/Narra Lucas/
Me tardé unos segundos en darme cuenta, pero su pata lastimada me lo hizo saber, al parecer este amiguito no se quiere alejar de nosotros. Se ve que no ha aprendido la lección, pues sigue con su mismo comportamiento rabioso, me mira directamente en posición de ataque y me enseña los colmillos con sus roncos gruñidos. Tengo lista una piedra en mano para repetir el ataque, pero Mónica me lo trata de impedir.
- ¡No lo hagas Lucas! – me advierte.
- ¿Y qué se supone que haga? – pregunto.
El perro se encuentra a una distancia similar a la de la vez pasada, pero solo parece tenerme a mí en la mira, seguramente ha de estar rencoroso.
- Alejémonos despacio y con calma – sugiere Matías con una voz tan suave que apenas logro escucharle.
Miro de reojo a mis amigos: Matías está mucho más asustado que yo, Mónica luce temerosa de lo que yo pueda hacer con la roca en mano, pero Diego parece pensativo con un brazo cruzado y una mano en la barbilla.
No me da tiempo de preguntarle a Diego en qué está pensando, pues el can empieza a ladrarme escandalosamente y apenas puedo escuchar mis ideas.
Empieza a acercarse a pata apresurada, lo puedo ver, es inevitable, ¡va a atacarme!
A solo un segundo de arrojarle la piedra, Moni exclama un grito de desaprobación, pero Diego interviene con una acción tan sencilla como lógica.
El perro se detiene y comienza a engullir el emparedado de carne a medio comer que Diego le ha arrojado frente a su hocico. El animal lo devora en solo unos segundos. Matías decide hacer lo mismo y le arroja su emparedado, unos segundos después Mónica lo hace también.
El perro culmina su refrigerio y ahora se nota bastante cambiado, ha dejado de mostrar su intimidante dentadura para empezar a jadear con su lengua colgante.
- Ya se calmó – afirma Mónica bastante alegre – sólo tenía hambre.
- Lucas, no seas tacaño, dale tu emparedado también – me pide Matías.
Dejo caer la piedra que sostenía como arma, y le muestro ambas manos a Matías.
- Ya no tengo emparedado, me lo comí en tres bocados – le sonrío.
- Tragón – me califica Mónica.
- No tanto como él – señalo al monstruo peludo.
El perro sigue con su mirada fija en mí, pero es notable su calma ahora... o eso creí. Aun cojeando con su pata lastimada, no logro reaccionar a tiempo: el perro corre directo hacia mí y me derriba con su peso. Caigo boca arriba y lo tengo encima con sus patas sobre mi pecho. Mónica suelta un grito aterrada.
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¿Qué ocurrió con Brandon?
غموض / إثارةDiego y Matías son dos hermanos que han llegado junto a sus padres a residir en una nueva casa fuera de la ciudad junto al bosque. Poco a poco irán descubriendo su nuevo entorno y con ello, la inesperada visita de quien llegará a ser su nueva mascot...