿Qué ocurrió con Brandon? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora